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Vomitado
desde ese no radiante por el viento
e injertado en la verde
y parda cicatriz
de este instante. Preguntas
qué sitio es éste y yo, siguiendo las costuras
de tu desmembración,
te he respondido: el bosque
es la memoria de sí mismo, esta frágil
astilla que transita
mi sangre navegable
hasta encallar
en la grava del corazón. Me pides
palabras y yo las diré: desde el instante
en que aprenda
a no darte nada.