Capítulo 80

 

 

Esa noche no pudo dormir. Todo el tiempo estuvo tratando de comprender cómo es posible, pero es inútil. Tiene que obtener información a toda costa; tiene que averiguar qué es lo que está sucediendo y pronto.

Por la mañana se comporta como otro día común. No quiere levantar sospechas en ella y hace todo el esfuerzo posible para que no descubra lo que ya sabe aunque sea poco o casi nada.

–Buen día querida, veo que ya te sentís bien –comenta al verla levantada y cambiada para ir a su trabajo.

–Sí, ya estoy mejor.

–¿Querés que almorcemos juntos hoy?

–No puedo, tengo que recuperar el día de ayer –dice mientras abre la puerta de entrada.

Segundos después sale a toda velocidad en su camioneta. Aguarda un minuto, toma un taxi que pasa justo por la puerta de su casa y le indica al chofer que la siga a una distancia prudencial. El taxista hace algunos comentarios tontos y sin sentido los cuales son ignorados por Alex. Su mente está trabajando intentando recordar hechos o situaciones que puedan ayudarlo a comprender todo esto, pero no tiene suerte...por más que lo piense no hay manera de entender por qué su esposa tiene el símbolo de la Cofradía Salomónica.

–Se detuvo, ¿qué quiere hacer ahora?

El comentario del chofer lo vuelve a la realidad. Concentra la vista en su alrededor y puede ver que Susana entró en un estacionamiento en el centro de la ciudad.

–Tome, gracias por todo –le paga y desciende del vehículo.

Intenta ocultarse en el resto de la gente que transita por el lugar, siempre manteniendo una distancia razonable para que no note su presencia.

Susana sale del estacionamiento, toma el ticket que le da el encargado y se dirige hacia un café que hay a unos metros.

Él aguarda desde la lejanía como un cazador que investiga a su futura víctima. Transcurren los minutos y nada sucede dentro del bar. Ella está tomando un café leyendo el diario; ni siquiera habló por teléfono con nadie. Es evidente que está haciendo tiempo para algo.

Cuando se decide a entrar y a enfrentarla algo sucede. Un hombre se acerca a su mesa y le habla. Su esposa sonríe, le da un beso en los labios y se sienta enfrente de ella.

Lo que observa no lo molesta tanto como la traición de su mujer con la Cofradía. Es algo que nunca le va a perdonar por más que su explicación tuviese siquiera algo de sentido.

No espera mucho tiempo cuando decide finalmente entrar al café. Al ingresar, Susana involuntariamente gira su mirada hacia la persona que está en la entrada y se queda perpleja al verlo.

–Hola querida, veo que estás mejor de salud –comenta de manera sarcástica.

–¿Qué hacés aquí? –pregunta sorprendida al verlo.

–Eso mismo quiero saber yo.

–Si es por él...

–No me interesa si es tu amante o tu juguete –interrumpe sin quitarle la vista de encima–. Quiero que me expliques otra cosa.

–¿Qué cosa? –responde extrañada.

–Quiero saber el porqué del tatuaje que tenés en la nuca.

Nunca se hubiese esperado esa pregunta por parte de él. Tanto es así que no sabe qué contestarle; no encuentra ninguna mentira posible que le pueda dar. Él conoce el símbolo y a qué pertenece; sería tonto malgastar tiempo en intentar engañarlo con algo que conoce.

–Bueno querido, al fin lo sabés.

–Hubiera preferido no saberlo.

–Es posible, pero ya es tarde –habla con total naturalidad, como si estuviesen hablando del importe de la cuota del gimnasio.

–¿Entonces?, ¿qué mierda se supone que sucede? –el tono de su voz se hace cada vez más alto al verla desafiante.

–Yo querido, soy la líder de la Cofradía Salomónica.

–¿Cómo?, ¿vos sos la responsable de que haya muerto mi padre?

–No, el nombramiento fue mucho después, inclusive luego de nuestro casamiento.

–¿Pero cómo...? , ¿Vos? –pregunta sin sentido.

–Siempre lo ambicioné y finalmente lo logré. Tuve que liberarme de mi padre para lograrlo pero valió la pena.

–¿Tu padre?, ¿Santiago?

–Así es. Él fue quien asesinó a tu padre y nunca lo supiste –responde con soberbia mientras toma otro sorbo de café–. Era el líder hasta que lo asesiné.

La mira estupefacto. Su pareja de toda la vida resultó ser una persona despiadada, homicida, ambiciosa...algo que él nunca se hubiese imaginado.

De pronto se escucha un fuerte sonido a su espalda, lo que causa que Alex gire su cabeza inconscientemente para observar qué lo produjo. Mira hacia el costado y ve como el vidrio lateral del negocio se desploma roto en miles de pedazos.

Vuelve la mirada hacia Susana y se sorprende al verla recostada sobre la taza de café como si se hubiese desmayado.

– ¿Susana? –la toca para ver qué le sucede.

Una mancha de sangre comienza a esparcirse por la mesa cayendo luego por uno de los costados hacia el suelo. Ambos hombres se incorporan impresionados al verla y Alex se desploma por la conmoción de ver que la sangre emana de un orificio en su cabeza.

La gente que se encuentra en el negocio se percata de lo que sucede y grita desesperada. Algunos de ellos salen corriendo del lugar llevándose por delante a otros en el camino.

Alex se reincorpora y vuelve a observarla estupefacto. Su esposa está muerta frente a él, producto de un disparo sobre su cabeza.

 

Se queda inmóvil ante la imagen que tiene frente a él. Es como si parte de él hubiese deseado que ocurriese luego de enterarse del tipo de persona que ella era, pero jamás lo imaginó como algo real.

Unas personas que aún quedan en el lugar lo apartan para intentar revivirla pero todo es inútil. La sangre que hay derramada evidencia que no hay vuelta atrás.

Sale del local por el agujero que se hizo en el vidrio con una sensación ambigua, entre angustiado y satisfecho. Ya afuera del negocio observa que todas las personas están inquietas...evidentemente la gran mayoría de ellos nunca han visto un homicidio.

Por un acto reflejo alza la vista hacia un edificio que está enfrente a unos metros del lugar y nota algo extraño. Enfoca la mirada a la vez que camina hacia adelante, con la intención de estar más cerca y lograr comprender lo que mira.

Un hombre está en el techo y hace un gesto como si lo estuviese saludando, él devuelve el saludo sin saber si es el destinatario de la seña.

Lo sigue observando detenidamente. El individuo guarda en un bolso lo que parece ser un rifle, pero ello no le sorprende tanto como su cabellera, blanca como una nube.

Dios no juega a los dados
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