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La corteza no basta. Envuelve
fragmentos redundantes, no le importa
cambiar roca por savia, sangre
por azarosos borboteos,
mientras la hoja cuelga picada, moteada
de aire, ¿y por cuánto más, surcada
o envuelta, entre el perro y el lobo,
por cuánto tiempo más habrá de señalarle
al hacha su ventaja satisfecha?