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Los débiles se vengan, los fuertes olvidan y los inteligentes ignoran
Empecé mi incursión en el mundo 2.0 cuando decidí apuntarme a mi primer maratón Des Sables.
Era a finales de 2005, y mis amigos me pidieron que abriera un blog para explicarles los entrenos que me llevarían a poder acabar los 250 km corriendo en seis etapas en autosuficiencia. Poco tardaron en llegar los comentarios despectivos. Aquellos que criticaban mi entreno, mi equipamiento, o simplemente el hecho de que me pudiera pagar esa carrera.
En aquella época, a nivel 2.0, era débil. Me iniciaba y no lograba entender cómo alguien podía criticarme sin conocerme. Intentaba vengarme buscando lo que podía sobre esa persona, en el caso de que no tuviera un pseudónimo imposible, y siempre intentaba darle réplica, contestarle. Incluso insultarle. Es absurdo.
Con el paso del tiempo aprendí a prescindir, a entender que esto formaba parte de las reglas del juego.
En el momento en que entras en la red, estás expuesto a cualquiera que quiera emitir una opinión sobre ti. Así que si alguien me criticaba de manera destructiva, yo intentaba olvidarlo; intentaba prescindir de los comentarios y quedarme con las palabras bonitas recibidas desde la red, que eran la mayoría. Hasta que finalmente entendí que debía aplicar la tolerancia 0. Debía aprender a ignorar totalmente a aquella persona que quería destruirme directamente; afortunadamente, las redes sociales inventaron y nos facilitaron la opción de bloquear.
Siempre digo que las redes sociales existen hoy porque existe esta posibilidad para los usuarios. Ya no basta con prescindir del que te quiere machacar, se trata además de que, bloqueándolo, ya no le dés la posibilidad de que sepa más de ti.
Eso es lo que debemos hacer en la vida, bloquear a las personas, físicas u online, que nos quieren hacer daño.