Capítulo 24

 

 

La voz la estremece. No necesita mirarlo para darse cuenta que es William el que está bloqueándole la salida.

–¿Qué está pasando?, ¿por qué han querido asesinarme? –pregunta Aldana con la voz entrecortada.

–Por favor licenciada, no es propio de usted perder el control –responde de manera sarcástica.

La toma del brazo y la empuja hacia el sillón bruscamente para luego cerrar la puerta del departamento con llave.

–¿Conoces la expresión “la curiosidad mató al gato”? Bueno, parece que resultaste ser una felina después de todo.

No le quita la mirada de encima causando cierto temor en la licenciada. No por él mismo, sino porque no sabe donde está el que le disparó en el instituto y teme que esté por llegar en cualquier momento.

–¿Qué escuchaste en la sala de reuniones? –inquiere el director con énfasis.

Reconoce que mentir es inútil; él la había visto irse y por lo tanto sabe que estuvo espiando la videoconferencia. Además quiere saber por qué es tan importante al punto que hayan querido asesinarla por lo que escuchó.

–Oí algo sobre el proyecto, también sobre mi contacto pero no entiendo por qué.

–Necesito que me cuentes todo de él, y te conviene decirme la verdad. Yo te puedo proteger pero como te habrás dado cuenta hay otros que no tienen tanta paciencia como yo.

Entiende a lo que se refiere. Evidentemente William no le ordenó a la otra persona que la mate pero tampoco puede volver a confiar en él como si nada hubiese pasado.

–¿Pero qué tiene que ver Leo en todo esto? –consulta Aldana tratando de ganar un poco de tiempo para pensar qué hacer.

–Digamos que es de suma utilidad llegar a conocerlo, tanto para mí como para mis conocidos.

–¿Los que estaban en los monitores? –no se da cuenta de lo que dijo hasta que terminó la frase.

No esperaba esa pregunta. Pensaba que solamente había escuchado la videoconferencia...nunca se imaginó que también había identificado a los involucrados. Esto lo pone nervioso. Comprometió a los de la Cofradía y al menos que consiga información sobre el contacto de Aldana no lo van a dejar ingresar a ese círculo selecto...o algo peor inclusive le puede llegar a suceder. Tiene que conseguir la información a como dé lugar sin importar las consecuencias, y luego tiene que callarla definitivamente.

Aldana se da cuenta de la gravedad de la situación y decide contarle sobre Leo; cómo lo conoció, de dónde es y las ideas que le transmitió para poder terminar de construir la máquina, entre otras cosas.

–Por tu bien espero que lo que me decís sea cierto.

Se sienta al lado de ella mientras una de sus manos se posa sobre sus piernas. Aldana entonces ve la oportunidad de poder escapar y decide tomarla. Sabe que siempre tuvo debilidad por ella y se acentuó cuando lo dejó, al punto de casi dejar el instituto porque no podía trabajar con él por sus constantes presiones personales. Pero esta vez le puede ser de utilidad para poder liberarse.

–¿Vos me vas a proteger de ellos? –dice sensualmente mientras su mano alcanza la de William sobre su pierna.

Está nervioso y no lo puede disimular. Una mezcla de sentimientos encontrados se le presentan y no sabe qué hacer. Debe elegir entre ella y su deseo de entrar a la Cofradía.

–¿Qué pasa, ya no te intereso más?

–No, no es eso. Es que no sabía que aún podría darse algo entre nosotros.

Ignora su comentario y lo besa, esperando que entre en el juego que ideó. Ve que responde apasionadamente y sabe que es su oportunidad. Una de las manos la tiene sobre la nuca de William sin permitirle que pueda moverla de la posición en que se encuentra. Mientras lo continúa besando extiende la otra mano hacia el bolso que estaba preparando para irse. Mueve a ciegas la ropa dentro del mismo y logra tomar la picana eléctrica que lleva siempre consigo. Quita la mano de la nuca y se la pone en el pecho, separándose a una distancia prudencial.

–Lo siento William –mantiene una expresión apenada.

Frunce el ceño ya que no entiende a qué se refiere. Con el rabillo del ojo alcanza a distinguir algo en la mano derecha de Aldana que se aproxima a su cuello. En unos segundos comienza a sentir una descarga eléctrica sobre su cuerpo causándole espasmos para luego desmayarse.

Aldana vuelve a tomar los bolsos y sale rápidamente del departamento, tomando el taxi que está esperándola abajo.

–Estaba a punto de irme –comenta molesto el taxista–. Espero que tenga suficiente dinero para pagarme porque fue más de media hora.

–Sí, no se preocupe por el dinero. Ahora salgamos de acá –agitada mira en todas direcciones por si llega el asesino.

–¿Hacia dónde vamos?

–Al aeropuerto, necesito tomar un vuelo a Argentina esta misma noche. Le pago el doble si se apura.

–Le tomo la palabra.

El auto sale velozmente dejando una marca de neumáticos en la acera frente a su edificio. Al detenerse en un semáforo a un par de cuadras de haber salido, un auto que cruza en rojo casi los embiste.

–Policías, se creen los dueños de la ciudad –comenta molesto el taxista.

Sin darse cuenta, Aldana cambia la mirada hacia el otro auto y consigue enfocarla en el conductor.

Es él, el que me quiso asesinar en el instituto, ¿y es policía?” –descubre asustada.

Lo sigue con la mirada llegando a girar todo su cuerpo hacia atrás perdiéndolo de vista al doblar en la esquina opuesta. Al volver a la posición natural en el asiento del taxi su cara demuestra preocupación y miedo que es observada por el taxista.

–¿Sucede algo señora?

Las miradas se cruzan en el espejo retrovisor e inmediatamente gira la cabeza hacia otro lado para evitar darle explicaciones.

En poco más de veinte minutos llegan al aeropuerto, mucho más rápido que en cualquier ocasión normal. Le paga el doble de la tarifa como le había prometido e ingresa con paso presuroso al hall central buscando alguna empresa que tenga vuelos con el destino que necesita. No hay ninguna aerolínea que tenga vuelos directos pero sí encuentra una que hace una escala de dos horas en España. Compra un boleto de ida y decide esperar en un bar que hay en la zona de pre-embarque ya que el vuelo sale en un par de horas.

Está sin comer desde la mañana temprano por lo que pide un café doble con una porción de torta. Comienza a degustarla con ímpetu cuando a lo lejos llega a escuchar a una adolescente que se ríe a carcajadas como si estuviese sola en su habitación. Se voltea y alcanza a observarla; está en una esquina lejana casi al final del bar pero sus risas se pueden escuchar aún con los ruidos de los aviones afuera. Mira lo que está haciendo y se da cuenta, de que está con una notebook, al parecer hablando con alguien.

En ese momento recuerda que tiene su notebook en el bolso y, viendo que el vuelo no sale hasta dentro de unos momentos, se conecta al portal web con la intención de encontrar a Leo para tratar de entender qué es lo que sucede.

Dios no juega a los dados
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