9://EMMA

En el ensayo, estoy completamente distraída. Tras perder la entrada por cuarta vez, el señor Markowitz señala con la batuta los instrumentos de viento y dice:

—¿Y si nos tomamos todos un descanso de cinco minutos? Flautas, venid a hablar conmigo de los solos.

Echo un vistazo hacia percusión, pero Graham todavía no ha llegado. A veces se retrasa cuando se reúne con el entrenador de natación, cosa que me viene de perlas. Todavía temo encontrarme con él. Dejo el instrumento en la silla y voy a la fuente. Me inclino sobre el arco de agua y pienso en lo que me ha pasado con el ordenador. Hoy no parece tan real, sobre todo la parte en la que Josh se casa con Sydney Mills. Eso es como emparejarme a mí con Leonardo DiCaprio.

—¿Quién soy? —Graham me tapa los ojos con una mano y, con la otra, me coge por la cintura.

Me seco la boca y me giro hacia él. De repente, me quedo sin respiración. ¡Se ha afeitado la cabeza! Su hermoso cabello rubio ha desaparecido, y ahora su pálido cuero cabelludo pincha.

—¿Qué has hecho? —pregunto.

Sonríe y se frota la cabeza con una mano.

—Greg y Matt aparecieron cuando terminé de practicar con el Ultimate Frisbee y después nos hemos afeitado con la maquinilla. ¿Te gusta?

Solo acierto a mirarlo fijamente.

—Reconócelo —dice Graham entrelazando sus dedos con los míos—. Quieres acariciar mi cabeza grande y suave.

No tengo humor para eso. Cuando se acerca demasiado a mí, me aparto.

—¿Qué pasa? —pregunta.

—No lo sé —respondo.

Los dos nos quedamos callados. A veces creo que, si no fuera porque estamos liados, no tendríamos nada que decirnos.

—Ha llegado el momento de terminar con Graham —digo mientras miro en el interior de la bolsa de papel del almuerzo.

Estamos en la cafetería para que Kellan pueda atiborrarse con el plato del día, unas patatas fritas y Sprite. Kellan es tres centímetros más bajita que yo, tiene el pelo negro y brillante y una piel perfecta. Y puede hartarse de patatas fritas sin engordar ni un kilo.

—¿No ibas a cortar con él ayer, en el parque? —pregunta.

Sonrío a unas chicas que pasan junto a nosotras.

—Al final, no llegué a verlo.

—Bueno, ¿qué te impide cortar con él hoy? —Kellan paga al cajero y se dirige al carrito de los condimentos—. Por si no te habías dado cuenta, no soy yo quien te lo impide.

—¿Aún no le has visto el pelo?

Kellan sacude la cabeza.

—Se lo ha afeitado —explico—. Greg, los del equipo de natación y él se afeitaron ayer. Te juro que los tíos, cuando van en grupo, son capaces de hacer las mayores estupideces.

—Como en la guerra —dice Kellan mientras va amontonando servilletas y sobres de ketchup en su bandeja.

—Saltar de los tejados…

—Encender pedos con fuego… —concluye ella.

Estallo en carcajadas.

—¿Sabes de alguien que haya hecho eso?

—Tyson —responde—. Junto al contenedor de basura que hay detrás de GoodTimez, el invierno pasado, cuando fuiste a ver a tu padre.

El padre de Tyson es el propietario de GoodTimezPizza, un restaurante especializado en fiestas de cumpleaños y en tartas rellenas de queso fundido. Por sus soportales y el patinaje de primera que ofrece el aparcamiento, Josh y Tyson pasan muchas horas allí.

—¿Estaba Josh también? —pregunto.

Kellan valora la respuesta.

—En realidad, él grababa. Pero no encendió ninguno.

—Bien, porque jamás le habría permitido que lo olvidara.

Mientras salimos por las puertas laterales de la cafetería, Kellan pregunta:

—¿Qué tal está Graham sin su cabellera dorada?

—La verdad, si estaba bueno era por su pelo —digo—. Ahora parece un caramelo de palo con sabor de melocotón.

Fuera hace sol, incluso más calor que ayer. Cruzamos el campus hacia el sitio donde solemos comer y me vuelvo hacia Kellan.

—¿Puedo hacerte una pregunta de física?

Se le ilumina el rostro al oír la palabra. Este año está haciendo un curso de física en Hemlock State los martes y los jueves por la tarde. Forma parte del programa extensivo al que intentó que me apuntara para poder ir juntas a la facultad de Biología en otoño.

Me cambio la bolsa de papel de mano y digo, de la manera más natural posible:

—¿Qué opinan los científicos sobre los viajes en el tiempo?

Se acerca la bandeja al mentón y pinza una patata frita con los dientes.

—¿Por qué?

—Tengo curiosidad —respondo—. Ayer emitieron Regreso al futuro en la tele por cable.

Kellan se detiene frente a un retazo de hierba enfangada y se lanza a darme una explicación sobre la dilatación del tiempo y la relatividad especial. Intento seguirla, pero me pierdo cuando llega a los agujeros de gusano.

—No hay nada demostrado —concluye Kellan—. Pero tampoco hay leyes escritas. En mi opinión es posible, aunque yo no querría hacerlo.

—¿Por qué no?

Kellan se encoge de hombros.

—El pasado pasado está. Lo podemos leer en los libros de historia. ¿Y si en el futuro volvemos a estar en guerra, o todavía no hemos elegido a un presidente que no sea blanco o varón, o los Rolling Stones aún arrastran el culo por el escenario? Eso me deprimiría mogollón.

—Espero que el futuro sea mejor que el presente —afirmo, aunque no estoy segura de que vaya a serlo.

—¿Sabes ese chico tan mono del que te hablé en clase de Física? —pregunta Kellan—. Ayer me tropecé con él en el centro. De verdad, Emma, tienes que hacer Biología conmigo. No te imaginas los chicos que hay en Hemlock. Son hombres.

—¿Me estás diciendo que tendría que estudiar Biología por los tíos?

Kellan sacude la cabeza.

—Tendrías que estudiar Biología porque eres lista y hay pocas mujeres trabajando en ciencias. Ahora bien, tú y yo podemos ayudar a cambiar eso. Los tíos son la guinda del pastel.

—Quizá —comento, aunque me preocupa más lo que me ha explicado Kellan acerca de los viajes en el tiempo.

Si fuera absolutamente imposible, me lo habría dicho. Sin embargo, no es eso lo que me ha contado.

—Además de mejorar la cuota de género en ciencias —añade Kellan—, quiero que te enamores antes de que acabemos la carrera. Es una de mis metas personales.

—Ya sabes lo que pienso del amor —respondo—. Se inventó para vender pasteles de boda. Y paquetes de vacaciones en Waikiki.

—Mis padres llevan diecinueve años enamorados —dice Kellan—. Y míranos a Tyson y a mí. Probablemente éramos los más…

—¡Te rompió el corazón! ¿Cómo puedes decir que era amor si te hizo tanto daño?

Kellan se mete otra patata frita en la boca.

—Era amor porque valió la pena.