63://JOSH

—No apagues el motor hasta que llegues a casa —digo—. No vaya a ser que no vuelva a arrancar.

Graham retira la mano del contacto.

—Buena idea.

Cuando me marchaba de la fogata, he preguntado a la gente si había alguien que pudiera llevarme a casa, pero todos se iban de fiesta. Me he fijado entonces en que Graham Wilde iba a arrancar el coche en segunda. Le he ayudado a conectar los cables y él se ha ofrecido a traerme.

Cuando abro la puerta para bajar del coche, Graham dice:

—Saluda a Emma de mi parte.

Apoyo los brazos en la ventanilla, sobre el cristal bajado.

—¿Puedo preguntarte una cosa? Cuando los dos salíais juntos, ¿en algún momento te gustó Emma de verdad?

Los faros pierden potencia, y Graham presiona el acelerador hasta que vuelven a destellar.

—Sois muy amigos, ¿verdad?

—Sí, lo somos.

—Me gustaba, sí —responde él—. Pero ninguno de los dos quería nada serio. Fue solo para divertirnos, ¿sabes?

Miro a lo lejos durante un segundo. Todavía puedo verlo metiendo mano a Emma en el banquillo.

—Emma es fabulosa —dice Graham—. Y si quisiera algo a largo plazo, sería difícil de superar.

La luz de los faros se debilita otra vez, y me aparto del coche. Graham pone marcha atrás y retrocede, pero antes me saluda sacando la mano por la ventana.

Cuando abro la puerta principal, mis padres están leyendo unas revistas para fingir que no me esperan despiertos.

—Por el sonido del motor, ese no parecía el coche de Sydney —dice papá.

—No lo era —contesto, y subo a mi habitación.

Bajo el volumen de la radio y me siento en el suelo, con la espalda apoyada en la cama. A mi lado están los ocho dibujos al carboncillo de antes.

En la planta baja alguien llama a la puerta. Oigo que mi padre va a abrir, y a continuación la voz de… ¿Tyson? Unos segundos más tarde, dos pares de piernas suben corriendo por la escalera.

—¡Levántate! —exclama Tyson abriendo de golpe la puerta de mi cuarto.

Kellan está junto a él, con mi sudadera negra puesta.

—¡Ya has oído a tu amigo!

Apoyo una mano en el colchón y me levanto.

—¿Qué estáis haciendo aquí?

—Hemos venido para asegurarnos de que tú y… —Kellan deja de hablar cuando se fija en los dibujos—. ¿Los has hecho tú?

—¡Céntrate! —dice Tyson a Kellan—. Además, ni siquiera se entiende lo que es. Vuelve a dibujar a Piolín, Picasso. Bien, esta es la cuestión: venimos a secuestrarte.

—A ti y a Emma —añade Kellan.

—Está claro que esta noche no os habéis divertido, ninguno de los dos —dice Tyson.

—Y no solo esta noche —añade Kellan mirando a Tyson—. ¡Llevan así toda la semana!

—¡Tíos! —exclamo—. ¿Qué pasa?

Tyson da un paso adelante.

—Lo que estamos diciendo es que la noche no ha terminado.

—Y esta vez iremos los cuatro juntos —Kellan se pone en jarras—. Los cuatro solos. Hemos hablado con tus padres y te alargan el horario hasta la una.

No puedo creerlo.

—¿De verdad?

Tyson señala con la cabeza a Kellan.

—La chica tiene encanto.

—Ahora tenemos que ir a buscar a Emma —dice Kellan.

Cuando Graham me ha traído a casa, me he fijado en que Emma tenía el coche aparcado en la entrada. He mirado hacia la ventana de su habitación, pero la luz estaba apagada.

—Se ha acostado temprano —digo.

Kellan levanta la mano fingiendo sentirse contrariada.

—¡Me da igual! No tiene elección.

—¿Cómo vais a conseguir llegar hasta ella? No podéis ir a su casa a estas horas.

Tyson se saca una linterna del bolsillo trasero.

—Los cuatro vamos a retroceder en el tiempo —asegura—. Sé cómo solíais comunicaros Emma y tú.

Kellan recoge mi cuaderno de dibujo, toma un rotulador de mi mesa y se pone a escribir una nota.

Tyson va al baño, abre la ventana de guillotina y grita:

—¡Emma! ¡Despierta, demonios, y mira fuera!

Kellan ríe a carcajadas mientras arranca la nota del cuaderno.

—Uf, seguro que su madre no ha oído eso.

Sacudo la cabeza y sigo a mis amigos al baño.