5://EMMA

—Hola —dice Josh al abrir la puerta.

Lo miro desde la cama. Está de pie en el umbral de mi habitación, con la llave de repuesto en la mano, la que escondemos bajo una piedra que hay junto al garaje. El llavero es un Scooby-Doo que se ilumina cuando le aprietas el hocico.

—Siento haber tardado tanto. Mis padres me han hecho poner el lavavajillas —Josh se mete las manos en los bolsillos—. ¿Qué pasa? ¿Has descubierto algo malo?

Me preocupa echarme a llorar otra vez si abro la boca. De entrada, Josh ya se siente incómodo aquí arriba. Es triste, porque siempre nos habíamos tenido el uno al otro. Venía muchas veces a montar en bicicleta cuando mis padres se estaban separando… Eso fue en quinto de primaria. Y cuando Josh se rompió la pierna patinando, yo le hacía compañía en el jardín trasero de su casa, aunque toda la gente a la que conocíamos iba a nadar a Crown Lake. Josh se sentó conmigo en la boda de mi madre, en septiembre, y me pellizcaba el brazo cada vez que sucumbía a la risa tonta.

Y aquí está otra vez, aunque parece que las cosas entre nosotros nunca volverán a ser como antes.

—He conseguido volver a ese sitio web —digo enjugándome las lágrimas—. Solo que era distinto.

Sorprendo a Josh echando un vistazo a las rosas marchitas de mi cómoda. Graham me las regaló el día del baile del instituto, mientras nos hacíamos unas fotos en mi jardín. Anoto mentalmente que tengo que tirarlas cuando Josh se marche.

—Sigue diciendo que Emma Nelson Jones fue al instituto Lake Forest —le cuento—, y todavía dice «Facebook» arriba. Da igual donde hagas clic, eso siempre sale.

—¿Crees que Facebook es el nombre de su empresa? —pregunta Josh.

—Quizá.

Sin embargo, eso no es lo importante. Lo importante es lo quela página dice de ella. Cuando lo recuerdo, noto un dolor en el pecho.

—Emma, aún no sabes qué es esto, ni siquiera si es real —contesta Josh—. Probablemente alguien ha metido la pata hasta el fondo con…

—¡No, te digo que no! —me incorporo y me toco la gargantilla sobre la clavícula—. Emma Nelson Jones llevaba esta gargantilla en la foto.

Josh mira la cadena de oro que siempre llevo con un delicado colgante en forma de E.

—Esa mujer se llama Emma —digo—. ¿Qué otra letra iba a llevar?

—Y dice que es jueves 19 de mayo.

Josh frunce el entrecejo confundido.

—Hoy es domingo 19 de mayo —aclaro—. Significa que ha escrito eso un año en el que el 19 de mayo cae en jueves.

Josh sacude la cabeza.

—Si alguien te está tomando el pelo, habrá pensado en eso.

—¡Pero todo es diferente! Cuando he vuelto a conectarme, había otra foto distinta de Emma. Y varias personas le escribían cosas. ¿Crees que todo eso se puede cambiar con un CD manipulado? ¿No lo entiendes? Esto… Facebook o como quiera que se llame… está en el futuro.

Josh deja el llavero encima de mi escritorio y se sienta. Mueve el ratón, el muro de ladrillo desaparece y volvemos al punto en que lo dejé, allí donde Emma Nelson Jones escribe sobre unos macarrones con queso.

—¿Por qué dice que tiene trescientos veinte amigos? —pregunta Josh—. ¿Quién tiene tantos amigos?

—Baja un poco más —digo atisbando por encima de su hombro.

Emma Nelson Jones

¿Sabéis por qué necesito consolarme con la comida? JJ lleva tres noches fuera de casa. Se suponía que sería un solo día.

He perdido la esperanza.

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Josh me mira.

—¿Quién es JJ?

