Capítulo 79
Transcurrieron dos años desde que se casaron y las cosas entre ellos han empeorado en vez de mejorar. Ya no comparten la misma pasión como la que tenían cuando eran novios; ni siquiera se asemeja a la que tenían poco tiempo luego de casarse. Si bien Susana mejoró un poco en su forma de ser no llega a ser la misma de antes y eso Alex lo percibe.
Extraña mucho a la chica que conoció de joven. Si bien era retraída y algo distante con los demás, con él era otra persona completamente diferente; compañera, simpática, amiga inquebrantable...todo lo que no es justamente ahora.
Siente que la relación está llegando a un límite casi inmanejable y que, si ambos quieren salir adelante, van a tener que tomar cartas en el asunto. Pero nunca pueden hablar al respecto. Ella siempre está ausente por las noches, según le dice, por temas laborales. Pero sabe que es otra de las tantas mentiras que le ha dicho con tal de que no la moleste más.
Ese día ella está enferma y no tiene otra opción que quedarse en su casa junto a él.
Alex desde hace tiempo no trabaja, por lo que la mayor parte del tiempo lo pasa en su casa sin hacer prácticamente nada.
–Tenemos que hablar –reclama desde la puerta de su habitación.
–Estoy cansada Alex, no estoy en condiciones de discutir ahora.
Le parece extraño, pero al verla en ese estado le hace rememorar a su novia de hace varios años atrás. Una mujer dócil, a la cual hay que cuidar y proteger y eso lo entusiasma. Si bien se puede deber a que está enferma, no pierde las esperanzas de que quizás haya vuelto a ser la persona que conoció y que siempre quiso tener a su lado.
–¿Querés que me acueste a tu lado?, tal vez ayude a mejorarte.
–Sí por favor, vení a la cama –la voz parece una súplica.
Presuroso se cambia de ropa y va junto a ella.
–Gracias amor, no sabes cuánto te lo agradezco –exclama al sentir el cuerpo de su esposo a su lado.
–No te preocupes –responde dándole un beso en la frente–. Ahora descansá.
Enciende el televisor que hay en la habitación y se relaja para que su mujer esté lo más confortable posible. Transcurren solo unos minutos cuando se da cuenta de que se quedó dormida encima suyo y en una posición un tanto incómoda. Decide moverla hacia un lado para que pueda descansar mejor; se escabulle por debajo de su brazo, la toma por el cuello y la rota sobre su costado izquierdo.
La deja recostada boca abajo y se aleja paulatinamente de ella cuando algo le llama la atención.
–¿Y esto qué es? –masculla en voz baja.
Es como si fuese una mancha en la zona del cuello, la cual nunca antes había visto en ella.
“Vaya, no sabía que usabas tatuajes” –piensa como si estuviese hablando con Susana.
El pelo largo dificulta la visión del dibujo por lo que lo retira hacia un costado para poder ver más claramente lo que tiene.
Se queda petrificado por la imagen ante sus ojos. Una oleada de sensaciones lo invade haciéndolo recordar hechos vividos que siempre quiso olvidar...le tiembla el pulso, su respiración se agita y comienza a sudar, todo debido al tatuaje de su mujer.
“Pero... ¿qué hace ella con eso?, ¿cómo...?” –está tan nervioso que ni siquiera concluye sus propios pensamientos.
No puede creer lo que ve, llegando al punto de esquivar la mirada hacia otro lado; no puede ni quiere creerlo.
“Susana tiene ese símbolo maldito”