Capítulo 5
Nunca fue muy amigo de la tecnología. Siempre fue reacio a usar páginas sociales en Internet pero esta tarde está aburrido. Decide ir al cuarto de Alex y conectarse al portal que le recomendaron desde la computadora de su hijo.
Se registra como usuario nuevo bajo el nombre de Destiny. Varias personas se contactan con él pero todos se burlan de su apodo diciendo que es ridículo. A él no le importa y los va bloqueando para que no lo molesten más.
Viendo que es una tontería decide apagar la computadora e ir a prepararse algo de comer pero ve algo que le parece peculiar. Es el apodo de una persona que no había llegado a bloquear...su nombre es TiempoYEspacio.
Le llama mucho la atención lo que ve en el monitor. Transcurrieron ya varios minutos desde que su compañera se desconectó pero la ventana del chat sigue abierta.
“El destino quiso que nos conozcamos” –dice la frase.
No puede darle mucha importancia pero tampoco lo puede ignorar.
Al ver que su compañera ya no esta deja la computadora conectada y se dirige a la cocina. Tiene mucha hambre...no come nada desde que se fue Alex el día anterior. La heladera tampoco tiene muchas cosas. Llegaron a fin de mes con poco dinero en el banco pero no le importa; valió la pena pagar los quinientos pesos de la excursión del campamento. El viaje lo necesita más su hijo que él mismo.
Está acostumbrado a pasar días sin comer desde la muerte de su esposa pero esta vez la ansiedad de estar solo lo pone nervioso.
Abre la heladera y se prepara un sándwich de jamón y queso. En el congelador hay helado de hace unas semanas y lo devora con entusiasmo.
La mesa ratona del living es incómoda pero es el único lugar de la casa en donde puede comer sin tener frío. Enciende el televisor y busca el canal en donde dan el partido de futbol de su equipo preferido. El campeonato anterior fue un desastre y espera que esta vez puedan mejorar un poco el rendimiento.
Entonces recuerda la primera vez que llevó a su hijo a la cancha a ver un partido con su clásico rival y se le escapa una carcajada.
Aquella vez habían comprado hamburguesas y cuando Leo lo empezó a comer, una rodaja de tomate se escapó del pan cayendo en la cabeza de la persona que estaba en el escalón más abajo en la tribuna. Se dio vuelta con ánimos de pelear pero viendo que el hombre estaba con su hijo, decide ofenderlo e increparlo solamente.
Padre e hijo se miraron mutuamente y casi no pudieron aguantar las risas, por lo que tuvieron que bajar de la tribuna corriendo. Una vez abajo soltaron unas carcajadas que las escucharon hasta los jugadores que estaban precalentando en la cancha. Leo tuvo que darle un poco de gaseosa a Alex que se había atragantado hasta casi quedarse sin aire.
Ese día Tiara se quedó con sus padres en la casa. Los suegros de Leo habían ido a almorzar el domingo y aprovechó la oportunidad del partido para salir solo con su hijo mientras los demás se quedaban haciendo la sobremesa en su casa.
Recuerda que el partido fue muy malo. Su equipo había perdido 3 a 0 de local y la hinchada empezó a quejarse de todo y de todos. Ni los jugadores se salvaron de los reclamos...hasta Alex aprendió a maldecirlos.
La vuelta a casa en auto fue toda una experiencia para ambos. Alex no paraba de hablar de lo que vio en el partido y de las sensaciones nuevas que vivieron en la cancha de futbol. Estaba muy emocionado y repetía algunas de las canciones que escuchó. Comentó cada jugada como si fuese la final del campeonato.
–Pá, ¿viste como el cinco le quitó la pelota al delantero?
–Lo vi Alex, fue increíble –dijo esto mientras Leo pensaba en lo orgulloso que estaba de su hijo.
–Sí pá, ¿y viste cómo nuestro arquero perdió esa pelota y nos hicieron el tercer gol?
–Sí hijo, lamentablemente eso también lo vi.
Alex no paraba de relatar lo que vio y Leo, aunque su equipo perdió categóricamente, estaba contento de escuchar cómo lo disfrutó su hijo.
La imagen del televisor muestra que su equipo fue derrotado nuevamente, 3 a 0 y de local. Molesto por la apuesta que perdió con su compañero de trabajo decide ir a darse una ducha.
El agua comienza a caer y toma unos minutos hasta que el calefón empieza a calentarla. Cuando entra a la ducha se da cuenta de que el agua está helada...evidentemente el calefón se apagó. Se pone una bata y sale mojado de la ducha. Va a la cocina para volver a encenderlo; se trepa a la mesada y enciende el calefón con un fósforo. Mientras mantiene presionado el botón para que el calefón se active, observa a unas adolescentes que lo miran desde la ventana de enfrente. Una es la hija de su vecino y la otra seguramente una amiga. Sabe que los padres de la chica se habían ido de viaje de negocios e imagina que va a ser una noche larga para ellas.
Una vez encendido el calefón se dispone a retomar la ducha, cuando unos minutos más tarde escucha el timbre del departamento. Espera un poco en el baño deseando que se vaya la persona pero el timbre vuelve a sonar, esta vez un poco más insistentemente.
Nuevamente sale de la ducha, pero esta vez solo se pone una toalla por la cintura. Está tan molesto por la interrupción que ya no siente frío.
Al preguntar quién es le contesta una voz de mujer. No llega a entender lo que le dice, por lo cual decide abrir la puerta para indagar quién es. Al abrirla se queda congelado con la imagen que tiene enfrente. Su vecina de diecinueve años está en su puerta con un vestido blanco que apenas le cubre las piernas, unas botas negras que llegan a la rodilla y su pelo negro enrulado resalta sus ojos verdes.
La expresión de Leo no pasa inadvertida por Tamara. Hace años que no está íntimamente con una mujer y aquella que tiene enfrente despierta sentimientos olvidados ya por él.
Tamara rompe el silencio incómodo de la situación.
–Hola vecino, ¿como estás?
No puede quitarle los ojos de encima. Transcurren unos segundos de silencio que parecen horas antes de contestar tímidamente.
–Eh...bien –tose un poco para aclararse la garganta –. ¿Cómo estás Tamara?, ¿qué necesitás?
–Te quería avisar que vamos a tener una fiesta en el departamento y que quizás escuches ruidos. Espero que no te moleste.
–Mmm, tengo el sueño profundo así que no creo que me despierten. Por mí no hay problema, pero no sé qué opinará el resto de los vecinos.
–Ellos no me importan, solo vos.
Leo se pone un poco incómodo ante este comentario y cambia de tema.
–¿Tus papás cuándo vuelven?
–En un par de semanas, así que tengo el departamento para mí sola.
–Bueno, que disfrutes la fiesta entonces –comenta mientras empieza a cerrar la puerta.
–Si querés podes venir a tomar algo –Tamara traba la puerta con una de sus botas.
–No gracias, quiero acostarme temprano hoy. Que la pases bien.
Cierra la puerta con llave y vuelve a la ducha a terminar el baño, pero esta vez con agua fría.