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El éxito relaja, y si te relajas, pierdes
Para mí la palabra «éxito» es la más peligrosa de cuantas existen a nivel profesional. Siempre que crees haber alcanzado el éxito, te relajas y entonces pierdes.
La competencia o el mercado no tienen piedad y pueden destrozarte, y ahora vivimos en una era donde este destrozo puede producirse exponencialmente.
La primera vez que sentí la bofetada del éxito fue el fatídico 23 de abril de 2007 cuando, por un tecnicismo bursátil que no os voy a contar para no aburriros, y debido a un elevado apalancamiento fruto de mi confianza en mi método bursátil —sobreconfianza, mejor dicho— en unas horas tuve una pérdida de 110.000 euros de mi bolsillo. Como bien saben mis veteranos lectores, esa pérdida la recuperé al día siguiente prácticamente en su totalidad. Pero el quid de la cuestión es que había sentido el éxito en mi piel, pensaba que mi método era indestructible, y el mercado me dio tal golpe que me hizo ver y entender que jamás alcanzaré el éxito en mi vida profesional.
¿Os acordáis de Nokia, ese terminal móvil que teníamos todos en el bolsillo hace siete años? ¿Ese terminal que tenía una batería que duraba tres días, lo tirábamos de un tercer piso y no se rompía? Un terminal que era líder mundial. Nadie se podía creer que un terminal cuya batería duraba tres horas y cuya pantalla se rompía si se caía una vez pudiera competir con él. ¿Cómo iba Nokia a creer en los Smartphones? ¿Cómo iban los consumidores a comprarse uno? Pues todos lo hemos comprado. Increíble, pero cierto; hoy Nokia ya no existe (es propiedad de Microsoft) y Apple no para de incrementar sus beneficios anuales.
Hay que escuchar a las tendencias constantemente. Por ejemplo, TagHeuer, una de las grandes firmas de relojería, ha sido la primera de las grandes en sacar un SmartWatch. Una fórmula espectacular de fidelizar al cliente, ya que el reloj cuesta 1.350 euros, pero si te compras otro TagHeuer antes de dos años, la marca te resta el ciento por ciento del importe del nuevo reloj.
Una manera de reinventarse espectacular, una manera de entender perfectamente que el éxito no existe, aunque seas una empresa centenaria de relojería.