SESENTA Y DOS La vela equivocada
I
No se me va de la cabeza la historia de
Teseo cuando vuelve de matar al minotauro y se le olvida izar la
vela adecuada mientras se aproxima a su casa. Le había prometido a
su padre, el rey Egeo, que la vela sería negra si él había
encontrado la muerte, y blanca si había salido victorioso. Su padre
otea el horizonte. Y ve una vela negra.
Y ya está. Egeo se arroja por el acantilado.
El regreso triunfal es un regreso al luto, al dolor. Teseo
olvida.
Haces promesas. Tienes intención de
cumplirlas, y algo ocurre, algo se interpone, tu atención está en
otro sitio. Y la promesa queda sin cumplir, abierta. Hay un espacio
vacío.
Hay tantas promesas. De quedar bien con los
hijos. De crearte un hogar en un sitio nuevo. De crear oro, de
crear porcelana, una familia. De regresar con una ponchera blanca y
sentarte a celebrar que un material se convierta en otro.
He dejado a mi fraile jesuita y mi
matemático con sus lentes y a mi boticario cuáquero y a un niño de
una fábrica trabajando en una polvareda, los he dejado a todos
ellos encallados en mi relato. Y ahora también he dejado a Hans
Landauer, en una fábrica de porcelana situada en un campo de
concentración.
Si cuentas historias tienes que cumplir tus
promesas.
No puedes dejarlas abiertas. Acabo de
encontrarme en el portátil la novela que estaba escribiendo con
Anna hace tres años. Comenzamos un relato un domingo de verano, en
Escocia, algo sobre un par de niños en una aventura, y añadíamos
cosas cada vez que podíamos. Y en Jingdezhen, en mitad de una
noche, escribí un capítulo y lo envié a casa, con la promesa de
terminar. Pero empecé este viaje a Dresde, Dachau, Stoke, Carolina,
Jingdezhen, y me olvidé de terminar Escocia.
Cuando avistas tierra, ¿qué vela eliges
desplegar?
II
En la noche del 13 de febrero de 1945
Dresde fue bombardeada por aviones británicos. Volvieron a
bombardearla al día siguiente. Era Miércoles de Ceniza. Nadie
habría previsto los ataques aéreos. Existía la expectativa de que
el significado cultural de la ciudad la salvaría.
Dresde siempre estuvo densamente poblada,
pero ahora estaba abarrotada de gente huyendo del avance ruso, de
refugiados de otras ciudades fuertemente bombardeadas a lo largo
del invierno, judíos en espera de ser enviados a campos de
concentración, prisioneros de guerra norteamericanos, trabajadores
reclutados para las fábricas, tropas alemanas.
El aire estaba lleno de fuego. El río estaba
lleno de fuego. La tormenta de fuego de la ciudad en llamas se veía
desde una distancia de cien kilómetros.
Había un número limitado de refugios
antiaéreos. Hubo miles de muertos en sus propios sótanos. Al menos
25.000 personas murieron en la conflagración, quizá más, muchas
más. Puede que diez veces más. Estas cifras se han convertido en
una falla geológica de la historia.
Dresde fue destruida. Los escombros eran tan
altos que las calles desaparecieron. El perfil urbano se hundió, en
pedazos. El Altmarkt, el Mercado Viejo, se trocó en crematorio
abierto para los cuerpos sacados de las ruinas. Las fotos de los
días posteriores al bombardeo nos muestran figuras encorvadas
caminando entre los muertos.
«Los sentimientos que existen con respecto a
Dresde —escribe Arthur Harris, mariscal en jefe del Mando Aéreo, en
respuesta al clamor contra sus ataques— podría explicarlos
cualquier psiquiatra. Guardan relación con las bandas de música
alemanas y las pastorcillas de Dresde. En realidad, Dresde era una
concentración de fábricas de municiones, un centro gubernamental
intacto y un punto clave en el transporte hacia el este. Ahora ya
no es nada de eso.»
Tenía razón. Ya no era nada de eso.
Las bombas destruyeron decenas de miles de
vidas, miles de familias. También destruyeron iglesias y palacios,
el Zwinger, 85.000 casas, innumerables artefactos, las lentes de
Tschirnhaus y, en un camión aparcado durante la noche en el patio
del castillo, cajones de porcelana Meissen primitiva robados a una
familia judía de Berlín. Pastorcillas de
Dresde.
III
El campo de concentración de Dachau fue
liberado por las tropas norteamericanas el 29 de abril. Las tropas
procedentes del oeste se encontraron de frente con carretas
cargadas de prisioneros ejecutados. A lo largo de la semana
anterior, 10.000 prisioneros habían sido obligados a abandonar el
campo en camiones o a pie, en dirección a los Alpes. Mil
prisioneros perecieron en esta marcha.
Había tres mil muertos en el campo. La
destrucción de las pruebas incriminatorias llevaba tres semanas
practicándose, pero el crematorio estaba rebosante.
Y habían limpiado la Fábrica Allach de
Porcelana. Los moldes habían desaparecido. Quedaban unas cuantas
maquetas, pero ninguna de las figuras nazis, ninguna maqueta
acusadora de un guardia de asalto blanco.
IV
A principios de 1947, la fábrica de
porcelana Oscar Schaller y compañía, sita en Windischeschenbach,
empezó a producir una gama de animales de porcelana, oseznos,
caballos, cachorros, jóvenes faunos, Bambis. Los levantas, miras la
base y allí dice: «Eschenbach Alemania-Zona Norteamericana». Y
sobre estas palabras está el nombre de Kärner, el modelista.
