VEINTISIETE Medio translúcido y blanco como la leche, como un narciso

 

 

I

 

El nuevo laboratorio del Jungfernbastei resultaba muy cómodo, porque Augusto podía estar cerca de estos nuevos experimentos y Böttger estaba bien vigilado. Pero las bóvedas eran bajas y había casas cercanas, de modo que resultaba peligroso tener hornos encendidos.
El 15 de enero de 1708 abren un kiln en su nuevo laboratorio. Contiene siete pruebas, en las que se utiliza alabastro y una nueva arcilla blanca de Colditz, en diversas proporciones.
N1 solo arcilla
N2 arcilla y alabastro en proporción de 4:1
N3 arcilla y alabastro en proporción de 5:1
N4 arcilla y alabastro en proporción de 6:1
N5 arcilla y alabastro en proporción de 7:1
N6 arcilla y alabastro en proporción de 8:1
N7 arcilla y alabastro en proporción de 9:1
Estoy en los archivos de Meissen y tengo en la mano esta página de notas. Böttger las ha escrito en oblicuo, con rapidez, en alemán y latín macarrónico, esparciendo símbolos alquímicos: «Tras cinco horas en el kiln [...] la primera tenía una apariencia blanca, la segunda y la tercera se desmoronaron, la cuarta conservó la forma pero perdió el color [...] las tres últimas album et pellucidum, blancas y translúcidas. La quinta es optimum, óptima».
Observan las pruebas a la escasa luz.

 

 

Página del cuaderno de Böttger en que se anotan las primeras pruebas con la porcelana, 15 de enero de 1708; © Meissen Couture, Meissen Archive.

 

Han pasado veinte años desde que Tschirnhaus empezó a experimentar en busca de una arcilla pura y blanca que dejara pasar la luz. Han pasado diez años desde el día en que fue trasladado a Dresde un joven mancebo de botica, muerto de miedo. Han pasado cinco años desde que uno y otro entraron en contacto.
Han pasado cuatrocientos años desde que la porcelana llegó por primera vez a Europa, procedente de China.
En una tenebrosa cripta llena de humo, paralela al alojamiento de los soldados, la porcelana ha vuelto a inventarse. Ha llegado a ser.
II

 

