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Twitter te hace creer que eres sabio, Instagram te hace creer que eres buen fotógrafo y Facebook te hace creer que tienes amigos: el despertar será durísimo
Soy padre de una preciosa niña de seis años llamada Morgana y me aterra pensar en el día que me pedirá un teléfono móvil, porque me lo pedirá a mí y no a su madre, lo intuyo… Ese día mi hija empezará a ser una mujercita incontrolable, teniendo como tendrá acceso total a mundos que jamás imaginaba. Tendrá acceso a internet y a las redes sociales, aquel universo que nos hace y permite vivir en una irrealidad absoluta.
Las redes sociales son apasionantes, sí, pero son muy peligrosas. De repente entramos en un mundo donde recibimos inputs no buscados. Siempre digo que una de las contradicciones de mi vida es que nunca he querido tener jefe. En el momento en que escribo estas líneas, tengo 540.000 seguidores en las redes sociales, lo que implica que 540.000 personas tienen la facultad de emitir un juicio sobre mi persona. Claro, si alguien te dice que eres malo te puede afectar, si cien personas te dicen que eres malo, te puede traumatizar. Si no eres lo suficientemente maduro como para controlar estos comentarios, debes abandonar de inmediato las redes sociales. Las redes sociales no pueden afectar a tu talento, has de ser suficientemente maduro como para despreciar la crítica destructiva que, por si no lo sabes, va a existir hagas lo que hagas.
Por otro lado, las redes sociales nos permiten tener un contacto con el cliente final. Una de las cuentas que más tuits ha escrito es la de American Airlines. Es un servicio al cliente constante y espectacular. Estaba una vez en su sala Admirals en el aeropuerto de Miami, cité la localización en Twitter y al segundo recibí un mensaje deseándome buen vuelo y feliz estancia en el destino. Entré en su cuenta para saber lo activos que eran y llevaban escritos un millón de tuits, ¡casi nada!
Ahora mismo el cliente tiene una capacidad de queja espectacular. Antes si un cliente estaba descontento, escribía en una hoja de reclamaciones. Ahora, si un cliente está descontento, escribe esa hoja de reclamaciones, pone un post en Facebook hablando de la incidencia, escribe un tuit y, quizás, hasta puede hacer una foto de nuestra empresa y colgarla en Instagram.
Así que si como empresa o como persona física tenemos una cuenta en una red social, mucha precaución ya que nos pueden machacar.