CINCUENTA Y UNO Elegía de Gray
Cinco días después de la demolición de la
nueva patente, Wedgwood se sube a un carruaje.
Consideré adecuado desplazarme a Cornualles,
la única parte de este reino donde en este momento pueden
encontrarse, para examinar sobre el terreno las circunstancias que
en ellas concurren —si las habrá en cantidades suficientes—, en
manos de quién están, qué precios pueden aplicárseles, etc.,
etc.
Se lleva consigo al señor Turner, alfarero
de Lane End, y a su formidable agente, Thomas Griffiths. Tres días
después están cerca de la sede de Thomas Pitt y como «es amigo mío,
al igual que el señor Champion, quise ponerme en contacto con él
para poner en su conocimiento lo que se había hecho con respecto a
la patente del señor Champion».
La visita es encantadora. Su anfitrión no
desmerece de su reputación de hombre de buen gusto. Wedgwood
escribe en su diario:
Lo encontramos en casa, y nos llevó a dar un paseo después de comer, bajando por un suave valle con bosques colgantes a cada lado, y un arroyo claro e impetuoso [...] cuando llegamos a una hermosa y vieja haya, a la vera del agua, cuyas raíces eran visibles en varios repliegues por encima de la superficie, el señor Pitt se tendió sin esfuerzo y repitió esos hermosos versos de la Elegía de Gray, en el terreno de una iglesia rural.
En cuanto desaparece el carruaje de
Wedgwood, Pitt le escribe directamente a Champion:
De la disposición parlamentaria solo sabía lo que me comunicó usted por escrito, hasta que Wedgwood vino a verme... Wedgwood dice que su especificación de usted es como un faro, que le muestra a la profesión precisamente lo que debe evitar, lo que solo ha de servirle para llegar salva a puerto. Los dos grandes pilares de nuestra porcelana son la arcilla y la piedra, y lo demás es mero retoque o fabricación, sobre lo cual no cabe la menor duda de que Wedgwood sabe más que todos nosotros juntos.
Si Wedgwood conoce los ingredientes del
cuerpo de la porcelana, todas estas horas en Notte Street, las
cartas y las muestras y los fragmentos, la procura de moldes, la
contratación de abogados, las angustias y las aspiraciones, el
soñado Dresde del West Country... todo ello se viene abajo.
Pitt recuerda la «Elegía» de Gray y su
penumbroso talante se apodera de él.
«Allí, al pie de aquella combada y lejana
haya / que ascendiendo retuerce sus míticas raíces, / su longitud
indolente al mediodía alargaba / y en sonoros arroyos fijaba la
mirada.»4
Wedgwood, añade Pitt, «está ahora visitando
Cornualles en busca de muestras».