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Kellan y yo pasamos la hora de estudio en la biblioteca. Kellan, que bordará los exámenes finales sin problema, está haciendo un test de la revista YM titulado «¿Qué clase de novia eres?». Yo intento repasar los hechos fundamentales de la guerra de Cuba para el examen final de historia, pero en lo que pienso en realidad es en mi futuro.

Cierro los ojos y me masajeo la frente. Es difícil aclararse cuando el futuro se revela de golpe con unas cuantas frases al azar. Además, mi vida ha cambiado cada vez que lo hemos mirado, así que ni siquiera puedo predecir lo que hoy me hará sentir desgraciada en un futuro.

—Esta noche vienen tus amigas a casa —lee Kellan—, pero llama tu novio y te invita al cine. ¿Qué haces? a) Dices que hoy no te va bien, pero que mañana estás libre. b) Lo invitas a tu reunión de amigas. c) …

—Ninguna de las anteriores —respondo—. Le acuso de que en realidad no quiere ir a ver una peli. Solo busca sexo.

—Tienes razón —dice Kellan sacudiendo la cabeza—. Los tíos son unos capullos.

Me examino las uñas.

—¿Alguna vez piensas con quién te casarás un día?

—Es curioso que lo preguntes —Kellan sonríe y dobla la esquina de la página—. Esta mañana le explicaba a Tamika la Teoría del Marido que se me ha ocurrido.

—¿Tienes una Teoría del Marido?

—Lo pensé ayer, mientras esperaba en un semáforo —me explica—. Vale, imagínate que estás a punto de morir en un choque frontal. Vas conduciendo por la calle cuando un Ford Bronco viene lanzado hacia ti. Se acabó, sabes que es el final. Miras el asiento de al lado y… ¿a quién ves?

—¡Eso es terrible, Kel!

—Rápido, ¿a quién ves? Ese es tu futuro marido.

Me arranco un trocito de esmalte coral de la uña del pulgar.

—¿Soy yo quien conduce?

—Sí, y los dos vais a morir. ¿Quién es?

—No lo sé —digo—. Tú, quizá.

—Imposible —contesta—. Acabamos de aprender en Sociología que el matrimonio entre personas del mismo sexo no está permitido en ningún lugar del mundo. De eso trata mi siguiente editorial. Venga, va… ¿Quién está en el asiento de al lado?

—Nadie —digo sacudiendo la cabeza—. Veo un gato atigrado. Quizá una de esas cacatúas, como la que lleva al hombro esa mujer del centro.

Kellan hace un mohín.

—Ni siquiera me sigues la corriente.

—Lo siento. Vale, me imagino a Cody. ¿Y tú? ¿A quién ves?

—A Tyson —dice, y entonces vuelve a abrir la revista.

—¿A Tyson? —miro por encima del hombro para asegurarme de que la bibliotecaria no se ha dado cuenta de que estamos hablando. Está sentada en el mostrador de enfrente, leyendo el School Library Journal—. Te ha roto el corazón. ¡Dos veces! ¿Por qué siempre lo olvidas?

—Lo veo a él —responde Kellan—. No puedo evitarlo. ¿Quieres saber algo fantástico? Tyson está ayudando a unos patinadores de último curso a recoger leña para la fogata del viernes por la noche. Como si fuera Paul Bunyan, el leñador, ¿verdad?

Kellan sigue con el test de YM y yo me pongo a pensar en mi futuro marido, el de verdad: Jordan Jones hijo. En su página web no decía mucho, aunque está claro que le gusta pescar. Lo que pasa es que no lo conozco lo bastante para visualizarlo en el asiento del copiloto de mi coche.

En ese momento me asalta una idea. Me levanto de un brinco de la silla y cruzo la biblioteca a toda prisa. Es él quien se está cargando mi futuro. Si consigo librarme de él, quizá pueda intentar ser feliz.

—Señorita Nesbit —me dirijo a la bibliotecaria, que lleva un mechón rosa en el pelo y dos aros de plata en la parte superior de una oreja—, ¿hay alguna guía telefónica en la biblioteca?

Deja la revista a un lado, abierta por la página de un artículo sobre la censura en los libros. Desde luego, es la profesora que más mola del instituto Lake Forest.

—¿Es urgente? —pregunta ella mientras levanta las páginas blancas de la región—. Puedo dejarte usar el teléfono de dentro si necesitas llamar.

—En realidad, estoy buscando guías telefónicas de otros estados.

La señorita Nesbit juguetea con uno de sus pendientes.

—¿Algún estado en concreto?

Se me acelera el pulso.

—California.

—Tendrás que ir a la biblioteca pública —dice la señorita Nesbit—. Tienen guías de todo el país. Seguro que tienen alguna de California.