Capítulo 29

 

 

¿Estás ahí?...¡¡¡contestá!!!” –escribe impetuosamente.

Tipea tan fuerte sobre el teclado que uno de los dueños del local se acerca y le pide que se tranquilice. Leo lo mira con el ceño fruncido clavándole una mirada que hace que sobren las palabras. Al ver su expresión, el encargado da unos pasos hacia atrás y se aleja calmadamente. La mirada de este cliente parece la de un animal sediento de sangre y sabe que a este tipo de personas no conviene hacerlas reaccionar.

De vuelta sobre el chat ve que Aldana le contesta y le dice de hablar por el micrófono. Toma los auriculares y trata de relajarse un poco; sabe que enojado no va a conseguir información sobre lo que sucede.

–Hola Leo, que casualidad que estás conectado; necesitaba hablar urgente con vos –comenta Aldana sin casi respirar.

–Que coincidencia, yo también necesito hablar con vos...aunque las coincidencias no existen y todo es obra del destino, ¿no?

El sarcasmo de la frase deja la línea muda. Ninguno de los dos es capaz de reaccionar durante un tiempo el cual parece casi eterno. La licenciada vuelve en sí solo luego de que escucha el ruido de un avión que aterriza en el aeropuerto en donde se encuentra.

–Qué extraño que digas eso, justo ahora.

–¿Por qué? –pregunta Leo a la expectativa de lo que le pueda responder.

–Te parecerá un poco misterioso lo que te voy a decir pero escuché a alguien del instituto hablar sobre vos y al parecer te necesitan.

El malestar de Leo se hace cada vez mayor, así como también las acciones que hace para contrarrestarlo. Toma un poco de aire e intenta calmarse.

–¿Hablaron de mí?, ¿y por qué?

–No estoy muy segura pero por lo que pude averiguar es sobre tu filosofía del destino.

–Y decime, ¿vos los estás ayudando?

Aldana se queda extrañada por la pregunta de su amigo. No por lo que le preguntó en sí mismo sino en que no parece sorprendido de lo que le contó hace unos momentos.

Duda un poco en responder. Ella está consciente de que le contó algo a William sobre Leo, aunque no todo lo que le dijo era cierto.

–¿Pero no te resulta extraño lo que te dije? –pregunta Aldana.

–Depende a qué definís extraño –responde él.

–No entiendo a qué te referís Leo –dice con un dejo de incertidumbre en la voz.

–Por ejemplo, extraño yo llamaría a los tres cadáveres que hay en mi departamento, uno de los cuales asesiné en defensa propia; o que un albino esté persiguiéndome y amenazando a mi hijo. Eso yo llamaría extraño, Aldana –el nombre de la licenciada lo entona con tanto enojo y vehemencia que los auriculares se le caen de la cabeza golpeando fuertemente contra el monitor.

Vuelve a calzarse los auriculares y la línea nuevamente está muda. Por lo que observa en el chat la comunicación no se cortó. Le pregunta si está ahí pero solo escucha la respiración agitada de ella.

–¿Mataste a alguien?, ¿y un albino dijiste? –pregunta completamente perpleja por lo que escuchó.

–Así es, ¿se puede saber qué les contaste de mí? –increpa elevando el tono de voz.

–Casi nada. Le dije de vos y tus ideas pero el resto fueron mentiras –responde temerosa.

–Bueno, al parecer encontraron la manera de enterarse de mí y de mi hijo. Por tu culpa nos pusiste en peligro; hace días que no lo puedo encontrar y no sé dónde está.

–No entiendo cómo sucedió. Te pido disculpas por lo que haya hecho –la voz denota un tono de súplica.

–Lo que hiciste o dejaste de hacer ya está hecho. Tan solo te digo que, si algo malo le llega a pasar a Alex, te vas a arrepentir de haberme conocido.

La amenaza llega a surtir efecto sobre Aldana, ahora más decidida que nunca en ayudarlo. Consulta su reloj y ve que falta aún más de una hora para que salga su vuelo, lo cual la inquieta ya que quiere llegar cuanto antes para solucionar el problema que provocó.

–Necesito que me digas todo lo que sabés, con lujo de detalles.

Sin dudarlo la licenciada le relata los acontecimientos que sucedieron en el instituto...sobre la videoconferencia, el intento de asesinato de ella y cómo logró escapar de William.

–¿Y por qué hizo todo esto este tal William?, ¿por dinero? –pregunta Leo sin entender cómo cierra el círculo.

–No sé, no creo. Uno de ellos mencionó algo de hacerlo pertenecer a un grupo o algo por el estilo.

–¿Puede ser que se haya referido a una Cofradía? –dice expectante.

–Sí, esa fue exactamente la palabra, ¿y vos cómo sabes?

–Porque según me dijo el albino, la Cofradía Salomónica me está persiguiendo y evidentemente William está con ellos.

–¿Cuál albino? –Aldana estrecha las cejas como un acto reflejo por no comprender.

–Su nombre es Jonás. Me dijo que este grupo está buscándome y que era mejor que primero me encuentre él. Nunca lo vi, pero seguramente es el mismo albino de mis sueños que está con mi hijo.

–Si es el que conozco, es el guardaespaldas de un hombre poderoso y perverso que es el que financió mi proyecto.

Con el transcurrir de la conversación Aldana cada vez comprende menos la situación. Ella estaba al tanto de William pero nunca imaginó que DuPont iba a tomar cartas en el asunto y menos con ese matón en el medio.

–Yo estoy en el aeropuerto a punto de tomarme un avión hacia Argentina. Hace una escala de unas horas en Madrid pero luego va directo hacia allá.

–¿Y para qué querés venir?, ¿no te bastó con hacer lo que ya hiciste desde Praga? –infiere fastidioso.

