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Frágil amanecer: la linde
de tu lámpara oscurecida: aire
sin palabra: rosácea y redonda, plegada
corola de ceniza. Desde el más pequeño
de tus soles, aprietas
la escaldadura: vaina
de luz aplacada: la semilla genuina
en tu palma en barbecho, hundiéndose
en la mudez. Más allá de esta hora, el ojo
te enseñará. El ojo aprenderá
a anhelar.