Capítulo 75

 

 

Los planes de la boda la tienen nerviosa. Quiere que todo salga perfecto y por ello se compromete en toda la organización...no confía que nadie haga las cosas mejor que ella.

–Tranquila amor, vas a ver que todo va a salir bien –dice su pareja al verla inquieta deambulando de un lado a otro como un pez en un estanque.

–Se nota que vos no te encargás de nada –responde malhumorada.

No es la frase lo que lo incomoda ni la forma de decírselo tampoco, sino que ambos saben que él aún no está del todo bien luego de lo sucedido hace varios años atrás. Pero esto no le importa a ella; quiere que su boda sea lo más perfecta posible y esta dispuesta a hacer lo que sea para conseguirlo.

–Disculpame pero tengo la cabeza en cualquier lado.

–Ya pasaron más de diez años –continúa desafiante–. Es hora que lo dejes ir y te dediques mí, ¿o acaso lo estás dudando nuevamente?

Postergó tantas veces el casamiento que se le acabaron las excusas válidas o quizás creíbles desde su punto de vista. Nunca se sintió del todo conforme con el compromiso aunque sea ella con la cual se casa.

Su futura mujer le brindó todo su apoyo durante los primeros años luego de su regreso al país y él siempre lo valoró. Es consciente que solo no podía lidiar con sus sentimientos. Inclusive reconoce que de no haber sido por su ayuda hubiese acabado con su vida hace mucho tiempo atrás.

Pero algo cambió últimamente en ella. Desde hace un tiempo que está diferente y puede percibirlo. Se ha convertido en una mujer mucho más ambiciosa, al punto de ofuscarse sobremanera si no consigue lo que quiere. Y justamente la organización de la boda es el clímax de su nueva forma de ser por lo cual nadie quiere toparse con ella, incluso el novio mismo.

En más de una oportunidad pensó en cancelar directamente la boda pero todas las veces que hablaron al respecto fueron en vano. Se da cuenta de que las palabras que salen de la boca de su novia ya no son del todo o en lo absoluto verdaderas, por lo que las promesas de que va a cambiar su forma de ser las asimila como mentiras.

 

Llegó el día tan ansiado por la novia. Todo está perfecto, tal como se lo imaginó; las flores, los invitados, el salón, la iglesia...ningún detalle se le escapó de las manos y se siente orgullosa por ello. Se encuentra tan ensimismada por la organización que no se percata sobre el estado de ánimo de su futuro esposo.

Todo su cuerpo expresa en sí mismo que no se encuentra bien. Más de uno que lo ve se imagina que es debido a los nervios de la boda o inclusive algún malestar físico justamente causados por el estrés. Sin embargo él sabe que no es nada de eso. Los sucesos negativos que vivió, sumados al desgaste mental causado por su pareja lo convirtieron en una persona maleable, capaz de ser inducida fácilmente. Pero todos tienen su punto de tolerancia y él no es la excepción.

Se recluye en un ala de la iglesia momentos antes del comienzo de la boda. Necesita estar solo por unos momentos para pensar. Es consciente de que no es una decisión de vida o muerte y que puede separarse si la situación lo amerita; sin embargo entiende que no puede proceder de acuerdo con lo que los demás le exigen.

Justo antes de salir a buscar a su novia para cancelar la boda se hace presente su suegro en el lugar.

–¿Qué sucede?, ¿estás bien? –pregunta al encontrárselo con los ojos llorosos.

–Te soy sincero, tengo mis dudas –dice luego de componerse un poco.

–¡¡¡Me importa un carajo que tengas dudas!!! –reclama repentinamente de manera indulgente–. Vas a salir ahora y te vas a casar con mi hija, ¿te queda claro?

Se queda pasmado ante la embestida de su suegro. Siempre lo trató bien y lo ayudó en reiteradas ocasiones por lo cual nunca se hubiese imaginado tal actitud desafiante y amenazante para con él. Su falta de personalidad lo hace sucumbir ante el pedido por lo que accede a continuar con el casamiento muy a su pesar.

Ambos salen de la sala donde se encuentran y se encaminan por el sendero hacia la entrada de la capilla.

–Vamos Alex, tenés que ubicarte en el altar –exclama uno de sus amigos al verlo acercarse.

El suegro suelta el hombro del que lo tenía tomado y se separa de él para ir a buscar a su hija. Camina unos pasos hasta llegar a una oficina donde se encuentra ella ya preparada para el gran evento.

–¿Estás preparada, querida? –dice su padre al verla.

–Si pá, lo estoy.

–Entonces vayamos a tu casamiento, Susana.

Dios no juega a los dados
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