HERACLITIANA
La tierra en pleno, responsable
ante el verdor, el lastre de carbón
del aire, y el invierno
que prende
el fuego de la tierra, mientras el aire cruza
sin discontinuidad
hacia el verde
instante de nosotros mismos. Sabemos que se habla
en nuestro nombre. Sabemos que la tierra
jamás engendrará
una palabra
lo bastante pequeña como para albergarnos. Pues la palabra justa
sólo es de aire, y en el ascua
verde de nuestra
monotonía interna no despierta más miedo
que el miedo de la vida. Seremos, pues,
nombrados
por lo que nunca somos. Y todo aquel
que se vea
en lo que aún no ha sido
hablado
sabrá lo que es temer
a la tierra
hasta la justa
medida de sí mismo.