SESENTA Qué blancura, qué candor

 

 

I

 

Me encanta la obra de Wilhelm Wagenfeld. En los primeros tiempos de la Bauhaus diseñó una lámpara que es un equilibrio poético de esfera y columna. Y los contenedores apilables de vidrio de su gama Kubus, que data de 1938 —perfectos para el frigorífico—, son Bauspiel en sí mismos, útiles y concisos en el empleo de los materiales. Los venden en la tienda del MOMA de Nueva York, en la cara sección de clásicos. Me gustaría saber si también hizo porcelana. Y una jarra, un poco demasiado rotunda para ser totalmente bella, aparece en la pantalla de mi portátil. Y Allach.
Es el nombre de una fábrica, de modo que lo busco en Google.
Está en Dachau, cerca de Múnich.
II

 

Lo que pasa cuando investigas algo es que sigues un camino —normativa minera de Cornualles o porcelana en barcos naufragados— que no te lleva a ninguna parte y son tres días de tu vida profesional, y tienes que dar media vuelta y desandar lo andado, pegándoles patadas a las piedras.
Pero estoy intrigado y me compro un libro sobre la porcelana Allach.
Comprar un libro es mi posición de referencia por omisión. Tarda una semana en llegar, un libro de tapa dura, negro, con la foto de una Atenea de porcelana en la cubierta. Está en inglés, lo publica Tony L. Oliver, de una calle de los alrededores de Egham, Surrey, en 1970.

 

Son las circunstancias únicas que concurrieron en la Alemania de 1943 las que hicieron posible que los mejores Artistas, Diseñadores, Alfareros y demás personas relacionadas con la manufactura de porcelana fina dejaran las muchas fábricas de fama mundial que existían en Alemania en aquella época, como las de Dresde, Berlín, Rosenthal, y entraran a trabajar en la fábrica de Allach, de la que nadie había oído hablar hasta entonces. Fue esta concentración única de talento puesto al servicio de la producción lo que permitió que la porcelana de Allach alcanzase una calidad tan alta y, por consiguiente, tan deseable.

 

En la segunda solapa hay una lista de libros y postales de Uniformes de las SS.
Y abro el libro y la ilustración número 1 es una foto de Hitler y el Reichsführer-SS Heinrich Himmler «observando con evidente aprobación una selección de figuras de porcelana de Allach. 1944». Las figuras parecen Meissen del siglo XVIII. Hitler sonríe, entusiasta.
Concentración de talento suena muy fuerte. Estaban hechas en el campo de Dachau.
III

 

El relato comienza en 1935, en el número 8 de la Lindenstrasse de Allach, en el extrarradio noroeste de Múnich, con tres miembros comprometidos de las SS. Son el pintor Franz Nagy, el escultor Theodor Kärner y el artista Carl Diebitsch. Construyen una pequeña fábrica aneja a un chalet urbano. El proyecto es hacer porcelana digna del partido.
El proyecto llega pronto a conocimiento de Himmler, que dispone una inyección de capital de 45.000 marcos del Reich de su oficina personal. Fundan la PMA, Porzellan Manufaktur Allach. Himmler propugna que haya arte en todos los hogares alemanes, pero antes «en todos los hogares de mis hombres de las SS». Tener su propia fábrica de porcelana le daría el control, le permitiría exhibir su talante cultural, obtener fondos para las causas que tiene en aprecio. Una de ellas es el Socorro Invernal Alemán, la organización benéfica del Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei fundada por Hitler tras su nombramiento como canciller. Es una organización muy jaleada dentro del partido.
«Veinte millones de soldados de porcelana en marcha» es el eslogan de marzo de 1938, cuando Allach empieza a vender soldados de porcelana y pequeñas insignias de porcelana con imágenes de soldados, para recaudar dinero para los pobres y leales ciudadanos del Reich. Es la semana del Anschluss, cuando los soldados alemanes cruzan la frontera austriaca en loor de delirantes multitudes.
Al mismo tiempo aparece un artículo titulado «August und die Porzellansoldaten», Augusto y los soldados de porcelana. En él se narra la historia del rey Augusto el Fuerte y su pasión por la porcelana, y cómo trocó un regimiento entero de dragones, el llamado «regimiento de porcelana», por un juego de enormes jarrones blanquiazules. A continuación el artículo subraya que este regimiento participó del lado pruso en la batalla de Kesseldorf y que derrotó al ejército austriaco.
IV

 

