35://JOSH

Tyson y Kellan ya han llegado al árbol donde almorzamos. Intento no darle demasiada importancia, pero casi nunca llegan antes que yo. Y además, hace muchísimo tiempo que no llegan juntos.

—Hola, chicos —digo.

Kellan se mete en la boca una patata frita bien embadurnada de ketchup.

—¿Cómo va? —pregunto mientras saco de la bolsa mi primer bocadillo de mantequilla de cacahuete y mermelada.

Tyson me sonríe.

—Chachi.

Tyson solo dice «chachi» cuando se siente extraordinariamente bien, como cuando clava un kickflip pateando su monopatín. Pero tampoco quiero darle demasiada importancia a eso. Si Tyson y Kellan vuelven a salir juntos, me lo dirán cuando quieran que me entere. Ahora bien, cuando aparezca Emma, más les vale ser más sutiles si no quieren que flipe.

—Bien, pues guay —digo yo riéndome y doy un mordisco a mi bocadillo.

Según Emma, Kellan quería muchísimo a Tyson, y por eso la ruptura casi acaba con ella. Yo creo que es su manera de ser, pero Emma le aconsejó que en adelante tuviera más cuidado con el amor.

Kellan hunde otra patata frita en el ketchup.

—¿Queréis oír un cotilleo?

—Claro —dice Tyson—. Pero tienes que comer más que unas patatas.

Abre el pan de su bocadillo, coge una loncha de jamón y se la da a Kellan.

—Toma, come un poco de embutido.

Tampoco le doy importancia.

—No he visto a Emma para que me lo confirme —dice ella doblando el jamón antes de metérselo en la boca—, pero parece ser que esta mañana, en la clase de Música, ha dejado a Graham.

¿Qué? ¿Y yo por qué no me he enterado?

Tyson da un mordisco enorme a su bocadillo.

—Bravo por ella —dice masticando—. Ese tío es un adulón. ¿Habéis visto cómo se ha afeitado la cabeza?

—¿«Adulón»? —Kellan le da un golpe en el brazo—. ¿De dónde sacas estas palabras?

Esta mañana, cuando Emma y yo hablábamos de relaciones, en ningún momento me ha dicho que pensara dejar a Graham hoy. Si lo ha hecho porque ha visto algo en Facebook, es imposible adivinar las arrugas que habrá causado. ¡Se supone que tenemos que hablar de todas estas cosas!

—No sé si es verdad —dice Tyson—, pero algunos piensan que Graham y esos tíos que se han rapado la cabeza lo han hecho por una especie de pacto gay. ¿Has oído algo de eso, Josh?

Se me atraganta un trozo de pan. ¿Por qué cree que podría saber si existe un pacto gay? Me lloran los ojos, y Kellan me tiende su Sprite. ¿Sabían todos que mi hermano era gay y no me lo han contado? Empiezo a toser y me dan arcadas, y Tyson se ríe tanto que apoya la mano en el suelo para mantenerse derecho.

—¿Estás bien? —pregunta Kellan inclinándose hacia mí—. Di que sí con la cabeza si necesitas que te haga la maniobra Heimlich.

Me seco las lágrimas.

—Estoy bien.

Kellan lanza una mirada furiosa a Tyson.

—Es lo más ridículo que has dicho en todo el día. ¿Qué tendrá que ver afeitarse la cabeza con ser gay? ¿Tú eres gay porque intentaste encender pedos con Greg?

—¿Te acuerdas de eso? —Tyson suelta una carcajada—. ¡Jo, tío! ¿Aún tienes esa cinta, Josh?

—No lo sé. Por ahí andará.

Cuesta creer que David pueda ser gay. Quiero decir que debe de serlo, porque no conozco ningún hetero que tenga una relación con un tío que se llame Phillip. Aunque ahora tengo que replantearme muchas de las cosas que creía de mi hermano. De hecho, nunca conocimos a esa chica con la que pasaba tanto tiempo después de la escuela. ¿Era Jessica un tío en realidad? David tenía muy preocupados a mamá y a papá porque pasaban mucho tiempo juntos. Incluso les dijo que aún no estaban preparados para ser abuelos.

—Graham no es gay —digo. Todavía me cuesta pronunciar su nombre sin ver su mano debajo de la camiseta de Emma.

Kellan lanza una patata a la cara de Tyson. Asombrosamente, la atrapa con la boca.

—En fin… —dice ella—. No veo por qué os importa tanto que alguien sea gay o no.

—Da igual —dice Tyson mordiendo su bocadillo—. Papá cree que Ellen DeGeneres es lesbiana, ¡y nos encanta Ellen!

