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Tyson y yo tenemos gimnasia a tercera hora. Si practicáramos algún deporte no tendríamos que hacer gimnasia, pero el sacrificio vale la pena. Con lo que tardamos en cambiarnos y caminar hasta las pistas de voleibol, la clase no dura más que treinta minutos.

Me seco los brazos con la toalla y la arrojo a la taquilla. En la fila siguiente suena un busca.

Tyson lleva la toalla enrollada a la cintura. Se mete las manos por debajo y se quita los pantalones cortos de gimnasia.

—He intentado convencer a mi padre para que me regalara un busca para mi cumpleaños —explica—, pero dice que solo lo necesitan médicos y camellos.

Me huelo las axilas y busco el desodorante en mi taquilla.

—¿Por qué quieres uno?

—Para que los demás puedan localizarme si lo necesitan —responde.

—¿Tan solicitado estás? —pregunto—. Camello no eres, ¿eres médico y lo mantienes en secreto?

Kyle Simpson se acerca tranquilamente por la esquina, desnudo, para variar. Sostiene su pequeño busca de color negro y presiona un botón para que se enciendan los siete dígitos.

—Mi chica me llama —nos dice—. ¿Alguien tiene veinticinco centavos para la cabina de teléfono?

La novia de Kyle va a la universidad, y todos sabemos lo que significa que le mande un mensaje al busca durante la clase de gimnasia. Kyle se saltará la clase de la cuarta hora y no regresará hasta después del almuerzo.

Kyle es uno de los ex de Emma. Salieron juntos el año pasado, y ella solía hablar de lo bueno que estaba cuando se quitaba la camiseta. Parece que a los tíos les encanta eso si están fibrados. No hace falta decir que yo soy de los que van con la camiseta puesta. Y aun gracias que no tuve gimnasia con Kyle cuando salían juntos. Solo me habría faltado oírle hablar de Emma mientras desfilaba por ahí en pelota picada.

Finjo palpar mi toalla buscando unas monedas.

—Lo siento, amigo.

Tyson saca de la taquilla los pantalones con la pernera enrollada, mete la mano en uno de los bolsillos y le lanza los veinticinco centavos. Kyle le da una palmada en la espalda y se marcha por el pasillo con aire fanfarrón. Cuando desaparece, Tyson y yo nos miramos y nos entra un escalofrío.

—¿Por qué hace eso? —susurro—. Vístete o, si no, envuélvete en una toalla.

—Exacto —dice Tyson—. No me hace falta verle la picha los cinco días de la semana.

Me quito la camiseta.

—A lo mejor por eso rompisteis Kellan y tú. Por decir «picha».

—Si hubiera tenido un busca —dice Tyson—, seguro que aún saldríamos juntos.

—Si tuvieras un busca, te estaría llamando sin parar. Te pasarías la vida corriendo a la cabina más próxima para telefonearla.

Suena la campana y termino de atarme las zapatillas deportivas. Saco de un tirón la mochila de la taquilla y la dejo en el banco. Del bolsillo delantero tomo un bolígrafo y una hoja de papel, que aliso en mi muslo. En la clase de las 8.45 empecé una lista titulada «¿Qué habrá sido de…?». A primera hora he escrito los nombres de dieciocho personas que quiero buscar en el ordenador de Emma. La lista incluye a los más inteligentes de mi curso. Quizá uno de ellos encuentre un remedio para el sida o diseñe un coche que no funcione con gasolina. Quizá la presidenta del club de teatro triunfe en Broadway. Y mi primera novia, Rebecca Alvarez… ¿De qué trabajará dentro de quince años?

Por otro lado, también están los que son demasiado raros para ignorarlos, como Kyle Simpson. Futuro bailarín de striptease.