CINCUENTA Y DOS Viaje por
Cornualles
I
Leo el Journey into
Cornwall, viaje por Cornualles, de Wedgwood y pienso en lo
buen compañero de viaje que debió de ser.
Llevo tanto tiempo con William que mi paso
se ha acoplado al suyo y estoy empezando a andar como si fuera un
bondadoso cuáquero, como dando un paseíto, parándome a mirar esto,
intrigado por aquello, perpetuamente al acecho.
Y el paso de Wedgwood es tremendo. Tiene una
pierna de madera y recorre la vida con un martilleo de rapidez y
ritmo. Mira el paisaje con ojos de especulador, de agente de la
propiedad inmobiliaria, geólogo, mineralogista, alfarero,
clasificando la información para luego utilizarla. Escucha el
precio de la mano de obra, pregunta a cómo está la tarifa diaria de
los operarios, cuánto era antes, y comprueba quién es el
propietario del terreno que recorre. Va anotando y recogiendo según
anda, llevándose «especímenes de todo tipo» para su catálogo de
Cornualles.
Lo percibes como una brújula que tiembla
todo el tiempo, leyendo las distancias al mar y el pasaje a puerto,
el puerto de Etruria. Lo ves de pie junto al carruaje, golpeando el
suelo con el bastón para que se pongan en marcha el señor Griffiths
y sus amigos, el señor Turner, otro alfarero de Staffordshire y un
boticario de la localidad, el señor Tulloch. No es que no esté
pasándolo bien: «nos comimos un pequeño rodaballo y otro plato de
pescado frito para cenar, con otro par de platos, y todo a unas
cuantas monedas por cabeza». Lo que pasa es que tiene que encontrar
growan y está impaciente.
Al cuarto día se baja del carruaje:
«Estábamos ahora en mitad de las minas y de los montones de tierra
creados por ellas, hallándonos a poco más de tres kilómetros de St.
Austle estábamos extremadamente deseosos de examinar su contenido.
El primer sitio que vimos en que verdaderamente había gente
trabajando era un pozo del que se extraía una gran cantidad de
arcilla indurada, tal como habíamos esperado. Era de color
blancuzco, bastante suave al tacto». No es lo que buscan, pero
están cerca.
Wedgwood es tan magnífico como Augusto. Es
el primer minero.
II
Cornualles se extiende ante él como un
filón valioso, mientras escoge su camino por entre las colinas,
preguntando cuánto paga la fábrica de Worcester por este jabón de
roca, cuánto dura esta cesión, con qué encargado tendría que hablar
para ponerse de acuerdo en condiciones y contratos. Está en una
larga fila de Aventureros. «El terreno es muy abundante en minas
—observa— y en algunos parajes la hierba está totalmente destruida,
de manera que tiene un aspecto muy especial y de hecho muy
desagradable.»
Prolongan su recorrido durante varios días,
«hasta el punto más alejado del extremo del Territorio que termina
en grandes y escarpadas rocas, por las cuales trepamos tan deprisa
como pudimos sin arriesgarnos, para decir que habíamos llegado al
punto más alejado, y permanecimos durante cierto tiempo
contemplando esa inmensa perspectiva en una especie de silencio
reverencial, veneración y asombro». Una vez concluido este acto
solemne, «dimos media vuelta y en un arrebato de alegría vertí unas
lágrimas. Ahora ponía de nuevo el rostro en dirección a
Etruria».
Y emprendieron el duro camino de
regreso.
Hacen alto en Tregonning Hill, el lugar en
que William tuvo su revelación treinta y cinco años antes, la
sinapsis que puso en contacto la piedra de las colinas de
Jingdezhen con el terreno elevado de las cercanías de
Penzance:
Nos habían hablado mucho de la excelencia de la arcilla y de la piedra growan en ambas laderas de esta colina. El señor Borlase afirma [en su Historia Natural de Cornualles] que, según le había contado el señor Cookworthy, la piedra de esta colina es la más adecuada para la porcelana — Nos detuvimos pues en la ladera de la colina y enviamos a buscar un poco de esta arcilla, que vimos extraer [...]. Tomamos muestras tanto de la arcilla como de la piedra, y por lo poco que pudimos verlas, y quizá porque veníamos muy predispuestos a su favor, llegamos a la conclusión de que ambas eran buenas, aunque al tratarlas con más cuidado, en casa, me encontré con que no era así [...]. Nos agradó mucho ver una cantidad tan inmensa de materias primas, suficiente para abastecer a todos los alfareros del mundo.
Percibo aquí una transgresión de la epifanía
de William. Wedgwood, ventrílocuo de los alfareros del
Staffordshire, habla ahora por todos los alfareros del mundo.
En St. Stephen, cerca de St. Austell, el
ritmo vuelve a cambiar. Aquí, Wedgwood entra en contacto con un
agricultor en cuyas tierras hay arcilla y piedra, pero halla
que
la mujer se oponía totalmente a vender la propiedad, diciéndole que no debía venderla, que si la convertía en dinero acabaría bebiéndosela; pero él nos la ofreció al precio del momento. Cuando le preguntamos que cuánto era eso, dijo que 10 por tonelada, renta minera. Les hicimos saber en respuesta que se equivocaban mucho al suponer que estos materiales solo existían en St. Stephen, porque los habíamos encontrado en casi todas partes durante nuestro camino hasta el fin del Territorio, y que había otros muchos sitios con que ajustarnos, que abandonaríamos esta parte del país inmediatamente; y que tenían que decir esa misma mañana si estaban con nosotros o no. A continuación nos preguntaron cuánto daríamos por tonelada, y les contestamos que nada, porque queríamos comprar o arrendar la tierra, incluidas las materias primeras, y extraer lo que estuviera a nuestro alcance; y que si aceptaban estas condiciones estaría muy bien, pero que en caso contrario ya no teníamos más que hablar.
Wedgwood se apoya en su bastón. Ya sabemos
qué es lo que le gusta hacer, el cálculo de la posición y la
oportunidad, la oferta y la réplica. «El hombre dijo que nos
arrendaría la piedra y la arcilla de la propiedad por un número de
años, y pidió 20 guineas al año de alquiler. Le ofrecí 10.
Aceptó.»
En esas estamos, pues. «Concluido ya nuestro
asunto en Cornualles, habiendo conseguido la posesión firme y
segura de estas materias primas en términos razonables, dejé allí
al señor Griffiths a cargo del negocio y salimos de St. Austle
después de comer y pasamos la noche en Liskard y al día siguiente
dejamos al señor Tolcher en su casa de Plymouth.
Wedgwood no visita al otro boticario de
Plymouth, el de Notte Street, durante su camino de regreso a
Etruria. Con trofeos.
Cornualles siempre fue tierra de
Aventureros, de especuladores. Cornualles, en
nuestros propios términos.