Capítulo 3

 

 

Llegó el día tan esperado por Alex. Durante una semana se va de excursión con el colegio a acampar a una laguna a doscientos kilómetros de la ciudad.

Está contento y triste a la vez, ya que si bien está entusiasmado de hacer algo así con sus amigos, no quiere dejar solo a su padre durante tanto tiempo.

 

El micro llega a la puerta del colegio y todos los chicos gritan emocionados. Alex los acompaña en los festejos hasta que se da cuenta que una lágrima cae por la mejilla barbuda de su papá.

Perdoname papá, mejor me quedo con vos.

–Ni se te ocurra hacer algo así Alex. Venís planeando este viaje durante meses así que vas a ir –dice mientras se seca las lágrimas con la manga del buzo.

–Pero no te quiero dejar solo.

–No te preocupes por mí, es tiempo de que salgas con tus amigos.

–Gracias pá, pero mira que te voy a llamar cada vez que pueda.

–Más te vale Colo, o te saco tu celular a la vuelta –colorado como pocos, lo heredó de su madre y es la manera cariñosa en que Leo lo llama a su hijo.

Sube al micro con una sonrisa que no deja escapar la satisfacción que tiene de hacer ese viaje. Se acomoda en el fondo del vehículo y se sienta con Susana, su mejor amiga del colegio. Abre la ventana y saca casi todo el cuerpo para despedirse de su padre con un grito que se escucha por varias cuadras:

–Chau papá, te voy a extrañar mucho. No hagas lío en casa mientras no esté, mira que vuelvo en una semana.

–Buen viaje Alex, disfrutalo y no te olvides de llamar.

El chofer enciende el motor y el micro comienza a moverse.

Leo lo ve irse y no puede contenerse más...todos sus sentimientos salen a la luz y llora como cuando se enteró de que Tiara había muerto.

No se da cuenta de que hay otros padres en el lugar y siente que lo ven como un personaje extraño pero a él eso no le importa. Adora a su hijo más que nada en el mundo y siente un vacío abismal al no tenerlo tanto tiempo. Nunca se separaron más de un par de días cuando sus suegros se lo llevaban a dormir a su casa, con lo cual esta es una experiencia nueva para ambos.

El micro da vuelta la esquina y se pierde como devorado por la cornisa de la casa que está ahí.

Está parado en la mitad de la calle mirando cómo el micro se pierde de vista mientras se seca las últimas gotas que se filtran por su espesa barba negra.

Un auto está a punto de atropellarlo; por poco lo consigue de no ser porque el conductor realiza una maniobra peligrosa para esquivarlo mientras él continúa parado como si fuese la única persona en el universo. Está tan ensimismado que en lo único que piensa es en ese micro y en todo lo que va a extrañar a su hijo.

 

Ya no quedan padres en el colegio. Todos se fueron y quedó solo y pensativo.

Se escuchan unos ruidos a lo lejos como si se cayera una chapa de un camión. Las hojas del piso se elevan y se mueven al unísono hacia donde se encuentra él. Siente que unas gotas recorren su cabellera y se da cuenta que una tormenta está llegando.

De pronto tiene una sensación extraña; un escalofrío sube por su espalda y le seca la boca como si hubiese comido hielo. Se siente agobiado y confuso a la vez. No entiende lo que sucede pero sabe que esa experiencia ya la había vivido antes, como un dejá vù. Entonces recuerda a Alex en el micro y tiene la sensación de que el viaje fuera a extenderse más tiempo que el planeado.

 

Y no sabe cuanta razón tiene al respecto.

Dios no juega a los dados
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