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Me han despertado unos gritos en la calle.

Lo último que recuerdo es que mi madre se ha asomado a mi habitación alrededor de las once. No le he dicho nada, pero me ha dado un beso en la mejilla y ha cerrado la puerta al marcharse.

Alargo la mano hacia la mesilla de noche, presiono el botón superior del despertador y se iluminan los números en rojo. Solo son las 23.20.

La voz no es tan alta en esta ocasión.

—Aguántalo derecho.

«¿Ese es Tyson?»

Aparto la ropa de cama y voy hacia la ventana. Cuando miro hacia fuera, me tapo la boca para no echarme a reír. Tyson está en el baño de Josh, con la frente apoyada en la ventana. Sostiene una hoja de papel contra el cristal. Hay alguien más en el baño, y enfoca una luz sobre la nota. Por suerte, todavía guardo los prismáticos rosa en el cajón superior de mi mesa.

Mueve el culo

y baja

en 3 minutos

xq…

¡¡¡vamos a secuestrarte!!!

Cuando me aparto los prismáticos de los ojos, Tyson me saluda con la mano y retira la nota de la ventana.

—¡Y hablo en serio! —grita.

Kellan aparece entonces con la linterna encendida bajo el mentón.

—¡Los dos hablamos en serio!

Cuando Kellan y Tyson desaparecen, Josh se acerca a la ventana. No dice nada, pero sonríe y se encoge de hombros. Kellan lo aparta de un empujón, y apoya la muñeca contra la ventana señalándose el reloj.

Levanto el pulgar, me visto a toda prisa y bajo por la escalera de puntillas.

La camioneta de Tyson está aparcada en la curva, y él está sentado en el asiento del conductor. Kellan se apretuja contra él, y Josh está de pie en la calle, sujetándome la puerta.

Sonríe con timidez mientras subo de un salto.

—Vamos a ir más apretados que las sardinas —dice Tyson.

Josh sube detrás de mí, pero la puerta no cierra del todo.

—Vais a tener que amoldaros como la plastilina —añade Kellan.

Me aprieto contra Kellan todo lo que puedo. Josh se pega a mí hasta que nuestros cuerpos se tocan desde el hombro hasta la rodilla. Cuando Josh cierra de un portazo, Tyson pone una marcha y la camioneta da un salto adelante. Josh tira del cinturón de seguridad y me lo da. Lo paso por encima de ambos regazos y quedamos abrochados.

—¿Adónde vamos? —pregunta Josh.

«¿Él no tiene nada que ver con todo esto?» Echo un vistazo a Kellan, pero ella sigue mirando la calzada con una sonrisa.

—Si hay algo que todos necesitamos en este momento es… —dice Tyson.

Kellan y él levantan un puño al aire y gritan:

—¡GoodTimez!

Nunca he estado en GoodTimez fuera del horario de atención al público, y el silencio es fantasmagórico. Tyson ha marcado el código de seguridad en la puerta y ha encendido unas cuantas luces. Por suerte, no ha puesto la música disco.

Al cabo de unos minutos, Tyson y Kellan están disputando apasionadamente una partida de Pac-Man. Kellan agarra la palanca de mando y grita «¡Chúpate esa, fantasmón!» cada vez que se come una bolita de energía. Lleva la sudadera de Josh, pero no voy a preguntarle si ha encontrado algo en el bolsillo. Considero una buena señal que todavía la lleve puesta.

Me alejo de la sala de juegos y me siento a una de las mesas del restaurante. Al cabo de un rato, Josh se sienta delante de mí.

—Nuestros amigos son raritos.

—Es verdad —respondo—, pero el chico es más rarito.

—Eso te lo concedo —dice él—. Sin embargo, tengo la sensación de que lo del secuestro ha sido idea de Kellan.

—¿Tú también has tenido que salir a escondidas?

Josh sacude la cabeza.

—Han convencido a mis padres para que me dejen salir hasta la una.

—¡Qué dices!

Durante un minuto, nadie pronuncia ni una palabra, pero no resulta incómodo. Me hace bien volver a estar con Josh. Aunque él salga con Sydney, podemos seguir siendo amigos.

Josh echa un vistazo hacia la sala de juegos. Ahora le toca a Tyson tener la palanca de mando, y Kellan salta alrededor y grita:

—¡Cogedlo, fantasmones! ¡Cogedlo!

—Tengo que decirte una cosa —dice Josh palpando con el dedo un agujero en el tablero de la mesa

—¿Qué pasa?

Respira hondo y deja escapar el aire lentamente.

—Si quieres, hablo yo primero —digo—. Porque yo también tengo que contarte una cosa.

Sonríe.

—Me encantaría que hablaras tú primero.

—Ha desaparecido —digo. Echo un vistazo hacia Kellan y Tyson, absortos todavía en su partida de Pac-Man—. Ya no podemos entrar en Facebook.

Josh se inclina sobre la mesa.

—¿De verdad? ¿Qué ha pasado?

—Esta noche, dentro de quince años, cancelo mi cuenta —explico—. Al principio solo iba a cambiar mi contraseña, pero luego ha desaparecido todo, como si nunca hubiera existido.

Josh se echa hacia atrás, obviamente impresionado por la noticia.

—Ahora te toca a ti —digo.

Josh pone las dos manos encima de la mesa. Se le están sonrojando hasta las orejas.

—Dilo, Josh.

—No sé qué pasará en un futuro —explica—. Y supongo que ahora nunca lo sabrá nadie. Pero he decidido no estar con Sydney.

No sé cómo reaccionar.

—No sentía lo que debía —sigue diciendo, y entonces me mira—. Sydney no era la chica.

Una bolita de plástico azul impacta en la cabeza de Josh. Los dos miramos hacia la piscina. Kellan ya está dentro, y Tyson se está colando por la abertura de entrada.

Tras zambullirse, grita:

—¡Venga! ¡Menos cháchara y más peloteo!

Kellan lanza al aire un montón de bolas del color del arcoíris.

Josh me mira y ambos sonreímos. Nos acercamos y miramos a través de la malla. Kellan y Tyson están estirados, ocupando la parte donde no hay toboganes. Primero entro yo, hundiéndome hasta las rodillas, y luego Josh se deja caer detrás de mí. Las bolas se mueven a nuestro alrededor y nos cubren hasta el pecho.

Kellan me lanza una amarilla y la atrapo.

—¿Cuándo hicimos aquella foto de los cuatro aquí mismo? —pregunta.

Pienso en mi copia de la foto, que ahora está hecha jirones y dentro de mi diario. Un día la pegaré con celo.

—El año pasado —dice Tyson—. Todavía guardo la mía en la taquilla.

—Yo también —dice Josh. Tira una bola naranja al pecho de Tyson.

Kellan me lanza una amarilla. La atrapo y se la tiro a Tyson, y luego vuelvo a meter el brazo dentro de la piscina. Al hacerlo, toco con el meñique la mano de Josh. Estoy a punto de apartarme, pero en lugar de eso, dejo la mano donde está.

Un instante después, Josh engancha su meñique al mío.