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<Las aves>
Enumeración de aves. La composición tiene un decidido carácter de ejercicio léxico escolar al igual que el poema anterior y el siguiente. Hexámetros leoninos[400].
Aquí las aves del cielo te enumeraré con lenguaje fiel:
el azor, el gavilán, el halcón y la cigüeña, el carpintero,
la urraca, el abejaruco, el águila ratonera y el aguilucho, el ibis,
la garza y la tórtola, así como el búho, el grajo, el buitre.
A éstos se unen el águila, el reyezuelo y el gerifalte.
De naturaleza similar aquí están la paloma y la torcaz,
el cuervo voraz, la corneja, la abubilla, la chocha, la perdiz,
la lechuza, el pinzón, el mochuelo, el verderón,
el milano y de otro lado el paro, el onocrótalo, el ganso y el arrendajo,
el cisne, el cisne cantor, el estornino, el mergo y el tordo, el zorzal,
la codorniz y el mirlo, el faisán y el urogallo,
la grulla o el pelícano, el pavo o el pato, el águila real,
el martín pescador, el petirrojo, el aguzanieves, la curruca.
No debe faltar el grajo y éste es el lugar del malvís,
la ortega y el gallo de los abedules, el ganso bravo y el avestruz
así como el cuclillo, la gaviota, la cotorra y también la cigarra.
Tampoco os pasaré por alto a vosotros el murciélago y la golondrina.
¡Tú, veloz mirlo, atrápame a la melodiosa filomena!
¡Que ninguna alondra o luciérnaga escape a tus garras!
¡Captura también al pequeño ruiseñor[401] y al avefría[402]!
¡Que no se te escape ningún gorrión, aunque el cabrio lo proteja!
El jilguero no se puede acomodar en el verso, por ello cede su puesto.