TREINTA Y CUATRO Una lluvia más
fuerte
I
William Cookworthy tiene veintiún años en
1726 y tras haber pasado seis años en Londres se ha puesto en
camino hacia Plymouth.
Como dispone la costumbre cuáquera, Silvanus
contribuye a que William se establezca con un modesto préstamo de
Bevan & Cookworthy, Farmacéuticos, Notte Street: «La parte de
la ciudad en que más comerciantes se congregan, una calle que baja
hacia los muelles, la aduana, la oficina de intercambio y otros
organismos relacionados con el puerto».
No podría haber mejor principio para este
joven.
La casa está en un jardín, útil para las
hierbas, a uno de cuyos lados se halla el laboratorio químico con
sus bancos de trabajo, sus estanterías y su alambique, y un
dispensario. El ancho es de siete ventanas, la altura de cuatro
plantas, está construido con piedra de Portland y tiene una
empinada escalinata por la que se sube hasta una hermosa puerta en
cuyo frontón hay un águila a punto de emprender el vuelo.
Voy siguiendo a William. Ya nos
tuteamos.
He pasado por Jingdezhen y Versalles y
Dresde. Me he divertido lo mío y ahora empiezo en Occidente.
Plymouth es un puerto con mucha actividad, situado en las
hondonadas de dos colinas grises y verdes, con los ríos
adentrándose profundamente en el canal, con la ciudad verde y gris
abrazada a la media luna de tierra. El doctor John Huxham, nuevo
vecino de William, escribe lo siguiente del lugar:
La ciudad de Plymouth está localizada al fondo de una bahía muy ancha, muy abierta a los vientos del sur; por el este y el oeste la abrigan unos acantilados muy altos, el fondo termina en las Marble-Rocks, sin que por ello deje de haber un brazo de mar que se adentra largo trecho en el terreno por ambos lados [...]. Desde el fondo de la bahía el terreno se eleva constantemente, hasta llegar a los montes Dartmoor, que distan unos quince kilómetros de la ciudad. —Acabo de describir la situación de la ciudad, que, entre otras cosas, quizá sea motivo de que caiga tanta cantidad de lluvia todos los años.
Esto, más que un paisaje, es un sistema
climático.
Es un lugar proclive a «súbitos y a veces
acusados cambios de tiempo», escribe el doctor Mudge de Plymouth.
El cielo es de plomo, de peltre, de estaño, a veces aborregado,
mientras que el terreno es «muy sucio con mal tiempo, por las
corrientes que transcurren por mitad de las calles». En la
Biblioteca Británica me paso una mañana muy entretenido con el
doctor Huxham, que ha utilizado su barómetro tres veces al día para
tomar notas con destino a las Observaciones
sobre el aire y las enfermedades epidémicas desde el año [1727 al
1737], ambos inclusive, de modo que ahora sé el grado de
humedad que ha de soportar William por las mañanas, cuando sale a
mediodía y cuando cena y cuando se deja caer en la cama de su nuevo
hogar.
Sus días han de llevar la mención «Cierta
cantidad de lluvia», «Una considerable cantidad», «Lluvia más
fuerte» o «Lluvia persistente e intensa».
II
La ciudad y el astillero están
congestionados, son un ir y venir de marineros y prostitutas,
patrullas de reclutamiento y ajustadores navales, comerciantes de
velas y mástiles, fabricantes de cabos y norayes. Hay un flujo
continuo de carretas en el que los mercaderes del sector de la lana
trasladan la lana sin escarmenar de los rebaños del oeste y el paño
de sarga para exportación, y embarcaciones que arriban de
Cornualles con estaño y cobre. Hay ventas matutinas de sardinas
capturadas con jábegas, y luego, tres veces por semana, hay un
mercado de productos del campo, mantequilla, pollos y maíz. En el
muelle de Plymouth se organizan subastas raras y maravillosas de
bienes muy preciados, arrebatados al enemigo de turno —rapé de La
Habana, observa William— y hay toneles de azúcar, ron, arroz,
tabaco y demás productos coloniales que aquí desembarcan.
Donde hay buques y carga hay disputas, así
que esta ciudad tiene sus abogados. Luego están los doctores Mudge
y Huxham, médicos; los banqueros, los subasteros, los funcionarios
del Royal Dockyard; y los clérigos que todos ellos mantienen para
que prediquen respeto y tolerancia a los marineros, y ministros
diversos para el creciente número de Disidentes que no pertenecen a
ninguna Iglesia, porque Plymouth, como todos los puertos, se halla
en permanente equilibrio entre la respetabilidad y el caos
total.
William va a ser mayorista y minorista de
médicos y farmacéuticos de todo Devon, Somerset y Cornualles y la
población inmediata de Plymouth. A lomos de su yegua gris recorre
Plympton, Plymstock, los South Hams, Buckland, Tamerton Foliot,
Bere Alston, localidades cuyos nombres suenan igual que las listas
de materiales esotéricos del aparador de su botica.
A William Cookworthy Esq. ya se le ve un
poco imperturbable con su velarte de cuáquero, corbata blanca al
cuello, sombrero negro de ala ancha y el paso cansino de su
montura.
William le ha puesto Prudence.