—¿Estás de broma? No es lesbiana —dice Kellan.

—¿Quién no es lesbiana? —pregunta Emma acercándose al grupo.

Kellan da unas palmadas y le sonríe.

—Dime, ¿es verdad? ¿Ya no estás con ese como se llame?

Emma me mira fijamente.

—¿Has dicho…?

—¿Qué he dicho? —pregunto. Y entonces me río. Cree que les he contado que se ha sacado de encima a Jordan Jones hijo—. Kellan está hablando de Graham. Hemos oído que has roto con él.

Emma saca su almuerzo, un Tupper transparente con brócoli y zanahorias hervidas y unos dados de queso procesado de color naranja.

—Ya era hora —responde.

Kellan ofrece una patata frita a Emma.

—Si quieres consejo para encontrar novio —dice—, deberías pedírselo al señor Templeton, que es ese de ahí.

Emma y yo nos miramos desconcertados.

—No te hagas el inocente —dice Kellan—. Hoy te he visto charlando todo el día con varias chicas en el instituto.

Tyson levanta la mano y choca los cinco conmigo.

—¡Así se hace, tío!

Emma abre una bolsa de galletas saladas y se ríe.

—Ah, no estoy yo tan segura de que Josh sea un entendido en amores.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunto.

¿Se refiere a Sydney y a que no sé cuál es el siguiente paso? Porque será mejor que no bromee por haberme dado calabazas.

—Ya sabes lo que significa —contesta Emma.

—Tías, siempre me tomáis el pelo diciéndome que no tengo ni puñetera idea del amor —digo a Emma y a Kellan—, pero quizá sé más de lo que creéis.

—Ya te gustaría —dice Emma—, pero no creo que sepas lo que haces.

—Ah, ¿no? —digo—. Bueno, si alguna vez necesitas consejo sobre cómo hacer que funcione una relación de verdad, vivo justo al lado.

Tyson y Kellan se miran, pero no dicen ni una palabra.

La clase de Igualdad casi ha terminado y todavía no le he dicho ni una palabra a Sydney. Tamborileo sobre la mesa con el bolígrafo y miro con naturalidad por encima de mi hombro. Ella sonríe cuando me ve, y yo le devuelvo la sonrisa.

—¿Josh Templeton?

Me vuelvo, y la señora Tuttle me está mirando. Junto a ella está Thomas Wu, el ayudante de dirección. La señora Tuttle señala hacia mí y Thomas se me acerca. Me coloca una papeleta azul sobre la mesa.

—Tienes que ir al despacho del director después de clase.

Miro el reloj que hay encima de la pizarra. Faltan tres minutos para que acabe la clase. Tres minutos para que llegue la primera oportunidad que tengo de hablar con Sydney en todo el día. ¡Y ahora voy a perderla!

Meto la carpeta en la mochila y cierro la cremallera. Cuando suena la campana, me echo la mochila al hombro. A mi espalda oigo que alguien arranca una hoja de papel. Echo un vistazo a Sydney, deseo decirle «Llámame» con los labios, pero no puedo hacerlo sin resultar patético.

En ese momento, Sydney alarga el brazo y me pasa un papelito doblado. Nuestros dedos se tocan, y recibo un chute de energía en todo el cuerpo. Sonríe y pasa como una exhalación por mi lado mientras me quedo boquiabierto mirando el papel que tengo en la mano.

Por el pasillo veo que Thomas Wu está en su taquilla.

—¿Sabes por qué me han llamado del despacho del director? —le pregunto.

—Tus padres quieren que después del instituto vayas a buscarlos al trabajo —dice mientras introduce la combinación de su cerradura—. Pero, como se supone que yo no escucho las llamadas, no te he dicho nada.

Tendrá que ver con lo de llegar tarde a la escuela. Bueno, en realidad, no me importa. Porque en la mano tengo una nota (escrita especialmente para mí) de Sydney Mills.

En secretaría, firmo el registro de entrada y me siento en una silla de plástico naranja. Desdoblo la nota de Sydney y veo las palabras «Mi móvil» y luego una hilera de unos números preciosos escritos a través del pliegue.

—Eres Josh, ¿verdad? —pregunta una chica al tiempo que se sienta en la silla de al lado.

Es una estudiante de intercambio brasileña. Es guapa, tiene el pelo largo y negro y unas pecas diminutas en la nariz.

—Sí —contesto.

—He visto algunos de tus dibujos en las carpetas de mis amigos —dice—. Tienes mucho talento.

Le sonrío.

—Algún día seré diseñador gráfico.

—Lo harás muy bien —contesta ella.

Quizá que llamaran al despacho del director no era lo peor que podía pasarme.