Capítulo 7

 

 

–Leo, ¿qué te pasa?, despertate.

Una voz suena a lo lejos. No sabe de quien es pero definitivamente está fuera de contexto. La imagen de Alex en la silla empieza a borronearse, así como también el resto de la habitación. Es como si una fuerza externa lo tirase del cuello. Intenta liberarse pero es imposible.

 

Tamara continúa sacudiendo a Leo tratando de hacerlo despertar. Las convulsiones que tuvo su amante hace unos minutos la despertaron en mitad de la noche y la asustó. Nunca vio a una persona retorcerse de semejante forma ni hablar verborrágicamente como él.

Finalmente Leo se despierta y no entiende lo que sucede. La migraña que comienza a sentir lo deja casi sin sentido, aunque alcanza a notar que no está solo en su cama; ahora recuerda que Tamara está con él. Desliza una sonrisa pensando en la sesión de sexo que tuvieron hace un par de horas y lo relaja un poco. Había liberado tanta energía contenida que se quedó dormido desnudo, con ella a su lado.

La relajación se desvanece. Se da cuenta de que la joven encendió la luz del velador y la migraña vuelve de nuevo, y esta vez con más fuerza que nunca. Se cubre los ojos con una almohada y busca desesperado la bolsa de papel. La toma y comienza su tratamiento hogareño para calmar un poco sus dolores.

–¿Estás bien Leo? –inquiere Tamara preocupada por lo que pasó.

–Sí, gracias, pero tengo mucho dolor de cabeza –su mano trata de calmar el dolor aunque sabe que no sirve de nada.

–Me asustaste mucho; no sabía qué hacer.

–¿Por qué?, ¿que pasó? –nunca nadie lo vio cuando sufría los ataques de migraña, ni siquiera Alex, y no entiende a qué se refiere.

–Estaba durmiendo y de pronto siento que me golpeas en la cadera –muestra unos moretones que le había hecho en una de las piernas.

Un poco confundido y aturdido abre los ojos para mirar lo que había hecho. Apoya su mano por encima del golpe y no deja pasar la oportunidad de apreciar la figura desnuda de su vecina. Nuevamente tiene la intención de poseerla pero el dolor de cabeza que tiene no lo deja aprovechar la situación.

–Bueno, veo que te duele la cabeza pero estás dispuesto a seguir lo de anoche –a la adolescente se le escapa una sonrisa suspicaz al ver de lo que es capaz de provocar en los hombres.

–Las intenciones las tengo pero la migraña opina lo contrario...dejémoslo para otro día. ¿Me seguís contando lo que viste? –sin embargo no quita la mano de la pierna de ella.

–Dale, te tomo la palabra. Como te decía, me despertaste con un golpe y no entendía qué sucedía. Gritabas el nombre de tu hijo y te movías, sacudiendo los brazos y las piernas. Durante un rato te quedaste quieto pero después empezaste a nombrar a un albino y le preguntabas qué quería. Yo no sabía qué hacer así que empecé a moverte para que te despiertes.

–¿Nombraba a un albino decís? –pregunta intrigado.

–Sí, ¿por?, ¿significa algo?

–No lo sé, pero es extraño –el dolor de cabeza del lado derecho que casi había desaparecido vuelve paulatinamente.

Toma la bolsa de papel y respira pausadamente por ella mientras trata de entender lo que sucede.

–Te pido un favor Tamara, ¿me podés dejar solo que necesito tranquilizarme? –no le quita los ojos de encima.

–Si querés te ayudo a relajarte –empieza a besarlo por el cuello cuando Leo la detiene gentilmente con una mano.

–Perdona, no estoy con ánimos de seguir.

–Está bien, vengo otro día y seguimos.

Se levanta de la cama y no puede evitar mirar el cuerpo desnudo de Tamara. Sabe que no va a faltar ocasión para volver a disfrutar de su cuerpo pero ahora no se siente bien. Su mente da vueltas, mezclado entre la migraña y lo que le contó sobre su sueño.

Ella se viste y sale del departamento, no sin darle un beso antes de cerrar la puerta.

 

Dios no juega a los dados
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