Tener tu propia fábrica de porcelana te permite hacer regalos.
En las SS de Himmler se practicaban interminables rituales de entrega de regalos. Alfred Rosenberg, el teórico del partido, estaba muy empeñado en la creación de nuevos rituales, nuevos arcanos para incrustar al pueblo en su cultura: las Navidades pasaron a ser la Julfest, un sucedáneo de la celebración nórdica del invierno, con fuego sagrado y velas y música.
Así, pues, Allach hace Julleuchter, faroles para Julfest que colocar en las mesas festivas y que estén ahí brillando mientras las familias celebran el nuevo año, el nuevo comienzo de su país.
Y los cumpleaños y las bodas y los hijos que les nacen a los miembros de las SS —algunos de los cuales serían ahijados de Himmler—, todos ellos reciben regalos de porcelana Allach. Y hay cuencos de porcelana para presentación en los mítines del partido en Núremberg, medallas deportivas, placas en celebración del Anschluss, una jarra en ofrenda a Hitler por su quincuagésimo cumpleaños, en 1939, enormes jarras blancas para las hornacinas de la Cancillería. ¿Quién podría haber previsto tanta demanda de porcelana?
La fábrica de Allach se queda pequeña y a finales de 1940 la trasladan al campo de concentración de Dachau.
Tener la fábrica allí reúne muchas ventajas.
Está el beneficio inmediato de utilizar a los prisioneros. La Fábrica de Porcelana de Allach está perdiendo trabajadores cualificados por culpa del Frente Oriental, y en Dachau se puede recurrir a los presos. Los pocos prisioneros traídos desde el campo en 1941 pasan a ser más de cien en 1943: «A partir de este verano tratamos de cubrir la merma de trabajadores cualificados que está provocando la guerra sustituyéndolos con prisioneros, y los resultados en moldeado, forma y esmalte son altamente satisfactorios [...]. Todos estamos tratando de sacar adelante la fábrica, superando las dificultades de la guerra, para poder presentarnos con orgullo ante nuestros camaradas del frente».

 

 

Himmler en una visita a la fábrica de porcelana de Allach, Dachau, 20 de enero de 1941; Image Bank WW2 — NIOD; Beeldbank WO2, Ámsterdam.

 

Y aquí en Dachau está la ventaja añadida de tener a mano el asesoramiento artístico de Frau Eleonore Pohl, esposa del SS-Hauptamtchef Oswald Pohl. Es una artista. Él es el jefe de la SS-Wirtschafts-Verwaltungshauptamt (WVHA) que gestiona todas las actividades económicas y financieras de las SS. Incluidos los campos de concentración.
Y Himmler tiene su propia fábrica a la que llevar de visita a sus camaradas oficiales de las SS, recorrer con ellos los bancos de trabajo, mirar por encima del hombro de los prisioneros y hacer preguntas y pasar revista. Cuando visitan Dachau, la fábrica es la primera parada del recorrido. Johannes Heesters, el artista más famoso de Alemania, participa en uno de los recorridos y recibe los correspondientes regalos. Hay un libro de visitas.
Ahí están todos, comparando figuritas, comparando cosas.
Les dan la vuelta, como se supone que han de hacer, y debajo está la marca que dice Allach y el símbolo es la doble Sig relampagueante de las SS. Han tenido la habilidad de trasponer las dos espadas de la marca de Meissen.
Todo el mundo está contento con este arreglo de Allach como compañía semiautónoma, y hay ascensos, y a Kärner se le concede el empleo de SS-Hauptsturmführer honorario y un puesto de profesor también honorario, con ocasión del cumpleaños de Hitler. Y Diebitsch, que está ocupadísimo diseñando los nuevos distintivos, las insignias y el equipo, las banderas, vainas y gorras que tan importantes son para la particularidad de las SS, asciende a Obersturmbannführer de la Waffen SS.
Es una compañía que se gestiona con toda precisión. Las cuentas se llevan bien. Los números de las figuras se archivan minuciosamente. Himmler se queda con el cuarenta y cinco por ciento de la producción de la fábrica, y a veces paga. Y en 1942, cuando hay una epidemia de fiebre tifoidea entre los prisioneros de Dachau, Himmler exige que se le pague por los muertos.
V

 

Himmler quería que su Allach hiciera objetos künstlerisch wertvolle —artísticamente valiosos—, sin degenerar en lo kitsch. El director de la Galería Estatal de Porcelana de Dresde, el profesor Paul Fichter, a cuyo cargo está la colección de porcelana de Augusto, supervisa los diseños de Allach y aporta respetabilidad a la compañía. Su nombre, con sus títulos, va en la base de algunos productos. Otro asesor es el profesor Wagenfeld, vinculado en aquel momento a la fábrica de vidrio de Lausitzer.
Deutsch sein heisst klar sein. «Ser alemán es ser claro», dijo Hitler.
Ser claro es tener talento y contar bien las historias, sin ofuscarse. El arte degenerado carece de talento, es mero boceto, inepto. No es claro. Hitler sabe lo que quiere. Quiere ver talento.
Si quieres causar buena impresión al Führer, eso es lo único que tienes que hacer.
Así que Allach hace un garañón de porcelana, con las patas delanteras en alto, la cola al viento, poderoso e independiente, un auténtico líder, etcétera, etcétera.
La porcelana de Allach es una «especie de cartel de la representación cultural de las SS», escribe el jefe de personal de Himmler.