—Mi marido. Jordan Jones hijo. El tío del pez. No explico por qué no ha vuelto a casa, pero está claro que sospecho algo. Cuando he visto eso, me he puesto enferma.

Josh se toca la frente con las yemas de los dedos.

—A lo mejor ha salido de pesca otra vez.

—Sigue leyendo —digo, y me acerco a Josh para cogerle el ratón.

Emma Nelson Jones

Hoy hace seis meses que estoy en el paro. Dicen que es cosa de la economía, pero empiezo a creer que es por culpa mía.

A los treinta y uno, una es demasiado joven para fracasar en su profesión.

Martes a las 9.21 · Me gusta · Comentar

—Treinta y uno —dice Josh—. Entonces se supone que esto ocurre dentro de quince años.

Le señalo la frase siguiente.

Emma Nelson Jones

Ni siquiera puedo permitirme un psicólogo decente.

Lunes a las 20.37 · Me gusta · Comentar

Josh se vuelve hacia mí.

—Es increíble que alguien se ponga a escribir estas cosas.

—No es ella —aclaro—, sino yo.

—¿Por qué iba a contar esta clase de historias en internet? ¡Es de locos!

—Exacto —digo—. Dentro de quince años seré una enferma mental, y por eso mi marido no querrá estar conmigo.

Josh se reclina en la silla y se cruza de brazos. Cuando hace eso, se parece a su hermano. No he visto a David desde el año pasado, pero era divertido tenerlo en el barrio. Los chicos querían que fuera su hermano mayor, y las chicas estaban coladitas por él.

—Escucha, Emma. Creo… —dice Josh, pero entonces se detiene.

—Dilo.

Josh señala la pantalla.

—No sabemos con seguridad quién es Emma Nelson Jones, ni lo que estamos mirando. Pero, aunque sea real, estás leyendo mucho entre líneas.

La puerta principal se cierra. Josh y yo nos apartamos del ordenador de un brinco.

—¿Emma? —grita mi madre—. Marty dice que ha cerrado la puerta al marcharnos, pero…

—Estoy bien —contesto—. Ha venido Josh, no pasa nada.

—¿Nos ayudas a crear nuestras cuentas de correo? —pregunta.

—¿Nos das un minuto? Josh me está ayudando a buscar una cosa… para un trabajo.

—Muy bien —dice mamá. Oigo sus pasos subiendo la escalera—. Pero acabad pronto. Mañana tenéis clase.

No puede ver esto. Alargo el brazo y hago clic en la X del extremo superior derecho de la pantalla. La alegre voz canturrea: «¡Adiós!».

Mi madre nos saluda de camino a su dormitorio y pasa de largo.

Josh coge el llavero de Scooby-Doo. Se detiene en el umbral y me mira.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—No creo que debas mirar esto a solas —dice—. O bien es una broma pesada o… —siento que me van a saltar las lágrimas—. Hagamos un trato: solo lo veremos tú y yo juntos —propone Josh.

—¿Volverás entonces? —pregunto—. ¿No te importa?

Josh se queda mirando el llavero en su mano mientras presiona una y otra vez el hocico de Scooby.

—No, mola.

—¿Qué tal mañana? Después de atletismo.

—Muy bien —dice Josh—. Puede que vaya con Tyson al encuentro.

Sonrío por primera vez en toda la noche. El año pasado, Josh solía asistir a todas las competiciones que se celebraban en casa para saludarme y animarme. Me entran ganas de ser sincera con él y contarle todo lo que he visto en el sitio web, antes de que él llegara. Sin embargo, no consigo decírselo. Desvío la mirada hacia la nueva moqueta blanca. Lo que he visto complicaría más las cosas entre nosotros. Y, por esta noche, quiero pensar que todo puede volver a la normalidad.

—¿Qué pasa? —pregunta Josh.

Al final tendré que decírselo.

—Mañana deberíamos ver si tú también tienes una de estas páginas web.