Capítulo 14

 

 

Está preocupado. Transcurrieron varios días y no sabe nada sobre Alex. Lo llamó al celular un par de veces pero siempre responde un mensaje indicando que está fuera del área de cobertura. Habló con el colegio y le dijeron que llegaron bien y sin problemas.

¿Tan bien la está pasando que se olvidó de llamarme?, es raro en él

Decide esperar un poco más antes de desesperarse. Si en los próximos días no recibe noticias de él va a ir directamente al campamento a buscarlo.

Mientras tanto organiza con unos amigos un partido de tenis y, luego de jugar, van a ir a comer a una parrilla cerca de su casa. De esa manera espera despejar su mente y relajarse siquiera por unos momentos.

Al abrir la puerta del departamento para salir se topa con Tamara en el pasillo.

–Hola Tamara, ¿cómo estás?

–Hola vecinito; bien, ¿y vos?, ¿se calmó tu dolor de cabeza ya?

–Sí gracias, ya estoy mejor ahora. ¿Qué haces en el pasillo sentada?, ¿te quedaste afuera de tu casa de nuevo? –no es la primera vez que la ve en esa situación y no le sorprende.

–Sí, dejé la llave adentro. Estoy esperando al cerrajero que dijo que iba a demorarse un poco. Si mis papás se enteran me matan.

–Prometo que no les voy a decir nada –Leo intenta apiadarse de la inocencia de la joven.

Está yéndose pero vacila un poco. Algo dubitativo se da vuelta y le pregunta si no quiere esperar al cerrajero en su casa.

–Buena idea y si querés, podemos continuar lo del otro día –dice la adolescente.

–Ahora no puedo pero si cuando vuelvo seguís acá, te prometo que no te voy a dejar dormir en toda la noche.

–Propuesta interesante la tuya, vecino. Bueno, dame las llaves de tu casa así preparo todo.

Le deja las llaves a Tamara y parte para encontrarse con sus amigos. Duda en quedarse con ella en ese momento pero sus amigos no se lo iban a perdonar nunca. De cualquier manera tampoco se arrepiente porque seguro ella va a estar en su casa cuando vuelva del asado.

Abre la puerta de acceso al edificio y un hombre casi lo atropella al entrar. No lo reconoce como un vecino de alguno de los departamentos pero tampoco tiene tiempo para bloquearle la entrada. Mira el reloj y ve que está llegando tarde al partido...ignora la situación y se va lo más rápido que puede.

Al llegar a la cancha observa que sus amigos ya están calentando y le gritan que se apure.

–Ya voy, ya voy. Y agradezcan que vine porque de no ser que sé que me van a estar esperando en casa cuando termine el asado, ni venía a jugar.

Epa, parece que uno de nosotros no va a correr mucho hoy para guardar fuerzas para más tarde.

No dejan de reírse y están unos cuantos minutos así. Hace tiempo que no ven a su amigo con una mujer y disfrutan tomándole el pelo.

Leo los mira y se extraña de no ver a su mejor amigo.

–¿Dónde está Santiago?, ¿no iba a venir a jugar hoy?

–No pudo; dijo que tenía cosas que hacer así que le dijimos a mi hermano –contesta uno de ellos.

Después de dos horas el partido termina. Leo y el hermano de su amigo les ganan por una gran diferencia a los otros y ahora es él el que se dedica a reírse de ellos.

Ya en las duchas uno del grupo le pregunta en qué anda y qué secretos tiene.

–Nada en especial. Es una vecina del edificio que está encima de mí.

–¿Una vecina?, no dirás la de enfrente de tu casa, ¿no?

–Sí, ¿por qué? –pregunta sabiendo ya de antemano a qué se debe la pregunta.

–Pero esa chica no tiene ni veinte años Leo, ¿no vas a tener problemas?

–Es mayor de edad, así que espero que no.

Ya sentados en el restaurante, comienzan a comer y Leo parece estar un poco perdido.

–¿Qué pasa Leo?, ¿estás bien? –preguntan.

No se da cuenta que le están hablando hasta que uno de ellos le da un codazo en las costillas.

–Hey, ¿qué pasa? –dice volviendo en sí.

–Parece que estás en otro lado.

–Perdón, estoy un poco desconectado. Discúlpenme pero me tengo que ir.

Se levanta abruptamente de la mesa y ni se percata lo que le dicen los demás. Tan solo quiere irse a su casa y relajarse con Tamara.

Conduce su auto a gran velocidad. Sabe que está actuando como si fuese un adolescente que va a perder su virginidad pero no le importa. Siente que necesita estar con alguien y por el momento Tamara es la mejor opción que tiene.

Sale del ascensor de su edificio, entra en el pasillo y se detiene a mitad de camino...le llama la atención que la puerta está entreabierta.

Parece que Tamara preparó bastante bien el ambiente”.

Abre la puerta y la llama por su nombre pero no responde. Avanza hacia su dormitorio y se queda perplejo...abre la boca con la intención de gritar pero solamente sale un grito ahogado. Camina en dirección recta hacia la cama cuando se patina y cae al suelo. En las manos siente un líquido un poco viscoso; no alcanza a verlo bien pero sabe qué es.

Logra pararse y trata de mantener la verticalidad mientras camina pisando el líquido esparcido por el suelo. Arrodillado al costado de la cama se inclina sobre la misma para ver si es cierto lo que está viendo. Comprueba que no es un sueño y se aparta temeroso...Tamara está acostada desnuda en su cama, muerta, con un cuchillo clavado en el pecho.

Se frota los ojos para ver un poco mejor y cuando finalmente logra enfocar la vista, se incorpora más asustado que antes...el abdomen de la joven tiene un dibujo por demás extraño. Son dos eslabones entrelazados formando un encaje perfecto...

 

 

...y en el medio del dibujo está clavado el cuchillo.

 

No sabe qué hacer; aún esta aturdido y asustado. No sabe quién lo hizo y menos aún porqué. Toma el teléfono de la mesita de luz para llamar a la policía cuando al dar unos pasos hacia atrás tropieza nuevamente pero esta vez con algo que está en el suelo. El velador cae junto con él, se enciende y gira por el piso alumbrando por partes la habitación. Entre los destellos de luz intermitentes llega a distinguir con lo que tropezó...un hombre está tendido en el suelo boca abajo, inmóvil. Sin titubearlo se acerca al cuerpo tendido y lo voltea. Llega a distinguir que el hombre tiene un agujero en su ojo izquierdo y entiende que es por donde entró la bala que lo mató.

A este tipo lo conozco de algún lado” –piensa para sí.

Luego de unos minutos se da cuenta de que es la persona que casi lo embiste hace unas horas cuando salió para encontrarse con sus amigos.

¿Qué pasó acá?, ¿cómo puede ser que hayan dos personas muertas en mi departamento?, ¡y una de ellas es Tamara!

Por un momento se le ocurre la idea que el hombre fuese conocido de Tamara pero no cree que ella lo haya invitado a su casa.

Se dirige al baño para limpiarse un poco antes de llamar a la policía cuando de pronto siente un dolor fuerte en la nuca. Intenta mantener la postura pero el dolor es tan fuerte que cae tembloroso en el sillón del living. Gira la mirada hacia atrás y descubre la figura de una persona que se acerca hacia él con una soga, cuando se desvanece por completo.

Dios no juega a los dados
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