Puesto al desnudo
por tu ojo rabioso de obsidiana,
por la cólera blanca
y el ladrido del perro reflejado
que a fuerza de mirarte
trajo ceguera:
el dios de Spinoza,
arrojado desde las lindes del habla, geométrico,
viajando por la curva
del exilio,
aventura otro mundo.