ECLÍPTICA. LES HALLES
Tú eras mi ausencia.
Allí donde yo respiraba, tú me encontrabas
tendido en la palabra
que imponía su vuelta
a este lugar.
El silencio
se hallaba
en las ruinas merodeadas
y en la médula
de una prisa taimada y prostituta: un hambre
que para mí
se volvió lecho,
como si la fortuita
ira-de-Ezequiel
que yo descubriera, el «Vivid»
y el «sí, nos dijo, cuando estábamos
en nuestra sangre,
Vivid», hubiera sido simplemente
tu forma de acercarte,
como si en algún sitio,
visible, una piedra ártica,
pálida como el semen, hubiera goteado
frase a frase de fuego
de tus labios.