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Eres como una obra de arte; no todo el mundo te va a entender, pero el que lo haga no te olvidará jamás

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Hay personas fáciles y otras somos difíciles, al menos eso es lo que piensa la gente. Porque es indudable que la gente emite prejuicios, algo contra lo que siempre he luchado.

Odio los prejuicios, odio que la gente te clasifique por tu aspecto físico, sin conocerte. Y eso es algo con lo que he tenido que convivir toda la vida.

Siempre he sido diferente, sin que este calificativo implique ser mejor o peor. Ser diferente implica una cosa inevitable: vas a tener amigos y enemigos. Ser diferente implicará poder diferenciarte fácilmente del resto, y esto, si te apetece y lo sabes gestionar bien, puede ahorrarte mucho tiempo. Un tipo con las manos tatuadas y que se dedica a la bolsa es algo extraño, algo que no todo el mundo va a entender. ¿Por qué ese chico va llenos de tatuajes? ¿Qué quiere expresar? ¿Qué hará cuando sea mayor? Son preguntas a las que me enfrento semanalmente.

La curiosidad del ser humano es muy reducida, ya que siempre se centra en las mismas preguntas. Pero cuando a esto le añadimos el mundo de la bolsa, esos culpables de todos los males financieros, el cóctel es explosivo. La gente no entiende nada; me siento muchas veces como un cuadro abstracto, donde la gente no entiende la fórmula del Excel pero a la que sí le gusta el resultado final. Así que, evidentemente, hay gente que no me entiende ni me entenderá jamás.

Pero haber sido diferente, aunque de manera involuntaria, me ha permitido acceder a situaciones y a personas a las que, de otro modo, jamás hubiera podido acceder.

El pequeño libro de la superación personal
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