52://EMMA

Tengo un nudo en la garganta desde el almuerzo, cuando Josh nos ha dicho que irá a la fogata con Sydney. Se le veía cortado explicándolo delante de mí, y eso que ni siquiera conoce las novedades sobre mi desgraciado futuro. Lo último que sabe es que yo estaba viviendo en Londres con Kevin Storm. Desde entonces me he divorciado de Isaac Rawlings, y ahora mi situación sentimental es complicada y vivo en California.

Y lo peor de todo, Josh no tiene ni idea de que nuestra amistad nunca superará esto.

Voy caminando hacia las pistas de atletismo, aunque preferiría estar sentada delante del ordenador para comprobar si ya he cambiado de contraseña. Si no lo he hecho, podría leer todo lo posible antes de que pierda Facebook para siempre.

—Hola, Emma —dice Cody. Cruza el aparcamiento corriendo, con la bolsa de gimnasia colgando del hombro. Lleva el pelo de punta por el sudor, y la camiseta ajustada al pecho—. Me parece que los dos llegamos tarde.

—He acompañado a mi amiga al laboratorio de química —le digo.

Cody se pone a andar a zancadas junto a mí.

—Me he quedado atrapado en un atasco volviendo del Día de la Campana de bachillerato.

—¿Qué tal ha ido?

Se encoge de hombros.

—Ha sido aburrido. Paso de todo esto. Ya ha empezado la cuenta atrás para entrar en Duke. Es a donde iré en otoño.

—Ah —digo, como si la información fuera nueva para mí.

En realidad, sé más del futuro de Cody que él mismo. Algún día vivirá en Denver y visitará la Casa Blanca. Y, dentro de quince años, seguirá soltero. Sin embargo, por lo pronto, le encanta una película que yo acabo de ver.

—Lo que has dicho me recuerda a una frase muy divertida —me seco las manos en los pantalones cortos y me pongo a imitar a Wayne—. «Creí que había tenido mononucleosis durante un año. Resulta que solo estaba aburrido».

—Casi —dice Cody esbozando una sonrisa—. «Una vez creí que había tenido mononucleosis durante un año». No sabía que te gustara El mundo según Wayne.

La verdad es que me ha parecido peor la segunda vez.

—¿La has visto? —pregunto.

—Varias veces —dice—. Entonces, a Emma Nelson le van Green Day y El mundo según Wayne. Estoy impresionado.

Cody me pasa el brazo por los hombros mientras caminamos hacia el campo. Nuestros cuerpos permanecen en contacto todo el tiempo. Puedo sentir su complexión musculosa contra la mía, y huele a loción de afeitado.

No puedo creerlo, pero la verdad es que esto podría funcionar.

El entrenador grita nuestros tiempos mientras damos vueltas a la pista. Cada cuatrocientos metros, supero mi mejor marca.

El entrenador McLeod sopla el silbato para animarme.

—No sé lo que te ha dado, Emma, pero vas bien. ¡Sigue!

Sigo corriendo a pesar de que me arden las piernas. Lo hago para impresionar a Cody, pero también me despeja la mente. En estos momentos estoy peleada con Josh y con mi padre, y ahora con mi madre. La única persona que me queda es Kellan, y tengo la sensación de que la estoy perdiendo otra vez por Tyson.

—Retírate, Emma —dice el entrenador después de los últimos cuatrocientos metros.

Estoy rodeando la pista, con la mano en el costado, cuando Cody viene corriendo y se pone a mi lado.

—¿Tienes la sensación de que vas a lanzarte? —pregunta.

Me quedo mirándolo.

—Me parece que no.

—Es de El mundo según Wayne.

Fuerzo una carcajada.

—Vale. Claro.

—Oye, ¿quieres que te lleve a casa? Tengo que ir a recoger mi anillo de graduación, pero he puesto esa cinta pirata en el coche…

—¿Qué cinta pirata? —pregunto para entretenerlo y darme tiempo a decidir lo que voy a hacer. Mi coche está en el aparcamiento de estudiantes y tengo que ir a recoger a Kellan al laboratorio de química para llevarla a casa.

—Una de Dave Matthews —dice—. Pero primero tengo que hablar con McLeod de las cronos de mañana. Así que, si quieres, quedamos en el aparcamiento dentro de diez minutos. El mío es el Toyota plateado.

Como si no lo supiera.

—¿Por qué estás sin aliento? —pregunta Kellan al tiempo que deja un vaso de precipitados en un soporte de metal.

Lleva puestas unas gafas de plástico y tiene delante una selección de sustancias químicas. Kellan hizo el curso de Química el año pasado para subir nota, pero todavía aparece de vez en cuando por el laboratorio para ayudar a la profesora.

La señora Monroe en la parte delantera de la clase, con varios alumnos. Me acerco a Kellan para asegurarme de que nadie nos oiga.

—Vengo corriendo de atletismo —le cuento—. Cody me ha pedido que lo acompañe a recoger su anillo de graduación, y luego me llevará a casa.

—¿Por qué? —pregunta Kellan. Echa una cucharada de un polvo amarillo en un vaso de precipitados e instantáneamente se desprende un gas putrefacto.

Doy un paso atrás ventilando frente a mí con la mano.

—¿Es seguro todo esto?

Kellan se sube las gafas.

—No voy a bebérmelo. Y no cambies de tema. ¿Por qué quiere Cody que lo acompañes?

Se me escapa una sonrisa.

—Estamos hablando bastante últimamente. Resulta que tenemos mucho en común.

Mientras Kellan apunta algo en una tarjeta de laboratorio, examino su rostro. Solo he visto una foto de su hija, pero está claro que Lindsay se parece mucho a ella.

—Deja que lo adivine —dice finalmente—. Me estás pidiendo que te lleve el coche a casa.

Meto la mano en la mochila, saco las llaves del interior y las dejo junto al quemador Bunsen.

—No creo que tardemos mucho. Puedes pasar el rato en casa, y luego te llevo yo a la tuya. O puedes coger mi bici del garaje si no quieres esperar.

Kellan no reacciona.

—Por favor —digo—. Te debo una.

—Me debes la vida —replica ella metiéndose las llaves en el bolso—. Ir de tu casa a la mía es como hacer el Tour de Francia. Y no hace falta que te diga que tengas cuidado con Cody. Las dos sabemos que espera mucho de las chicas.

—Vamos a buscar su anillo de graduación —contesto—. Nada más. Y te llevaré a casa en cuanto vuelva.

—Quizá le pida a Tyson que venga a buscarme.

—Vale, ¿qué está pasando entre vosotros dos? —pregunto.

Kellan vuelca su atención en otro vaso de precipitados.

—¡Kellan Steiner! —exclamo—. Casi no te recuperas de lo de Tyson la última vez. No te convienen más dramas.

—Sé que he tenido mis altibajos con él —dice Kellan mirándome a los ojos—. De hecho, ayer llamé a esa terapeuta para pedir hora otra vez. Aunque no te lo creas, me tomo muy en serio el control de mis emociones.

—Entonces, ¿es oficial? ¿Tyson y tú volvéis a salir juntos?

—No he dicho eso —Kellan coge unas pinzas metálicas, pero las deja inmediatamente—. Hablando de dramas, y quiero que me digas la verdad, ¿qué está pasando entre Josh y tú?

Doy un respingo.

—Nada.

—Ayer ni siquiera querías ir a almorzar porque estaba él. Y hoy casi se te saltan las lágrimas cuando ha hablado de Sydney.

Me cuelgo la mochila al hombro.

—La gente se distancia —respondo—, y a veces no se puede hacer nada.

Giro en redondo y salgo por la puerta.