Con esta mezcla vuelven a intentarlo una y otra vez, hasta que consiguen hacer pequeñas vasijas. El alfarero de la corte, Fischer, que no le cae bien a nadie, recibe el encargo de hacer cacharros para ellos. Y Tschirnhaus se fabrica un frasco pequeño. Sale «medio translúcido y blanco como la leche, como un narciso».
Me encanta esto último. Blanco como la leche, el frasco de mi matemático.
Y el ritmo ya es frenético.
Las cuentas son de cine. «Cada media hora se acercaban a mirar en un kiln, como un rebaño de borregos, y el resplandor los hacía retroceder a todos, hacía tanto calor que las piedras grandes de la cripta se desprendían y tenían el pelo chamuscado y las baldosas del suelo estaban tan calientes que a los hombres les salían grandes ampollas en los pies.» Había auténtico peligro de que el calor de los kilns hiciera arder las estructuras de madera de las murallas exteriores, situadas directamente encima.
Augusto y el príncipe de Fürstenberg llegan en visita de inspección. Al entrar «sienten el golpe del espantoso resplandor». El príncipe habría preferido dar media vuelta, pero Augusto quiere ver el kiln en acción. Es un infierno de ruido y calor y Böttger parece «un deshollinador». Lleva la cabeza envuelta en unos trapos húmedos.
Abre la mirilla y el rey y el cortesano escéptico ven cómo van recortándose oscuramente las gacetas refractarias contra las llamas. Los hombres extraen una gaceta, y dentro hay una tetera blanca. Agarran este cacharro blanco con unas tenazas y lo sumergen en agua fría. Hay un fuerte estallido. Böttger, a continuación, saca la tetera del agua y sigue intacta. Y, según los informes, «el esmalte aún no se había acabado de fundir», pero todo lo demás ha sido un «éxito total».
Algo ha salido bien.
Se refuerza la seguridad en la cripta. Noventa soldados de servicio. Abren grandes fosos para almacenar la porcelana. Encargan un kiln más grande y 1.000 ladrillos de la fábrica de vidrio. Todos los funcionarios civiles de Sajonia reciben la orden de enviar muestras de la arcilla y el ladrillo cerámico locales al laboratorio, para su análisis. Captamos de pronto hasta dónde llega el poder de este rey. Comprendemos lo que significan para el rey de Sajonia cinco generaciones de inversión en el laboratorio de pruebas con minerales de la Goldhaus.
El taller somete a verificación todas las porcelanas que entran. La fórmula de la Kalkporzellan, porcelana de tiza, se establece en nueve partes de arcilla de Colditz, tres partes de arcilla blanca de Schnorrische y tres partes de alabastro.
El 24 de abril de 1708 Augusto firma y sella el decreto por el que se crea la primera fábrica de porcelana de Dresde, la primera fábrica de porcelana de Occidente. Todo el mundo recibe títulos, todo el mundo es ascendido y a todo el mundo se le promete dinero.
Leo este decreto. Es el suspiro de una pepita de oro guardada sin pensárselo dos veces en una bolsa de terciopelo, una ola de apropiación real de todo lo que hagas o sepas. Significa que en realidad no puedes impresionar al rey, porque le perteneces, porque es suyo todo lo que sabes y sabrás.
Y Tschirnhaus rechaza su ascenso al Consejo Privado, diciendo que no quiere títulos «mientras todo esto no se halle en un estado que justifique su uso por mi parte». Me siento orgulloso de él, de esa pausa que impone en plena excitación.
El 9 de octubre Tschirnhaus y Böttger cuecen la primera taza de porcelana auténtica sin esmaltar, la primera vasija blanca y translúcida.
Y dos días más tarde, el 11 de octubre de 1708, fallece Tschirnhaus.
Tiene cincuenta y siete años.
Precintan su habitación, pero sus papeles no aparecen. Dicen que alguien los ha robado cuando llevaba muy pocas horas muerto. Su criado huye con oro y con muestras de la porcelana blanca, y lo capturan y lo someten a interrogatorio, pero niega toda información sobre los cuadernos de Tschirnhaus.
Böttger escribe un breve texto: «Yo he perdido un amigo muy estimado y valioso, Su Majestad ha perdido un leal servidor. [...] Si Dios quiere, su vacante será cubierta por un hombre igual de competente y de leal, pero tengo mis dudas».
Ese mismo día pone en conocimiento del rey que se ha creado la primera porcelana de Occidente, que por fin ha desvelado los misterios del Arcano, que está en posesión del conocimiento para crear porcelana, que ha descubierto el oro blanco. Este nuevo material blanco es la Böttgerporzellan.
III

 

