Capítulo 70

 

 

No sabe si es debido a la droga que recorre su cuerpo o a lo bizarro de la conversación con Santiago pero se siente un tanto extraño. Un malestar está comenzando a asomar en su cabeza, característico del ataque de migraña que sufre.

–¿Qué me hiciste? –cuestiona desafiante–. Tengo el cuerpo entumecido.

–Es el efecto del narcótico. Necesito que tu cuerpo esté relajado pero a la vez estresar tu cerebro.

Una serie ininterrumpida de fogonazos se disparan hacia él, todos de diversos colores e intensidad. Por más que intente evitarlos le es imposible; tiene un dispositivo sobre sus ojos que mantiene abiertos sus párpados forzándolo a ver todo lo que tenga enfrente de él.

Terminan las luces de iluminar la bóveda y se siente un poco aliviado, pero el sosiego dura poco tiempo porque los destellos son remplazados por una serie de imágenes de video que se proyectan en la pantalla. Todas ellas sin sentido ni orden. Pero luego de unos minutos de reproducción observa que los videos son relacionados a él y a su familia; su casamiento con Tiara, su luna de miel, el nacimiento de Alex, cuando le dice “papá” por primera vez, sus primeros pasos.

Una gran tristeza lo abruma y llora desconsolado. La angustia que sufre solo se asemeja al día cuando se enteró de que su esposa había muerto en un accidente en la carretera. La sola idea de perder a su hijo también en el accidente lo marcó de por vida, y ahora se hizo real muy a su pesar.

El monitor muestra una gran actividad cerebral. Las gráficas del estudio de polisomnografía, o estudio del sueño como vulgarmente se lo conoce, evidencian que la filmación está generando tensión en su mente y eso es bueno desde el punto de vista de Santiago.

Ya con el cerebro activado cambia las imágenes reproducidas en la pantalla por unas en la que se encuentra Leo con su, hasta hace poco amigo, Santiago.

Entonces sucede lo esperado. Las ondas cerebrales alfa caen abruptamente y las delta, relacionadas al hemisferio cerebral derecho y al sueño, se disparan casi a punto de traspasar el límite de su frecuencia. Una serie de convulsiones violentas se producen en el cuerpo, en teoría inmovilizado por la droga, pero evidentemente su mente tiene una fortaleza y capacidad sin igual que lo hace moverse erráticamente. El ritmo cardíaco y la presión arterial también se elevan a niveles preocupantes y esta situación no pasa inadvertida por Tom, que se encuentra junto a su jefe observando el avance del experimento.

–Señor, el medidor de la presión está llegando al límite –Tom está preocupado.

–¡¡¡No me importa!!! –grita desenfrenado–. Que continúe.

Algo comienza a mostrarse en el monitor que está conectado al cable que viene del oído de su presa. Son imágenes borrosas difícilmente de identificar.

Vamos Leo, comienza a trabajar” –murmura con la mirada atónita sobre los monitores.

Al transcurrir los minutos las imágenes continúan confusas y ello lo desespera. No dispone de mucho tiempo y necesita obtener la información a como dé lugar. Dirige un grito a su hombre indicándole que accione el botón que tiene frente a él.

–Pero jefe, es muy peligroso –responde con la intención de prevenirlo–. La presión sanguínea está muy elevada y puede causarle un aneurisma cerebral, o algo peor inclusive.

La impaciencia que tiene lo hace realizar cosas que nunca pensó sin importarle las consecuencias de sus actos y mucho menos que sea Leo el que esté siendo sometido a su yugo. Entonces sin dudarlo presiona el botón y aguarda deseoso.

Una corriente eléctrica de mil mili-amperios se descarga sobre el cuerpo indefenso del paciente. Se prolonga por poco tiempo pero es el suficiente para estimular el cerebro y el inconsciente de Leo.

–¡¡¡Ahora sí!!! –resopla exultante al ver lo que muestran los monitores.

Las imágenes hasta ahora indescifrables se alteran haciéndose un poco más nítidas. Y es entonces que puede observar lo que ansió durante tanto tiempo...su futuro.

 

Es como si fuese una filmación de su vida...pero de una vida que aún no vivió. Por lo que distingue no están en una secuencia completa sino que parecen ser secciones fragmentadas una detrás de otra.

Sus pulsaciones están iguales o inclusive más elevadas que las de Leo. La adrenalina, mezclada con el nerviosismo causado por lo que está observando lo estremece...las imágenes lo muestran junto a su hija Susana en lo que parece ser un templo, en otro fragmento aparece él ante la cúpula de la Cofradía Salomónica coronándose como el líder, pero la sección que continúa es la que más le preocupa; es como si estuviese en un ambiente extraño, solo y al parecer lastimado y cautivo ante una persona que no logra identificar.

Nuevamente se vuelve todo incomprensible y se desespera al perder la última imagen.

–Maldita sea, ¿qué sucede? –se enfurece.

–Está entrando en un estado de shock –responde su subalterno al verlo por otro monitor.

–No, ahora no. Necesito ver más.

Oprime una vez más el botón y la descarga eléctrica impacta sobre Leo con más fuerza que antes debido a que mantiene presionado el interruptor en lugar de soltarlo.

Una única imagen emerge en la pantalla y Santiago se queda perplejo ante lo que observa, pero esta desaparece casi instantáneamente dejando la pantalla en blanco. Acciona nuevamente el botón con tal fuerza que no se da cuenta de que se saca el dedo índice de lugar.

–Su mano –comenta Tom al ver el dedo colgando hacia un costado mientras presiona el interruptor con el resto de la misma mano.

Ni se inmuta del dolor. Al contrario, la adrenalina que está generando su cuerpo funciona como una droga haciéndolo olvidarse del daño que tiene en su extremidad.

El monitor principal continúa sin mostrar nada y es entonces cuando se da cuenta de lo sucedido.

Su hombre tiende una mano sobre la suya apartándola del interruptor para luego indicarle con un gesto que observe la pantalla que se encuentra a su lado. La escena que se muestra es una que nunca hubiese pensado ver en su vida y, menos aún, una que él mismo haya provocado.

Con cierta dificultad ingresa unos comandos en la computadora central que hacen que la jaula descienda desde el techo y se sitúe en el centro de la sala vidriada. Se acerca cauteloso como con miedo de confirmar lo que vio momentos antes pero todo es en vano.

Su amigo de toda su vida está muerto.

Dios no juega a los dados
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