NECROLÓGICA EN TIEMPO PRESENTE
Para él todo es uno…
donde comienza
y donde acaba. Blanco de huevo, el blanco
de su ojo: él dice
leche de pájaro, esperma
que resbala de la palabra
de sí mismo. Pues el ojo
es evanescente,
se agarra sólo a lo que es, no más aquí
que allí, sino en cualquier lugar,
todas las cosas. Él
no memoriza nada. Ni anota
nada. Se abstiene
del corazón
de cuanto vive. Espera.
Y si comienza, acabará,
como si el ojo se le hubiera abierto
en la boca de un pájaro, como si nunca hubiera comenzado
a estar en ningún sitio. Habla
desde distancias
no menos lejanas que éstas.