Mayo 2

Hoy fue un día estupendo.

Mi mamá había salido por el día con el papá, y yo me iba a quedar solo con la Domi, cuando de repente llegaron mis invitados, los 8 Soto. Eran seis hombres y dos mujeres. Las mujeres tenían el pelo mojado y un pañuelo de narices en la mano. Los hombres se llamaban Jacinto, Urbano, Segundo, Efrén, Sócrates y Juditas, que es el menor.

Por suerte que la Domi tenía cazuela guardada del almuerzo y estaba haciendo un postre que nos comimos en cuanto estuvo listo y nos acabamos la leche y los huevos que los comimos revueltos, y también el pan, la mantequilla y la mermelada. Pero nos quedamos con hambre. Era bastante difícil jugar, porque este departamento es muy chico; pero nos repartimos por todos los cuartos y también jugamos en el ascensor, que quedaba enteramente lleno. Al principio Juditas lloraba, pero después le daba una risa como cosquillosa.

Era tanto el boche que ni oíamos cuando llamaban el ascensor y lo que resultó fue que unos cuatro señores, que estaban apretando el timbre en otros pisos, se picaron, abrieron la puerta de repente y nos dejaron entre piso y piso, completamente pegados. Al principio nos asustamos tremendamente y las mujeres gritaban y hasta Jacinto creía que nos íbamos a morir ahí, pero por fin llegó un señor de los que llamaban, acezando, y dijo que iba a reclamar al dueño del edificio y que si no nos metíamos en nuestro departamento nos iba a dar una pateadura. El señor parecía un búfalo por lo colorado y furibundo. De ahí le gritó al otro que cerrara la puerta y nos bajó a su piso, pero tuvo que volver a subir con nosotros al piso mío, porque con mi yeso yo no puedo ni subir escaleras.

Después de eso, jugamos a los colegios y lo pasamos estupendo. Y después bajamos en el ascensor a ver al señor hipnotizador y nos hipnotizó a todos y a los Soto les vino tanto sueño que tuvieron que irse. Y me da susto que se hayan quedado dormidos en el micro y no se hayan bajado en su casa. De todas maneras quedaron en venir a almorzar mañana.