48://EMMA

Cierro la puerta de mi habitación y marco el número de mi padre.

«Ha llamado a casa de la familia Nelson —dice la voz de Cynthia—. En estos momentos no podemos atender su llamada. Por favor, deje su mensaje después de la señal».

Se oye un tono grave seguido de dos pitidos cortos.

—Hola, papá… soy Emma —hago una pausa y cierro los ojos. «Tienes que hacerlo»—. Quizá estáis ocupados con el bebé, pero quería explicarte que siento lo que te dije ayer, y siento también no haberte dado las gracias todavía. Me gusta mucho el ordenador, en serio. Lo que pasa es que… —no puedo ir de llorica y dejarle esto en el contestador. Tengo que hablar con él de tú a tú—. ¿Puedes llamarme, por favor?

Cuelgo e intento imaginar quién será el primero en oír mi mensaje. Espero que no sea Cynthia. Siempre ha sido amable conmigo, pero quiero que ciertas cosas personales queden entre mi padre y yo.

«Dale —imagino que dice con bebé acunado en el hombro—. Tu hija te ha dejado un mensaje».

O quizá diga «tu otra hija». Espero que no. Espero que solo diga Emma.

Lo primero que compruebo en Facebook es mi situación sentimental. Ya no estoy casada con Kevin Storm, y el nombre de mi nuevo marido es Isaac Rawlings. Trabajo para la Universidad de Carolina del Sur. No dice cuál es mi empleo, pero hay un enlace de un organismo llamado Servicios de Costa y de la Marina. En la foto aparezco acariciando con la mejilla a un golden retriever, y llevo el pelo largo y rizado.

Entonces leo mi primera entrada.

Emma Nelson

Es oficial. Hoy me he deshecho del apellido Rawlings. Isaac puede quedarse con el comedor, pero yo recupero el sofá y mi nombre. Solo que ahora tengo que encontrar una casa donde ponerlo. (El sofá, claro.)

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Bajo la cabeza y me froto los ojos. No hace ni una semana que Josh me regaló ese CD-ROM, pero ¿he hecho algo bueno con él? Quizá Josh tenía razón y no debería haberme librado de Jordan Jones tan rápido. O quizá debería haber aguantado con Kevin. Lo nuestro no era perfecto, pero todas las parejas pasan por momentos difíciles. Ahora estoy casada con Isaac Rawlings y ya nos estamos divorciando.

Aunque pudiera revertirlo todo, no sé a qué vida querría regresar. Y he generado tantas arrugas ya que no hay manera de restaurar con exactitud ninguno de esos futuros. Si voy a Tampa State, donde tenía que conocer a Jordan, nunca me sentiré a gusto estando cerca de él, porque sé cómo acabaron una vez las cosas.

Ni siquiera quiero saber dónde conocí a Isaac Rawlings. Si decido no casarme con él, acabaré metida en otro matrimonio desgraciado.

Echo un vistazo a la categoría de «Amigos». En esta ocasión solo tengo ciento catorce amigos. Avanzo por el texto que aparece en la pantalla hasta llegar a la J, pero Josh sigue sin aparecer.

Voy avanzando y revisando mis amigos cuando veo el nombre de Cody Grainger. El corazón se me desboca. ¡Hoy sí ha cambiado alguna cosa! En la foto va vestido con una chaqueta deportiva y corbata, y repeinado con la raya al lado. Hago clic sobre su nombre y…

Cody Grainger

Me estoy preparando para dar una conferencia en Zúrich.

El vuelo desde Tucson ha sido muy largo.

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Leo la última información básica. Ahora Cody vive en Arizona. Es catedrático de Arquitectura y está especializado en energías eólica y solar. Da conferencias por todo el mundo. Hace un par de semanas estuvo en la Casa Blanca y habló ante el Congreso. Y lo mejor de todo es que sigue soltero.

En su último futuro apenas trabajaba en este campo. Ahora es un experto de primera línea. ¡Y gracias a mí! Lo que hoy le he contado sobre la arquitectura debe de haber dado un vuelco a su vida profesional. Es tan estrambótico que no puedo ni pensarlo.

Cody no tiene más fotos, pero en su página aparece una lista con varias cosas al azar que le gustan.

La comida mexicana picante, las actividades para ex alumnos de Duke, los autocines, la guitarra, el vino tinto, citar El mundo según Wayne.

Me pregunto si debería añadir Duke a mi lista de universidades. Sería guay.

No puedo creer que a Cody le guste tanto El mundo según Wayne. Fui a verla con Josh y Tyson hace unos años. Tyson se pasó toda la película soltando alaridos, tragando Junior Mints y gritando a la pantalla. Josh y yo no podíamos creer las tonterías que estábamos viendo. Si nos entretuvimos fue porque estuvimos pendientes de Tyson principalmente.

Ahora bien, si Cody es capaz de citar El mundo según Wayne quince años después, y si quiero que las cosas salgan bien entre nosotros, necesito que esa película caiga en mis manos cuanto antes.

—¿El mundo según Wayne? —pregunta la mujer que despacha en el videoclub—. Acabo de reponerla hace diez minutos.

Señala en dirección a la sección de comedia. Localizo muy deprisa la película, regreso al mostrador y le entrego la tarjeta del vídeo.

—«Será mío —dice ella sonriendo mientras teclea mi nombre—. Oh, sí. Será mío».

No tengo ni idea de qué está hablando.

—¿Perdone?

La mujer ladea la cabeza.

—¿No has visto nunca El mundo según Wayne?

—La he visto en el cine, pero no… —de repente comprendo lo que ha dicho—. ¡Es una cita de la película! ¿Era de Wayne o de Garth?

—De Wayne, creo. Mi novio la repite continuamente.

—Ah, ¿sí? Entonces, ¿la gente piensa que esa frase es divertida?

Se me queda mirando como si estuviera loca.

—Tienes que devolverla dentro de dos días.

Le doy las gracias y me apresuro a salir.