Capítulo 56
Por lo que puede ver no está sola. Un hombre corpulento y sobrio la acompaña. Por las actitudes y los movimientos entre ellos denota que ese hombre no es el novio ni nada que se le asemeje; todo lo contrario, se arriesga a pensar que no es una persona del agrado de ella.
Los sigue por el andén manteniendo una distancia prudencial para así evitar ser visto por la licenciada. No quiere darse a conocer hasta tanto no descubra qué es lo que la motivó a estar en Valencia. Por un instante piensa que quizás sea una casualidad y que está allí con motivo de ampliar la investigación de su proyecto, pero no lo cree cierto. El tren, la ciudad, el momento...son demasiadas coincidencias para que sucedan todas al mismo tiempo y bajo el contexto en el que se encuentran.
Están llegando a la puerta de la estación de trenes cuando un contingente de coreanos se interpone entre él y la licenciada. Intenta sortearlos por el flanco pero el grupo es tan numeroso y compacto que no lo logra. Estira su cuerpo por sobre la gente todo lo posible, al punto de subirse inconscientemente en un banco que se encuentra en el lugar. En el horizonte logra ver la cabellera de la que cree que es Aldana, y por lo que alcanza a distinguir está subiendo por la puerta trasera de una camioneta estacionada al frente de la estación.
Salta del escalón improvisado y sale disparado hacia adelante empujando de manera impetuosa y vehemente a todos los que se encuentran a su paso. Más de uno termina tendido en el suelo y ello no le importa en lo absoluto; no les interesa y siente irritación porque le hicieron perder el rastro.
Una vez que hubo rodeado al grupo, acelera paulatinamente el paso al punto de estar corriendo como un velocista profesional. Finalmente logra llegar a la puerta de salida, exhausto por su falta de agilidad. Al abrirla se encuentra con que la camioneta emprende la partida. Los vidrios están polarizados y no logra cotejar que haya sido ella la que subió al vehículo. Se mueve en círculos en el lugar en clara sensación de fastidio. Se le escurrió de las manos, y eso no es algo que pueda llegar a tolerar.
“¿Habrá sido ella la presencia que estuve sintiendo detrás mío durante este tiempo?” –medita viendo alejarse a la camioneta.
A sus espaldas escucha que Dimitri lo llama. Gira y lo encuentra parado al lado de una camioneta esperándolo con la puerta abierta.
–¿Se encuentra bien señor?, parece estar agitado –comenta al verlo acercarse.
–¿Vieron a la camioneta salir de aquí recién? –toma una bocanada de aire más antes de proseguir con las preguntas–. ¿Alguno de ustedes vio subir a una mujer?
Todos disienten sobre lo cuestionado. Nadie vio a la camioneta, y mucho menos a la mujer que menciona.
–Maldita sea –repudia en voz alta.
Ninguno se anima a consultarle lo que sucede. En otras oportunidades lo han visto molesto como ahora y saben que no es conveniente irritarlo aún más. Nadie quiere sufrir represalias y más aún cuando no son justificadas.
Sin más ingresa a la camioneta por el frente al lado del conductor. Toma su arma para poner el seguro en posición normal; lo había desactivado cuando salió corriendo entre los coreanos, con la intención de disparar a cualquiera que le causara problemas pero no fue necesario.
Mira de soslayo al chofer y le resulta conocido. Piensa en quién puede ser mientras espera que la sangre de su cuerpo retome su velocidad habitual. Luego de unos instantes deduce que el hombre a su izquierda es el secretario personal de DuPont, Christian. Al parecer su jefe no confía más en su labor y envió a la persona de su mayor confianza para que todo resulte satisfactoriamente. Es la primera vez que siente la falta de confianza de parte de su jefe, y eso no le agrada en lo absoluto.
–Partamos ya. Algo me dice que no hay tiempo que perder –la orden es dirigida hacia Christian denotando disconformidad por su presencia.
El vehículo parte velozmente como si fuese un proyectil disparado desde un cañón. Se mueve tan rápido al punto de parecer que pierde el control, pero mucho dista que ello suceda.
Antes de ser contratado por DuPont, Christian era un corredor profesional de carreras y está por demás capacitado en conducir a alta velocidad. Además, si bien el trayecto hasta el instituto es corto, hay mucho tráfico a esas horas de la noche y de acuerdo al pedido del albino deben llegar cuanto antes.
Escucha un gemido en la parte trasera de la camioneta. Al volverse puede ver que Alex ya no está inconsciente, sino que está despierto y amordazado. La mirada que le dirige a Dimitri es suficiente para que no tenga que hablar y el ruso se da cuenta de lo que quiere decirle. Éste se justifica manifestando que lo tuvo que hacer para evitar que el chico grite.
–No me interesa –reprocha volviendo a su posición normal–. Quitale la venda.
Un silencio reina en el habitáculo de la camioneta. Lo único que se puede percibir en el ambiente es un leve pitido que emite el dispositivo de rastreo que tiene Santiago entre sus manos.
Detrás de él se encuentran sentados Leo y Aldana junto al tercer hombre que los mantiene encañonados desde el momento en que subieron al vehículo. Por un instante pensaron que iban a viajar en distintos vehículos pero para alivio de ambos no fue así. La idea cruzó por sus cabezas ya que por orden de Santiago se separaron en dos grupos para salir de la estación, pero al parecer fue con la intención de evitar sospechas si eran vistos por los hombres de DuPont.
–Según esto están partiendo recién ahora de la estación –dice en voz alta mirando el aparato.
–¿Qué quiere que hagamos? –contesta el chofer.
–Estaciona a la vuelta de ese edificio –dice mientras señala la Plaza de Toros que se encuentra a sus espaldas.
El conductor se dirige hacia el sitio sugerido con celeridad y ubica la camioneta en un lugar apartado y oculto de cualquier mirada intrusa.
Aguardan expectantes durante unos momentos. Quiere esperar el tiempo suficiente como para darles una distancia prudencial para entonces recién partir hacia donde ellos se encuentren.
Transcurren algunos minutos cuando observa que el dispositivo muestra que no hay más movimiento. Todo parece indicar que llegaron a destino.
–Bueno, al parecer han arribado a la meta. Pongámonos en marcha.