—Quisiéramos hablar con la policía morena —dijo la joven rubia y le miró nerviosa. Asle Tengs se detuvo. Iba por el pasillo, al despacho de Irmelin Quist para recoger unos papeles que necesitaría después en el juzgado. Miró a las dos chicas jóvenes, que iban en vaqueros y con tops de colores claros, y llevaban un bolso de Chanel al hombro; copias, pensó.
—¿Cómo habéis llegado hasta aquí? En realidad, esta sección está cerrada al público.
—Me llamo Julie Thyvik —dijo la rubia—. Le explicamos a la recepcionista que tenía algo que ver con un asesinato, y que queríamos hablar con la morena de los ojos rasgados —dijo Julie Thyvik.
No contestó al teléfono cuando intentó llamarla.
—Debe tratarse de Marian Dahle —dijo Asle Tengs esbozando una sonrisa. Se fijó en que llevaban los ojos demasiado maquillados y que sus labios brillaban por el gloss rosa.
—¿De qué asesinato habláis?
No contestaron. La morena levantó la mano.
—Me llamo Shira Skah. Las dos policías estuvieron en el camping de Rødvassa hace unos días. Paramos el coche de policía cuando se marchaban.
—Entonces serían Randi Johansen y Marian Dahle —Asle Tengs saludó con la cabeza a un guardia que pasaba.
—Se trata de Lilly, una chica polaca que trabajaba en el camping —la rubia se subió el tirante del bolso sobre el hombro.
—Nosotras también trabajamos allí —dijo la morena.
—¿En qué asesinato estáis pensando? —repitió él—. ¿Os referís a la mujer de Stovner?
Julie Thyvik y Shira Skah le miraron.
—Había una sombra detrás de un respiradero —continuó la rubia.
—Y ahora ha desaparecido —completó la morena—. Y luego pensamos en ese caso de Hanne Elisabeth de hace mucho. Es que ella ocupaba la misma habitación que Lilly. Y eso nos parece un poco misterioso.
—¿Una sombra tras un respiradero? El caso Hanne Elisabeth. Lo siento, pero no sé de qué habláis —dijo Asle Tengs—. No penséis que ese caso de Stovner tiene algo que ver con Rødvassa. Es sólo que el portero de ese edificio…
Las chicas le miraron interrogantes.
—El portero vive en Rødvassa durante el verano, en una caravana —Asle Tengs se pasó la mano por el cabello gris.
—¿Eso es todo? —la rubia le miraba fijamente, con la mirada inexpresiva.
—Sí. Y ¿cómo se apellida esta tal Lilly?
—Lilly Aniela Rudeck —dijo Julie Thyvik—. Aniela es un segundo nombre tan bonito… Tiene que haber pasado algo, porque Lilly ha desaparecido y tenía mucho miedo.
—¿Habéis intentado llamarla?
—Asle Tengs miraba a la una y a la otra.
La rubia se encogió de hombros.
—No creo que tenga móvil. Nunca hemos visto ningún móvil. Es un poco anticuada. No quería comer con nosotras, y cosas así. Nosotras nos sentamos en un banco junto a la orilla. Ella se esconde en el baño.
—¿Se escondía en el baño? Decís que era polaca. Puede haberse marchado.
—¿Marchado? —la morena miró a la rubia.
—Sí, de vuelta a casa —dijo Asle Tengs.
—Pero su ropa todavía está en la cabaña —la rubia le miró como si fuera idiota.
—Ni siquiera había cobrado —dijo Shira Skah—, nunca se hubiera ido sin cobrar. Iba a comprarse ropa. Y estamos en agosto, el camping está a punto de cerrar. Sólo faltan unos días.
Tony Hansen venía por el pasillo. Asle Tengs se volvió hacia él.
—Han venido dos chicas de Rødvassa —dijo.
Tony se paró.
—¿Venís de allí ahora?
—Sí, hemos venido en autobús —dijo la rubia.
—Quieren hablar con Marian o con Randi —Asle Tengs miró impaciente el reloj—. Me tengo que ir. Tengo que ir al juzgado con un preso mañana por la mañana. Debo prepararme.
Tony Hansen hizo una mueca y se llevó la mano al pendiente.
—Es que es Ewald Hjertnes quien lleva el camping —le daba vueltas al pendiente—. Supongo que habéis hablado con él.
—Sólo dice que no te puedes fiar de los polacos —dijo la rubia—. ¿Nos puedes dar el número de móvil de Marian Dahle?
—Sí, os lo puedo dar —dijo Tony Hansen—. Hoy está enferma, pero mañana estará de vuelta.