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Trabaja hasta que tus ídolos se conviertan en tus rivales

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Como bien sabéis muchos, soy un amante y un loco del ciclismo. Desde que tengo uso de razón, me ha fascinado este deporte por su sacrificio, sus estampas increíbles subiendo montañas imposibles y su espíritu de equipo, un grado de compañerismo difícil de encontrar en otros ámbitos.

Pienso que muchos de mi generación —nací en el 1978— le debemos esta pasión a Miguel Indurain y sus cinco Tours de Francia. Esas tardes de verano en las que nos quedábamos hipnotizados viendo cómo medía sus fuerzas con Chiappucci, Rominger, Zulle, Bugno, Olano, Pantani… Era mágico. Siempre recordaré las horas que le metía a la bici pensando que algún día podría competir con alguno de ellos…

Y ese día se cumplió. En el año 2009 la Titan Desert fue reclamo de algunos de los más grandes. Exciclistas profesionales se presentaban en tierra marroquí para disputar la cuarta edición de la prueba. Me alucinaba ver a Olano, Cabestany, Mauri o Heras en la línea de salida en la misma prueba que yo, eso me encantó. Había entrenado duro durante años y aunque evidentemente no era ni su mejor terreno ni su mejor estado de forma, el solo hecho de poder pedalear etapas con estos mitos del ciclismo ya me permitió demostrarme que si era constante en la vida quizás se podían cumplir situaciones que jamás había imaginado que pudiesen ser posibles.

Aunque tus ídolos sean algún día tus rivales, siempre los vas a respetar como tales, al menos deberías, ya que cualquier otra actuación que no fuera de respeto hacia ellos diría muy poco en tu favor. Yo competí contra ellos, a alguno le gané en alguna etapa, pero el respeto de los galones es algo que siempre hay que tener presente.

El pequeño libro de la superación personal
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