Aprendiendo a presidir
El día que quedó formalizada la creación de la Comisión Constitucional izamos por primera vez, en el mástil de la Carrera de San Jerónimo, la bandera europea, que entonces era la del Consejo de Europa. Y allí estaba Alfonso Guerra, con el que siempre he tenido buena relación. No cabe duda de que es un hombre con sus aristas, a veces de trato difícil; pero para el trabajo parlamentario siempre fue una persona muy seria y con unas dotes de mando que le ayudaban a ser muy eficaz, como ha demostrado a lo largo de toda su vida parlamentaria.
Alfonso facilitaba la labor, pero otros no. Pasé dificultades en la presidencia como consecuencia de algunos discursos a los que podría calificar como desbordados. Aprendía a presidir mientras presidía. El equipo de letrados del Congreso, y particularmente el secretario Francisco Rubio Llorente, fue de gran ayuda. Rubio Llorente siempre fue leal y me dio consejos inteligentes, de gran sentido parlamentario. Era profesor de Derecho Político, discípulo de Manuel García Pelayo, que pronto sería presidente del Tribunal Constitucional.
En octubre de 1977 se incorporó a la Mesa del Congreso, como vicepresidenta, María Victoria Fernández España, de Alianza Popular, mujer de Augusto Assía. Con ella ya había representación de los socialistas, los comunistas, Alianza Popular y Unión de Centro Democrático. Fue un equipo muy plural que funcionó de forma bastante coordinada. No quiero dejar de mencionar, por último, la labor realizada en la secretaría de la Presidencia del Congreso por Federico Castellanos y Antonio López Agudín.