CONTRATO
Muchedumbre de ojos, miríada,
al hundido nivel de la retina: y la imagen
del gran ser sin imagen
anclada en su interior.
Con pulmones de mantis, nosotros, mercenarios,
vivos en el enebro y la grava, partimos
el pan insípido
que vino con nosotros, fuimos
pasos, vagamos hasta la ceguera
y ya entonces supimos
cómo reducirnos a nada
con la respiración.
Algo perdido
se convirtió
en algo que encontrar.
Un nombre,
perseguido a través del polvo
de tanto zigzagueo, nunca
divulgó su sonido. La montaña
fue el rastro
por el que un dolor animal
se persiguió a sí mismo hasta el hogar.
Toda la noche
recité las heridas braille
en la pared interna
de tu grito, y al borde
de la espesa mañana milenaria
subí de nuevo a tu interior,
donde todos mis huesos
comenzaron a golpear y
golpear el tambor del corazón
hasta hacerlo jirones.