Capítulo 66

 

 

Conoce la habitación. Tantas veces la utilizó para saciar su apetito sexual con las prostitutas que le llevaba el albino que la reconoce ni bien ingresan. En el medio de la misma se puede ver una cama de grandes dimensiones, testigo de sus aventuras más depravadas y pervertidas.

Los recuerdos de sus maratones de sexo lujurioso se ven interrumpidos por el roce del arma en su espalda y las palabras del hombre que se encuentra detrás.

–Vamos viejo, que no tengo todo el día.

Ambos hombres ingresan por completo en la habitación. Tom la cierra por detrás de él y un sonido como de un cerdo moribundo se escucha retumbar en el ambiente.

Con un movimiento del arma le indica que se siente en la silla que hay en uno de los costados. De mala manera obedece; ha presenciado innumerables matanzas realizadas por hombres como Tom, por lo que sabe que no tiene ninguna oportunidad ante él. La única esperanza que tiene de poder liberarse de la triste realidad que atraviesa es que Jonás llegue lo más pronto posible con su equipo y terminen con todos ellos. Pero el tiempo corre y no hay novedades de él.

El matón toma una sábana de la cama y la usa para rodear los brazos de DuPont contra la silla; de esta manera se asegura que el viejo no haga ningún movimiento imprevisto mientras él se mueve tranquilo por la habitación. Una vez asegurado y con el antebrazo al descubierto toma un estuche que lleva consigo en la chaqueta y saca dos jeringas que contienen un líquido viscoso.

No entiende qué va a hacer. Pensaba que le iba a dar un tiro en la cabeza pero al parecer el mercenario tiene otros planes.

–¿Qué se supone que es eso? –prepotea al ver las jeringas.

–¿Esto? –exclama Tom–. Esto es un regalo que te envía Santiago.

–¿Qué tipo de regalo? –pregunta desconcertado.

No responde. En cambio le da la espalda acomodando ambas jeringas sobre la cama. Luego se dirige nuevamente hacia el viejo, lo libera de la silla y se encamina hacia la salida. Antes de cerrar la puerta detrás de él escucha que DuPont le grita.

–¡¡¡Malditos, ojalá se pudran en el infierno!!!

La desorientación que tiene se evidencia en su rostro, ahora más azulado que de costumbre. Con todo lo que está atravesando no estuvo respirando por varios segundos y se puede notar la falta de oxigenación.

Antes de cerrar la puerta por completo se dirige nuevamente hacia su víctima.

–Veo que no estás respirando –comenta con una sonrisa–. Bueno, una de esas jeringas tiene la cura a tu padecimiento.

Al principio se queda perplejo ante el comentario que escucha del criminal pero luego entra en un estado de inquietud y conmoción. El corazón se acelera, la adrenalina circula como forzada por un motor, respira velozmente disfrutando cada bocanada de oxígeno que ingresa a sus pulmones. De estar hasta hace unos momentos con escaso aire en su cuerpo ahora se infla como un globo por la agitación que experimenta. La tan ansiada medicina existe, y la tiene a escasos metros de distancia.

–Pero, ¿cómo es posible?, ¿por qué?

–Como te dije antes...es un obsequio que te hace mi jefe.

Antes de dejar al viejo vuelve a hablarle.

–Pero tené cuidado con lo que elegís –dice con aires de intriga–. Una de las jeringas es la cura, pero la otra contiene un sedante.

Ahora comprende. Su oponente le dejó a su merced la oportunidad de vivir, pero también de morir. Ya conoció en otras oportunidades el sentido de humor macabro de Santiago pero ahora es él el involucrado. Tiene que decidir por una de las dos jeringas; una lo salva de su tortuosa enfermedad pero la otra lo va a inducir a dormir provocándole la muerte segura al no contar con su instrumental respiratorio.

–Te dejo para que decidas, pero hacelo pronto porque te queda poco tiempo.

–¿Decidir entre vivir y morir?

–Así es. Tenés que decidir tu destino.

Dios no juega a los dados
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