VIÁTICO
No echarás la culpa a las piedras,
o velarás por ti
más allá de las piedras, afirmando
que no las anhelabas
antes de que tu rostro
se convirtiera en piedra.
Por delante de ti
y a tus espaldas, en la oscuridad
que avanza con el día, tú
casi habrás respirado. Y tus ojos,
como si tu vida no fuera más
que un amargo peregrinaje
a este país de privaciones, se abrirán
ante los muros
que te confinan en tu voz,
tu otra voz, la que te lleva
a las distancias del amor,
donde yaces, más cerca
del segundo
y luminoso espanto
de vivir en tu muerte y pronunciar la piedra
que acabarás por ser.