Capítulo 6

 

 

Desde la muerte de su esposa casi todas las noches tiene sueños extraños. Al recordarlos al día siguiente no les encuentra sentido. Son situaciones confusas parecidas a una película...ve a Alex con unos personajes extraños; en otras ocasiones hay una científica con una máquina que se conecta a una persona que no llega a identificar; también se ve a sí mismo con una adolescente teniendo relaciones en su departamento. Le parece conocida la chica pero no logra reconocer quién es.

Pero uno de los sueños es repetitivo; un hombre de traje, al parecer bastante poderoso, lo desafía. Lo intimida para que realice algo, pero no sabe qué ni porqué.

Al despertarse de estos sueños tiene una migraña insoportable. El dolor en la parte derecha de la cabeza lo oprime como si fuese una trituradora comprimiendo un auto. Al abrir los ojos reconoce que está en su habitación pero ve todo nublado y borroso como si una espesa niebla londinense hubiese entrado por la ventana del cuarto.

Para aliviar el dolor toma de la mesa de luz una bolsa de papel que tiene siempre a mano y respira con ella tapándose boca y nariz. Esto lo relaja y hace que el dolor de cabeza empiece a disminuir pero sabe que durante el resto del día se va a sentir mal e incómodo.

 

Ese día no tuvo pesadillas y se despertó sin necesidad de recurrir a la bolsa de papel. Al parecer la fiesta de su vecina no fue tan ruidosa como Tamara le había dicho, o quizás sí lo fue y durmió tan profundamente que no escuchó nada.

Es viernes y no va a trabajar ya que en la empresa tuvieron que reducir los días de trabajo por la crisis que atraviesa el país. En un principio no le gustó la idea de que le reduzcan el sueldo pero le pareció interesante ya que le permite contar con fines de semanas largos y así disponer más tiempo para compartir con Alex.

Su hijo continúa en el campamento así que decide tomarse el día relajado. Va a la ferretería a comprar unos repuestos para arreglar un par de canillas que gotean en la casa cuando se cruza con Tamara en la calle.

–Hola Leo, ¿cómo estás? –pregunta su vecina.

–Bien Tamara, gracias. ¿Qué haces levantada tan temprano?, ¿no tuviste una fiesta en tu departamento anoche?

–No, al final los chicos no vinieron –responde un poco decepcionada–. Con mi amiga vimos una película y nos fuimos a acostar temprano.

–Con razón no escuché nada. Pensé que había dormido profundamente pero evidentemente fue como cualquier otra noche.

–¿Y Alex dónde está?, ¿lo dejaste dormir hasta tarde?

–No, está en un campamento y no vuelve hasta dentro de una semana.

–Ah, no sabía. ¿Así que estás solo?, interesante –comenta Tamara mientras consulta su reloj.

–Sí, voy a aprovechar a hacer unas cosas en mi casa estos días.

–Te puedo ayudar. Mis viejos dicen que soy buena con las herramientas.

–Bueno, si querés podes pasar en un rato que tengo que arreglar unas canillas –no se da cuenta de lo que dijo pero ya está hecho.

–Dale, termino de hacer unas cosas y me cruzo a tu casa.

–Ok, te espero entonces.

Se despiden. Leo va hasta la ferretería para conseguir los elementos necesarios y Tamara toma el camino opuesto, acelerando el paso para terminar los trámites que tiene planeado hacer.

 

Está arrepentido de la invitación. No guarda luto estricto desde la muerte de Tiara pero tampoco le parece prudente invitar a su vecina de diecinueve años, más después de haberla visto con ese vestido blanco la noche anterior. La desea, pero sabe que no es correcto.

Mientras piensa en cómo evitarla suena el timbre del departamento. Al abrir la puerta ve a su vecina con unos jeans rotos y una remera corta que deja apreciar la cintura delgada que tiene. Ese día hace un poco de frío pero parece no importarle a ella.

“Esta chica debe conquistar al que quiere” –piensa.

Un poco nervioso, la deja entrar.

Ya en la cocina empiezan a trabajar con las canillas que gotean. Ve que es bastante eficiente reparando cosas y termina ella haciendo casi todo el trabajo por él.

Una vez concluido todo se sientan en el living para descansar.

–¿Querés tomar algo? –pregunta Leo.

–No gracias, estoy bien.

–La verdad me ayudaste bastante. No hubiese imaginado que una chica como vos pudiese...

No termina de decir la frase que Tamara se lanza sobre él. Empieza a besarlo apasionadamente casi sin dejarlo respirar. Leo responde al beso abrazándola por la cintura. Con la yema de sus dedos siente la suave piel de la adolescente. Sube sus manos por la espalda hasta llegar a su pelo jugando con sus rulos. Mientras se continúan besando baja sus manos por el frente y comienza a acariciar el busto por encima de la remera. Ella se aparta para verlo y deja escapar una leve sonrisa. En ese momento Leo se separa de ella y se levanta del sillón.

Disculpá, no puedo hacerlo.

–¿Por qué? –pregunta Tamara sin dejar de mirarlo incrédula.

–Por Alex. No quiere que esté con otra mujer desde lo de su madre.

–No te preocupes vecinito, esto queda entre nosotros.

Dicho esto se quita la remera dejando a la luz un sutien negro de encaje que resalta un busto grande para su edad.

Sos preciosa Tamara.

Ja ja ja, ¿continuamos entonces?

Leo no puede contenerse más y empieza a devorarla. Lo hace de manera brusca y atolondrada a la vez debido a la falta de práctica de todo este tiempo. Trata de quitarse los pantalones pero ella lo detiene.

–Dejame a mí –dice con cara lujuriosa.

Como alguien con mucha experiencia le desabrocha el pantalón con una sola mano, mientras que con la otra mantiene aprisionada la cabeza de su amante contra su busto. Leo los besa por encima del sutien y logra quitárselo. Los besa despacio al principio, acelerando el ritmo al pasar los minutos. Ella se arquea dejando caer su cabeza hacia atrás; empieza a bajar sobre su cuerpo semidesnudo, besándola lentamente recorriendo cada centímetro de su suave cuerpo.

Le desabrocha el pantalón y ambos quedan desnudos en el sillón del living. Se incorpora y la levanta por las caderas. Ella lo atrapa con sus piernas rodeándolo por la cintura como si fuese una tigresa sosteniendo a su presa, mientras su amante la lleva hacia su dormitorio.

Ambos se acuestan y se fusionan de manera salvaje. Les cuesta encontrar el ritmo pero luego de unos minutos lo consiguen. Tamara comienza a respirar de manera apasionada. Parece como si fuese su primera vez, pero es evidente que no es así. Continúan durante unos minutos hasta que ambos terminan extenuados. Cansada por el momento de pasión, Tamara se queda dormida abrazándolo.

Se queda mirando el techo de la habitación con la mente dando vueltas. Está relajado y con una sensación extraña a la vez. Algo lo inquieta pero no llega a saber qué es. Gira la cabeza para apreciar el cuerpo desnudo de su amante y entonces se da cuenta.

Tamara es la chica que aparece en uno de mis sueños

Se queda viéndola escéptico. No entiende cómo lo soñó antes de que suceda. La mira tratando de entenderlo cuando se queda dormido.

 

Ve a su hijo Alex encerrado en una habitación. No entiende qué sucede pero sabe que está en peligro. Un hombre albino y corpulento, parecido a un luchador le hace preguntas y no deja que se levante de la silla.

Dejalo en paz” –grita de manera ahogada.

Nadie lo escucha. Luego de unos momentos el albino se incorpora y se lleva llorando a Alex contra su voluntad.

Dios no juega a los dados
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