Capítulo 25

 

 

Golpea la puerta pero nadie responde. Busca en su abrigo el estuche en donde tiene algunas pinzas, toma una de tamaño mediano y logra abrir la puerta no sin cierta complejidad. Al entrar ve a William acostado en el sillón con los ojos desorbitados como si hubiese tenido una convulsión. Se dirige al baño, llena un vaso de agua fría y luego se lo arroja a la cara para ver si con eso reacciona pero no lo logra. Le toma el pulso y ve que no está muerto, pero por lo que puede distinguir su corazón no late de una manera normal.

Lo toma de los brazos y lo sube a la espalda con algo de fastidio por el peso muerto que tiene que cargar. Para evitar levantar sospechas por su actitud decide irse por las escaleras en vez de tomar el ascensor. Una vez que llega a planta baja aguarda unos momentos con la esperanza que el de vigilancia se vaya de su puesto. No transcurren ni dos minutos que lo ve irse hacia el baño de la planta baja, y es entonces cuando aprovecha a salir por la puerta principal cargando a William.

Llegan al auto con cierta dificultad y lo sitúa en la parte posterior, aún con el director completamente desmayado. Abre la puerta delantera y se deja caer exhausto sobre el asiento. Luego de tomarse unos minutos para que su cuerpo recupere energía, toma el celular y lo llama para informarlo al respecto.

–¿Señor?, estoy con el director desmayado en el auto.

Se seca la frente con un pañuelo mientras lo escucha atentamente. No lo conoce personalmente pero sabe lo que ha hecho y el profesionalismo que tiene en hacer los trabajos, lo cual le hizo ganarse el respeto entre sus colegas y enemigos.

–Sí señor, así lo haré entonces. Delo por hecho.

Enciende el auto y toma la avenida principal alejándose del centro de la ciudad hacia las zonas bajas y peligrosas de Praga. Transcurre una hora cuando llega a un edificio abandonado que conoce bastante bien, quizás demasiado bien para lo que sus víctimas quisieran.

Maldice para sus adentros. William no despertó aún por lo cual tiene que volver a cargarlo y, lo peor de todo, tiene que subir varios pisos hasta llegar a su oficina de trabajo.

Ya en ella deposita al director sobre una cama de resortes, para luego tomar una botella de vodka que tiene siempre allí. Toma varias medidas al punto que casi se emborracha y enciende un cigarrillo negro.

Con unas cuerdas procede a atar a William a la cama, conectándolo con la batería de auto que está en el piso...dos cables van a su pecho y otro a su zona íntima. Por experiencias anteriores sabe que sus víctimas hablan por el miedo de lo que les pueda hacer, y pocas veces tuvo que encender la batería para lograr obtener lo que necesita. Pero esta vez decide encenderla antes de comenzar con las preguntas viendo que William continúa sin reaccionar aún.

Empuja la palanca hacia abajo y activa los electrodos que están sobre el pecho de su víctima. Los ojos de William se abren instantáneamente dando la impresión que fuesen a salir de su cavidad craneal, mientras da un grito ensordecedor que perdura por algunos minutos.

–Tranquilo director, que no quiero que se desmaye nuevamente.

El atacante espera unos cuantos minutos para que William se aclimate y descanse de la descarga que recibió, mientras da varios tragos más al vodka.

Confundido y dolorido mira a su alrededor y no entiende qué sucede. El último recuerdo que tiene es el de estar besando a Aldana pero ahora se encuentra en un lugar completamente diferente atado a una cama y con unos cables que están sobre su cuerpo semidesnudo.

–¿Qué ocurre acá?, ¿por qué me estás haciendo esto, Josef?

–No soy yo el que tiene que dar las respuestas –lo mira amenazante con la mano encima de la palanca de la batería–. ¿Qué pudiste averiguar?

–Todo, averigüé todo lo que necesitan –desesperado, escupe un poco de sangre causada por las descargas eléctricas que recibió.

–Entonces empezá a contarme, que la paciencia se acaba.

Con algo de preocupación por su estado le cuenta todo lo que Aldana le había dicho sobre Leo.

–¿Eso es todo?, ¿no falta nada más?

–No, eso es todo lo que sé. ¿Ahora me vas a dejar ir?

Quita la mano de la palanca con lo cual William respira mas aliviado. Comienza a llorar agradeciendo por la clemencia que tiene cuando siente un dolor profundo en el pecho. Entre sollozos alcanza a ver a su atacante inclinado sobre él con un cuchillo en la mano, moviéndolo de un lado a otro causándole mucho dolor.

–No por favor, no me mates, ¿por qué...si te dije todo lo que sé?

–Sabes por qué lo hago... él así lo decidió.

–Maldito sea él y todos ustedes –grita William en el momento que mira su pecho y ve el símbolo al cual siempre quiso pertenecer, pero no de esta manera.

Se desangra lentamente y al cabo de unos minutos muere. El asesino guarda el cuchillo ensangrentado en su bolso y se encamina hacia fuera del edificio cuando suena su celular.

–Está hecho...sí, me dijo todo. Inmediatamente voy al aeropuerto a tomar un vuelo hacia Argentina.

Dios no juega a los dados
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