ÚLTIMOS DE VERANO
Corriente boreal, y ya la noche en pleno, desatada
en la hora diluviana del ojo. Los huesos rotos
de nuestra voluntad, haciendo frente al flujo
de piedras que discurre en nuestra sangre: vértigo
desde las alturas de helio
del lenguaje.
Mañana: una vereda de montaña
entre aliagas. Luz solar
en las grietas de piedra. Menudencia.
Como si pudiéramos contener el aliento
hasta el último aliento.
No hay tierra prometida.