Ahora ya tengo mi segundo objeto blanco de este mundo. Soy muy lento reuniendo mi instalación, mi colección.
El primero es mi aguamanil de monje con tapa, hecho en Jingdezhen para el emperador Yongle, blanco dulce a la mirada de un hombre que necesita y desea la purificación.
Y ahora tengo mi taza blanca de Dresde. Hecha para Tschirnhaus. Augusto el Fuerte puede reclamar lo que quiera, pero esta es una idea que procede de sentirse obligado a pensar algo hasta sus últimas consecuencias, no una orden para saciar un deseo.
A mi matemático le costó muchísimo tiempo conseguir que fuera. La miro muy atentamente. Obsérvese atentamente el momento de la formación, escribe Tschirnhaus en su libro, el momento en que una cosa se convierte en otra, y yo me lo tomo muy en serio.
Veo su niñez en una ruidosa familia de campo, sus lecciones con Spinoza y su conversación con Newton, lo veo aprendiendo a pulir lentes, aprendiendo a hacer grandes espejos que concentran los rayos del sol hasta hacerlos capaces de fundir una pequeña parte del mundo. Lo veo conversando sobre China, sobre porcelana, sobre la interioridad de la materia, con Leibniz. Lo veo aquí en Dresde, surcando la corte y sus ecos y rumores e interminables edictos, logrando por persuasión que un muchacho asustado y febril se pusiera a trabajar, continuando año tras año con sus experimentos. Veo cómo puso su método y sus intuiciones adolescentes en potente conexión y obtuvo porcelana.
Entre las pertenencias de Tschirnhaus —además de sus libros y sus «curiöse sachen», o «cosas curiosas»— había un juguete de madera de los que se utilizan para las demostraciones mecánicas. Tenía un palmo de ancho, una uve de dos barras ligeramente inclinadas y un cono doble de hermosa hechura. Si sitúas el cono en la base de la rampa, el juguete la sube.
Eso es lo que hace el mundo. Puede ser explicable, pero no deja de ser extraordinario. En las manos tengo una taza blanca. Es modesta, pero este es mi momento alquímico, cuando, por primera vez en este viaje, percibo con claridad el modo en que una idea llega a ser.
Este es un blanco diferente.
IV

 

En ese mismo invierno de 1708 hubo unas heladas terribles en toda Europa. En Londres, William Derham registró mínimas de doce grados bajo cero: «Creo que esta helada fue mayor (si no también más universal) que cualquier otra que los hombres tengamos en la memoria». Los árboles revientan. La gente se congela en la cama, los animales en sus establos. El Támesis, el Báltico, los lagos de Versalles, son hielo. Es la Gran Helada, el Gran Invierno. Todo es blanco.
El Dresdner Merckwürdigkeiten comunicó que «el frío era tan pertinaz que no había forma de calentar las viviendas y los pájaros se desplomaban en vuelo, por la frialdad del aire». El 10 de febrero de 1709 hubo un súbito aumento de la temperatura y empezó el deshielo, dando lugar a que el Elba se desbordase de un modo terrible. Quince días después empezaron de nuevo las nevadas. A principios de marzo la nieve volvió a fundirse y hubo una nueva inundación.

 

 

Taza de porcelana de Meissen, c. 1715; Edmund de Waal / Ian Skelton.

 

La necrológica de Tschirnhaus aparece en las Acta eruditorum. Y luego se disuelve en notas a pie de página, al modo en que alguien puede olfatear una idea o un lugar e iluminarlos y luego desvanecerse. En La caída de Ícaro, de Brueghel, que está en el Museo de Bellas Artes de Bruselas, un barco perfecto está zarpando mientras Ícaro desaparece en el mar. Un labrador sigue arando, imperturbable. Auden lo expresa a la perfección: «El barco costoso y delicado tiene que haber visto / algo sorprendente, un muchacho que cae del cielo, / pero tenía un sitio al que llegar y siguió navegando tan tranquilo».
El barco costoso y delicado sigue adelante.
V

 

Se comunica que en Meissen va a haber una nueva fábrica para crear la porcelana inventada por Johann Friedrich Böttger, el Arcanista.
Se comunica que este verano visitará Dresde el rey Federico de Dinamarca. Habrá un torneo a pie, al modo en que combatían los romanos, justas nocturnas en la escuela de equitación, con setenta y dos participantes vestidos de dioses, de Marte el rey danés y de Apolo Augusto. Habrá banquetes hasta el amanecer, un castillo sostenido por barcos atracados en el río, atacado desde ambas orillas por cañones de salva, con la enseña del rey de Dinamarca en la torre más alta, con iluminación de diversos colores, con un gran número de imágenes ardiendo.
Leo las crónicas de la visita: «El aire estaba constantemente lleno de fuego».
El oro blanco
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