17://EMMA

Llego a la escuela temprano y me dirijo a la oficina del periódico. Los editoriales de Kellan se cierran los martes, y ella siempre revisa los cambios de última hora con Tamika West, la jefa de redacción. Cuando entro, Kellan y Tamika están marcando varios artículos que tienen esparcidos sobre una larga mesa.

—¿Qué hay, Emma? —dice Tamika.

Kellan levanta los ojos.

—¿Qué te ha pasado?

—¿Qué quieres decir? —esta mañana me he alisado el pelo con el secador e incluso me he maquillado, cosa que rara vez hago para ir a la escuela. Pero hoy necesitaba subirme el ego.

—Pareces hecha polvo —dice Kellan.

—Estoy bien… solo un poco cansada.

—¿Puedes esperar un segundo? —pregunta Kellan—. Ya casi hemos terminado.

Me instalo en una butaca manchada que hay en el rincón. La habitación está abarrotada, con recortes de periódico, gomas elásticas y latas de refresco aplastadas por todos lados. Después de que Tyson rompiera con ella almorzamos en esa larga mesa durante semanas.

Escucho mientras Kellan y Tamika comentan el editorial de Kellan. He leído el primer borrador. Trata de una norma de la escuela que prohíbe a las chicas llevar camisetas que enseñen el ombligo, y si eso viola la Primera Enmienda. Me hace pensar en Graham mirando mi ombligo con lujuria ayer en el banquillo. De camino al periódico, he metido una nota por el respiradero de su taquilla para decirle que no lo veré hasta el ensayo. Así no me buscará para que nos liemos antes de clase. Al final tendremos que hablar y cortar, pero no esta mañana.

Kellan recoge su mochila.

—¿Vamos?

Caminamos por el pasillo mientras los demás empiezan a llegar a sus taquillas. No tengo ni idea de lo que le diré a Josh si me tropiezo con él. Estaba oscuro cuando regresamos a casa después de haber ido al Photomat y de despedirnos. Ahora, en cambio, bajo el brillo de los fluorescentes de la escuela, mis emociones están demasiado expuestas.

—¿Has oído lo de la fogata de Rick el viernes por la noche? —pregunta Kellan mientras subimos la escalera—. Me lo ha comentado Tamika. Será después del Día de la Campana de bachillerato, pero la fiesta no es solo para los de bachillerato. Es en la playa, detrás de su casa, e invita a todo el que quiera ir.

Rick Rolland tiene diecisiete años, está en último curso, juega al fútbol, da fiestas y siempre sale con alguna chica muy guapa. De hecho, salió con Sydney Mills el año pasado, aunque dicen las malas lenguas que la engañaba con una de noveno.

—¿Rick vive en el lago? —pregunto pensando en la futura casa de Josh y Sydney.

—Sí. ¿Quieres ir?

—Supongo… —contesto, aunque me cuesta hacer planes para el fin de semana cuando solo puedo pensar en lo que pasará dentro de quince años. Mientras caminamos por el pasillo de lenguas extranjeras, me vuelvo hacia Kellan—. ¿Crees que es demasiado tarde para apuntarme a ese curso de Biología en la universidad?

Kellan se pone a dar palmas.

—¿Has cambiado de idea?

—Creo que sí —respondo.

Esta mañana me he despertado compadeciéndome de mí misma. Pero ir contándole a la gente que voy a una clase de la facultad cuando todavía estudio en el instituto suena muy respetable. Además, este año Biología me ha gustado mucho, sobre todo el temario sobre genética y ADN.

—Será mucho más difícil que la Biología del instituto, pero lo harás muy bien —dice Kellan—. Y ya tienes las notas, así que entrarás seguro.

—Eso espero —contesto.

Kellan me coge del brazo y chilla.

—¡Es nuestro primer paso hacia la facultad de Medicina!

—¿Ahora vamos a estudiar Medicina?

—Incluso podemos vivir juntas. ¡Y hacer el MIR en el mismo hospital!

Cuando dice eso, caigo en la cuenta de que puedo intentar buscar a Kellan en Facebook. Quizá incluso vea si en realidad va a la facultad de Medicina. Es tan fuerte pensar que Facebook no se limita solo a Josh y a mí… Podría buscar a cualquier persona y ver lo que le espera en el futuro.