 

Solo se producía porcelana de elevado rango artístico, tan distinguida que logró superar la mayor de las dificultades tecnológicas. Consistió esta en producir la figura de un jinete a caballo sostenida solamente en las finas patas traseras del caballo, sin el recurso habitual de sostener el pesado cuerpo del caballo apoyándole el vientre en una alegoría de tronco de árbol, rama o flor. Eran logros que ni siquiera los otros fabricantes alemanes más famosos, como Meissen o Nymphenburg, conseguían alcanzar. Tal era la voluntad del Reichsführer-SS.

 

Pues eso. Himmler consigue lo que Augusto el Fuerte nunca pudo conseguir, con la voluntad.
Y Hitler, habiendo visto lo que Allach podía hacer, encarga la producción especial de cien figuritas de Friedrich der Grosse zu Pferd, Federico el Grande a caballo. Conserva una de ellas en su despacho de la Cancillería. Las demás se las regala a quienes lo han impresionado por su entrega a la pureza del Reich.

 

 

Figuritas de Allach que Himmler le regaló a Hitler, Berlín, 20 de abril de 1944; Bayerische Staatsbibliothek / Heinrich Hoffmann.
VI

 

Y hay más talento, más claridad.
Observemos el modelado de los osos de porcelana, los ciervos macho y hembra y los cervatillos, las crías de zorro, los perros salchicha y los alsacianos. Los cachorros son tan expresivos... El Ciervo reclinado del profesor T. Kärner está pendiente de todo, con cada uno de sus músculos preparado para huir. Es un bestiario alemán con animales que mimar y animales que cazar.
En el parque profundo que linda por el sur con Dachau hay ciervos de este esplendor, un paso más allá de las alambradas y de las torres de vigía, cuidadosamente acorralados para poder dispararles desde la garita, después de cenar con el comandante.
Y luego están las estatuas de los jóvenes y perfectos: muchachas después del baño, madres con hijos, campeones, desnudos femeninos caminantes, un joven Hitler con pantalones cortos y tocando el tambor, ojos puestos en el futuro, estrepitoso, y una Bund Deutscher Mädel, una afiliada de la Liga de Muchachas Alemanas, coletas enmarcándole el rostro, con el pie izquierdo adelantado. Hay una fila de oficiales de vuelo en uniforme completo con espada, y una figurita de un piloto, recién bajado de la carlinga, tan campante, y un motorista de las SS y un portaestandarte de las SS. «El portaestandarte lleva una gola SA-SS muy finamente detallada», dice el libro de los coleccionistas. El portaestandarte no se expone en las tiendas y es propiedad personal de Himmler.
Y luego está el guardia de asalto de las SS.
El conde Von Ribbentrop, embajador alemán en Londres, compra estas figuritas para regalárselas a los miembros de la alta sociedad británica que, a su entender, saben hacerse cargo de la complejidad del Reich. Y el guardia de asalto de Allach termina adornando la repisa de una chimenea en la casa del marqués de Londonderry, en el Ulster.
La más deseada de todas estas figuras era un joven musculoso, con el torso desnudo, apoyado en su espada, Die Fechter, el esgrimista. Solo se le regalaba a lo más selecto del Partido. Y encuentro un retrato formal de Reinhard Heydrich. Heydrich presidió en 1942 la conferencia de Wannsee en que se concretaron los planes del Holocausto. Era, según Hitler, muy satisfecho de él, «el hombre del corazón de hierro», responsable de los Einsatzgruppen, los escuadrones de la muerte que mataron a millones de judíos.
Era un esgrimista. Tiene Die Fechter en su escritorio, a mano, blanco trofeo, «un Presagio en el Hueso / De la tremenda cercanía de la Muerte».
VII

 

