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Y de cada cosa que ha visto hablará:
la cegadora
relación de las piedras
incluso hasta el instante de la muerte,
aunque no sea más
que porque habla.
Por tanto, dice yo,
y se cuenta a sí mismo
en todo lo que excluye,
que es nada,
y dado que él no es nada
puede hablar, lo que significa
que no hay escapatoria
de la palabra que nace
en el ojo. Y fuera él o no
a decirlo,
no hay escapatoria.