El SS-Hauptsturmführer Kärner se había transformado en
Herr Kärner. Había enterrado la porcelana «contaminada» durante los
últimos días previos a la liberación, se había apoderado de los
moldes y había vuelto a empezar. No había runas de las SS, pero los
modelos eran los mismos.
En Núremberg, el 17 de septiembre de 1947,
la defensa de Oswald Pohl, director de la WVHA,
Wirtschafts-Verwaltungshauptamt, Oficina Económica y Administrativa
de los nazis, hizo su alegato final en contra de la implicación de
su defendido en los crímenes de guerra y contra la humanidad. El
fiscal manifestó que por los campos de la WVHA habían pasado diez
millones de prisioneros y que varios millones habían muerto.
Fue hallado culpable y condenado a muerte.
Apeló y volvió a apelar. Escribió un libro: Credo: Mein Weg zu Gott, Credo: mi camino hacia
Dios, sobre su conversión a la fe cristiana. Él, personalmente, no
era culpable de ningún crimen. «No he matado a nadie a golpes, ni
alenté a ningún otro a que lo hiciera.» Credo se publicó con apoyo de la Iglesia católica,
que solicitó la amnistía para Pohl. Contenía ilustraciones de su
esposa, Eleonore, la que había sido asesora de calidad artística
estándar para la porcelana Allach. Una de sus imágenes presentaba
una figura pensativa, alguien sumido en profunda meditación en una
celda carcelaria. Pohl fue ejecutado el 8 de junio de 1951, sin
haber dejado de proclamar su inocencia y manifestar su fe.
Estos nuevos modelos de animales
característicos de Alemania producidos en la fábrica de porcelana
de Eschenbach se coleccionaron con entusiasmo en la nueva República
Democrática Alemana.
V
La República Democrática Alemana se formó
el 7 de octubre de 1949. En Dresde, las multitudes acudieron a
celebrarlo en la Theaterplatz, un cercado de ruinas con las
ventanas vacías. La ciudad es un esqueleto, las calles están
despejadas y vacías. No hay reconstrucción, pero sí hay cambio de
nombre. El puente de Augusto sobre el Elba se ha convertido en
puente Georgi-Dimitroff-Brücke, por un comunista búlgaro. Hay
reparaciones. Una mujer se recuerda «trabajando en un montón de
basura... limpiando los ladrillos. Y luego tuvimos que desmontar la
vía férrea —eran materiales para las reparaciones, las vías y las
vigas de madera». En silencio, unos hombres procedentes de Siberia
vigilan para evitar que los alemanes aflojen.
Las aspiraciones del nuevo Estado son
grandes. El primer secretario, Ulbricht, anuncia que una enorme
avenida cruzará los escombros de Berlín. El pueblo lo limpiará todo
con optimismo y sacrificándose. La avenida de Stalin albergará a
trabajadores y tiendas, y las fachadas llevarán azulejos de
porcelana de Meissen, con bajorrelieves de gavillas de trigo y
otros símbolos de fácil lectura. La calle entera es una blanca
cimitarra de modernidad.
En Moscú se celebra una fiesta por el
septuagésimo cumpleaños de Stalin. Fotos de Mao y Ulbricht
flanquean al líder. La Fábrica Estatal Rusa de Porcelana hace un
modelo de porcelana blanca de Stalin y Mao, en edición de tres
unidades. Los dos líderes más veteranos ocupan un sofá con borlas,
acomodados en su visión compartida del Este Rojo.
Y en la RDA no se hicieron muchas películas
en 1949, en las gélidas secuelas de la guerra: no más de una
docena, pero se estrena Die blauen
Schwerter, las espadas azules. Es la producción más cara de
aquel año, con una considerable inversión en decorados y
vestuario.
Augusto es enorme, todo brocados y encaje;
el héroe alquimista, Johann Friedrich Böttger, es delgado y
apuesto. El colmo está en las bóvedas, con el kiln convertido en un
monstruo de llamas y humo, con Böttger gritando que necesita
más calor, rompiendo sillas para
alimentar esas fauces, chorreando sudor, mientras Augusto anda por
ahí, quizá con la corona puesta.
Böttger extrae la gaceta refractaria del
kiln y la sumerge en un tonel de agua —«mi porcelana no se
romperá»—, que luego abre para dejar al descubierto un cuenco
pálido como una lechuga. Lo ponen en manos del rey, este lo mira,
lo palpa, lo hace resonar y luego le da la vuelta. Ahí está el
sello, las espadas azules y cruzadas de Meissen.
De algún modo, muy complicadamente, el
trabajador ha triunfado.
VI
La RDA es diminuta, además de pobre. Pero
tiene unas fuertes relaciones filiales con China, enorme y
pobre.
Hay un chiste. Mao y Walter Ulbricht —el
jefe de la RDA, con su barbita a lo Lenin y su cara de póquer—
están calculando cuántos opositores tienen en sus respectivas
poblaciones. «Diecisiete millones», dice Mao. «¡Igual que yo»,
exclama Ulbricht, tan contento.
Dado que la Unión Soviética envía expertos
en presas y acero, Ulbricht no puede desmerecer, y decide enviar
ayuda técnica, expertos, a China.
En 1995, la RDA envía expertos en el sector
de la porcelana, que tan bien domina. Operarios de Meissen se
desplazan para ayudar a que los operarios de Jingdezhen creen nueva
porcelana.