Das Schwarze Korps, el periódico de las SS, informa de la inauguración de la nueva tienda de Allach en el número 13 de la Leipzigstrasse de Berlín, el primero de abril de 1939. Cita a Hitler, quien ha proclamado, al ver esas porcelanas, que «Kein Volk lebt länger als die Dokumente seiner Kultur», ningún pueblo vive más que los documentos de su cultura.
«Estas palabras del Führer son una divisa cultural para nosotros. Sabemos que todo lo que produzcamos será examinado con ojos críticos por quienes vengan detrás, y no queremos que las generaciones siguientes emitan un pobre veredicto sobre nuestras obras.»
La nueva tienda está muy bien puesta, con un par de enormes escaparates flanqueando la entrada y lámparas de pared para tenerla iluminada de noche y ALLACH en el tímpano. El Schwarze Korps de la semana siguiente nos invita a visitar el interior, en cuyo lado derecho hay vitrinas con figuritas iluminadas.
La foto nos muestra a Himmler caminando por delante de esas cajas de cristal, con las manos a la espalda, pasando revista a sus dragones.
Y en 1941 y 1942, con el avance del ejército hacia el este, se abren tiendas ALLACH en nuevas ciudades del Reich: Varsovia, Poznań y Lwów, ahora llamada Lemberg.
El plato de la Julfest de 1943 que se envía a los miembros más destacados de las SS nos muestra unos crucus color de rosa brotando de la tierra nevada. Al dorso va un facsímile de la firma de Pohl dentro de un pequeño círculo de runas. El 14 de enero de 1943 Himmler le escribe a Oswald Pohl contándole que ha visitado la tienda Allach de Poznań: «En Allach tenía un águila muy bonita, de yeso, mate. ¡Y ahora me la encuentro esmaltada en la tienda de Poznań! Es espantosa. Exijo que esto se modifique inmediatamente». No puede ser demasiado difícil, seguramente, enviarle la primera muestra de porcelana que se produzca y recabar su opinión. Y el personal es demasiado joven. No deberían trabajar en puestos tan visibles durante la guerra. «No tengo el menor deseo de que me fastidien una de las pocas cosas que me proporcionan placer.»
Himmler da importancia a los detalles. Cuenta con Pohl y ambos están en permanente comunicación. El 6 de febrero Pohl atiende al requerimiento de Himmler en ese sentido y le envía un inventario de los materiales retirados a los judíos de Auschwitz: 155.000 abrigos de mujer, 132.000 camisas de hombre, 11.000 chaquetas de chico, 6.600 libras de cabello femenino.
Ahora hay una tienda muy grande en Varsovia. Hay siluetas mirando los escaparates, una mujer con abrigo de piel traspasa el umbral. La porcelana es un gran éxito, en alza, en marcha, que amplía su demanda.

 

 

Tienda de porcelana Allach, Varsovia, 1938; Archivum Cyfrowe Warsaw.
VIII

 

Casi todas estas figuritas son blancas.
Ello era así a petición de Himmler. Iban esmaltadas de blanco o eran bizcocho sin esmaltar. Las cifras de producción de porcelana blanca eran muy superiores a las de porcelana de color.
«¡La porcelana blanca encarna el alma alemana!», afirma el primer catálogo de Allach.
El blanco de la piel de esta porcelana es el blanco de las superficies de mármol, la perfección de las estatuas griegas en los museos de Berlín y Múnich. El Museo de Pérgamo, que alberga la mejor escultura del mundo clásico, es el edificio más blanco del Reich. Las figuras de porcelana de Allach cumplen las restricciones del gran crítico alemán Johann Winckelmann: «El blanco es el color que más refleja los rayos de la luz, y por consiguiente se percibe más fácilmente que los demás colores, de manera que un cuerpo hermoso será tanto más hermoso cuanto más blanco sea».
Ahí tenemos el culto del cuerpo, el fetichismo de la suavidad y las proporciones correctas, la pulcritud, la asexualidad. Esta es porcelana de tener en la mano, de coleccionar. Puedes comprar los desnudos. O puedes hacerte con el juego de tipos SS y enseñarles la exactitud de los detalles de la insignia a tus camaradas oficiales, en algún rato de esparcimiento, tras haber cumplido con vuestros deberes.
Recuerdo lo que dice Susan Sontag sobre las películas de Leni Riefenstahl y «el contraste entre lo limpio y lo impuro, lo incorrupto y lo profanado, lo físico y lo mental, lo gozoso y lo crítico». Lo blanco localiza la degeneración.
Recuerdo a Ezra Pound, en Rapallo, escribiendo cartas de un modo obsesivo, denunciando a los judíos, la influencia judía, la enfermedad hebrea, denunciando a todo el mundo. Y en su Canto LXXIV nos dice: «¿Qué blanco añadirás a esta blancura, qué candor?».
El blanco simula el candor, hasta ahí llega, demasiado llega.
Esta es la historia sin pueblo.
El oro blanco
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