Reconoce que tiene razón en algún punto y no puede hacer nada para revertir lo que hizo.

–Necesito ir y ayudarte a destrabar este problema.

–¿O será que querés tener la conciencia tranquila?

Sabe que en parte es cierto. Desde su huida del instituto está intranquila y quizás ayudando a Leo su conciencia deje de torturarla.

En ese momento escucha un sonido sobre la mesa. Leo baja la mirada y ve que el radio está encendido. No sabe cómo fue que pasó pero está seguro que él no fue el que lo encendió. Por el parlante del radio se puede escuchar una voz que, mal que le pese, conoce.

–Hola Leo, ¿estas ahí?, ¿ya asesinaste a alguna otra persona? –cuestiona suspicazmente Jonás.

En ese momento la mitad de las personas del cibercafé se levantan atemorizadas por el comentario que escucharon y se alejan de Leo. Él, mientras tanto, le dice a Aldana que espere en línea y pone el micrófono del chat en mudo.

–Hola Jonás, ¿molesto que aún no me encontraste? –responde con una sonrisa burlona.

–Gracias por preocuparte pero no estoy molesto, ¿y sabes por qué?, porque encontré a Alex.

El mundo se le viene abajo. Las piernas le tiemblan como si un terremoto de diez grados en la escala de Richter estuviese sacudiendo, en ese instante, el lugar. La sonrisa se convierte en angustia y el rostro se le entumece como una roca. Lo único que atina a hacer es tomar el radio y oprimir el botón de comunicación pero no logra articular ninguna palabra.

–No te preocupes por él. Tu hijo está bien, siempre y cuando cooperes con nosotros.

–¿Qué le has hecho, maldita basura? –grita enfurecido al punto de asustar a más personas dentro del bar.

–Tranquilo Leo, serenate. Los salomónicos secuestraron a tu hijo pero yo lo pude rescatar a tiempo. Eso sí, ahora me lo llevo a Valencia como garantía de tu cooperación, así que te conviene que vengas cuanto antes.

–¿Pero cómo hago para ir hasta allá? –pregunta ingenuamente.

–Ese es el menor de tus problemas. Cuando llegues ponete en contacto conmigo por el radio y ahí te diré cómo continuamos.

–¿Alex está bien?

Ya no hay respuesta desde el otro lado. Al parecer Jonás apagó el radio dejando a Leo con una angustia que lo carcome lentamente.

Unas lágrimas afloran en la superficie de su frente filtrándose por su gruesa barba hasta llegar al teclado.

Se recompone un poco y recuerda que tiene a Aldana esperando en el chat. Activa el micrófono y le pregunta casi sin aliento.

–¿Dónde me dijiste que hace escala el avión que te vas a tomar ahora?

–En Madrid, y sale en veinte minutos.

–Si voy en avión a España y quiero llegar a Valencia, debo pasar por Madrid, ¿no?

–Sí, creo que es una de las posibilidades. No soy agente de viajes pero creo que no hay vuelos directos a Valencia, ¿pero por qué? –consulta intrigada.

Entiende que son pocas las probabilidades de que sea Madrid por donde van a llegar Jonás y Alex pero no tiene otra alternativa. Confía ahora más que nunca en que las cosas suceden con un propósito, y este está enmarcado por el destino.

–Si tu intención es ayudarme como me dijiste, baja del avión en Madrid y no sigas. ¿En qué teléfono te puedo ubicar?

Dios no juega a los dados
titlepage.xhtml
part0000_split_000.html
part0000_split_001.html
part0000_split_002.html
part0000_split_003.html
part0000_split_004.html
part0000_split_005.html
part0000_split_006.html
part0000_split_007.html
part0000_split_008.html
part0000_split_009.html
part0000_split_010.html
part0000_split_011.html
part0000_split_012.html
part0000_split_013.html
part0000_split_014.html
part0000_split_015.html
part0000_split_016.html
part0000_split_017.html
part0000_split_018.html
part0000_split_019.html
part0000_split_020.html
part0000_split_021.html
part0000_split_022.html
part0000_split_023.html
part0000_split_024.html
part0000_split_025.html
part0000_split_026.html
part0000_split_027.html
part0000_split_028.html
part0000_split_029.html
part0000_split_030.html
part0000_split_031.html
part0000_split_032.html
part0000_split_033.html
part0000_split_034.html
part0000_split_035.html
part0000_split_036.html
part0000_split_037.html
part0000_split_038.html
part0000_split_039.html
part0000_split_040.html
part0000_split_041.html
part0000_split_042.html
part0000_split_043.html
part0000_split_044.html
part0000_split_045.html
part0000_split_046.html
part0000_split_047.html
part0000_split_048.html
part0000_split_049.html
part0000_split_050.html
part0000_split_051.html
part0000_split_052.html
part0000_split_053.html
part0000_split_054.html
part0000_split_055.html
part0000_split_056.html
part0000_split_057.html
part0000_split_058.html
part0000_split_059.html
part0000_split_060.html
part0000_split_061.html
part0000_split_062.html
part0000_split_063.html
part0000_split_064.html
part0000_split_065.html
part0000_split_066.html
part0000_split_067.html
part0000_split_068.html
part0000_split_069.html
part0000_split_070.html
part0000_split_071.html
part0000_split_072.html
part0000_split_073.html
part0000_split_074.html
part0000_split_075.html
part0000_split_076.html
part0000_split_077.html
part0000_split_078.html
part0000_split_079.html
part0000_split_080.html
part0000_split_081.html
part0000_split_082.html
part0000_split_083.html
part0000_split_084.html
part0000_split_085.html
part0000_split_086.html
part0000_split_087.html
part0000_split_088.html